El Sur debe reconsiderar políticas y estrategias

Yilmaz Akyuz

Hay diversas razones para creer que las fuerzas que impulsaron el crecimiento de las economías en desarrollo y emergentes desde 2009 desaparecerán a mediano plazo. Tampoco volverán las muy favorables condiciones económicas internacionales prevalecientes antes de la crisis global.

Ello significa que, a menos que haya cambios fundamentales en cómo esos países se integran a la economía mundial, el reciente asombroso ascenso del Sur podrá solo ser un fenómeno pasajero, y la velocidad de su convergencia con los niveles de ingresos de las economías avanzadas podrá disminuir en los próximos años.

Los países en desarrollo afrontan dos desafíos interdependientes que exigen una reconsideración de sus estrategias. En un futuro inmediato correrán el riesgo de una relevante caída de sus tasas de crecimiento, que podría ser más severa si se profundizan la recesión europea y el daño consiguiente a la economía estadounidense.

En segundo lugar, a mediano plazo y con el actual modelo económico, esos países no podrán volver al ritmo disfrutado durante el período de expansión del crédito inmobiliario en Estados Unidos, aun cuando los países avanzados se recuperaran completamente y emprendieran un camino riguroso y estable hacia el crecimiento.

Los países en desarrollo ahora tienen menos espacio para instrumentar una respuesta anticíclica ante los impulsos deflacionarios y desestabilizadores. En muchas economías emergentes se ampliaron los desequilibrios fiscales y externos en los últimos años, y ahora deben recurrir a todos los medios posibles para evitar un marcado descenso de la actividad y un aumento del desempleo.

Muchas economías en desarrollo y emergentes, en especial en América Latina, tienen algún espacio en sus políticas comerciales, en especial en materia de aranceles, pero los márgenes son bastante estrechos para la mayoría de ellas.

Una salida podría ser la de invocar, como último recurso, las medidas de salvaguardia del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios destinadas a enfrentar las dificultades de pagos que pueden tener algunos países como consecuencia de sus esfuerzos para expandir sus mercados internos o de la inestabilidad en los términos del intercambio.

Usadas juiciosamente, tales medidas no restringirían necesariamente el volumen total de las importaciones sino su composición.

Por otra parte, la restricción selectiva de las importaciones no esenciales, así como las de bienes y servicios que pueden ser reemplazadas por productos nacionales, podría aliviar los problemas de pagos y facilitar políticas macroeconómicas expansivas.

Naturalmente, el suministro de una adecuada liquidez internacional por parte de las instituciones financieras multilaterales podría atenuar la necesidad de medidas de restricción comercial, aunque no sería sensato para las economías en desarrollo usar tales recursos para importar bienes y servicios no esenciales.

En la eventualidad de continuadas y amplias fugas de capitales, esos países deberían estar preparados para imponer restricciones cambiarias e incluso la suspensión transitoria del servicio de la deuda y ello debería ser respaldado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) a través de la concesión de préstamos.

China no puede recurrir a otra masiva inyección de inversiones para mantener un aceptable ritmo de crecimiento sin comprometer su futura estabilidad. Cualquier respuesta de política anticíclica debería ser coherente con los ajustes a largo plazo necesarios para mantener un crecimiento riguroso y debería también hacer frente al problema del bajo consumo.

Un incremento inmediato en el consumo privado podría ser alcanzado a través de amplias transferencias del sector público, especialmente para los pobres en las áreas rurales, así como un fuerte aumento de las prestaciones para salud y educación.

China también debe aumentar la participación de los salarios en el producto interno bruto (PIB), más rápidamente que lo efectuado hasta ahora.

A través de su creciente demanda, China juega un papel clave para las economías exportadoras de materias primas, pero no es un mercado importante para los exportadores de manufacturas.

Por lo tanto, a fin de conformar un mercado importante para las economías en desarrollo y emergentes, China no debe solo elevar la participación de los salarios y los ingresos familiares en el PBI sino también incrementar las importaciones relacionadas con el consumo.

Un viraje hacia el crecimiento impulsado por los salarios y el consumo no implica que, como consecuencia del aumento de sus importaciones, China cese de ser el mayor exportador mundial de manufacturas.

Aunque una parte importante del consumo incrementado pueda ser satisfecha por productores domésticos, tal viraje implicaría asimismo un significativo aumento en la importación de ese tipo de bienes.

Para otras economías en desarrollo y emergentes, los desafíos varían, pero todos ellos están vinculados de un modo u otro a la acumulación y al crecimiento de la productividad.

En América Latina, los exportadores de materias primas tienen poco control sobre dos determinantes clave de su rendimiento económico: los flujos de capitales y la fluctuación de los precios internacionales de las materias primas.

El gran desafío de esa región es cómo ganar una mayor autonomía. Es necesario reducir la dependencia del capital extranjero. Los ricos latinoamericanos, aunque reciben una mayor porción del ingreso nacional que los ricos asiáticos, ahorran e invierten un porcentaje mucho menor que los segundos.

Los bajos niveles de inversión y de la productividad, junto con la alta dependencia de los capitales extranjeros, son los principales causantes de la desindustrialización de América Latina, agravada por recientes auges en los mercados de materias primas y en los flujos de capitales.

La baja inversión pública y privada y la alta dependencia del capital extranjero son los principales problemas que es necesario afrontar, no sólo en América Latina sino también en algunos países exportadores de manufacturas, como Turquía.

Pero una alta tasa de ahorro no siempre se traduce en un parejo nivel de inversión y un alto nivel de inversión no necesariamente se traduce en un rápido crecimiento industrial.

Para superar estas dificultades se requieren intervenciones públicas precisas, con un uso eficaz de los instrumentos macroeconómicos y de la política industrial. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Yilmaz Akyuz es el economista jefe del South Center con sede en Ginebra. Para más información ver South Centre, Issue 66 y SC RP 44 (http://www.southcentre.org ).

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