En menos de 10 años quedará poco o nada de la Gran Barrera de Coral de Australia, de 2.300 kilómetros de largo, advierte un estudio científico divulgado este lunes 1.
Salvo que las autoridades australianas tomen medidas urgentes, en una década permanecerán solo cinco a 10 por ciento de los 3.000 arrecifes que componen la Barrera en aguas del oriente de ese país, indica la investigación publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences. Más de la mitad de los corales del arrecife murieron en los últimos 27 años.
"Estamos perdiendo un ecosistema entero en el sistema de arrecifes coralinos mejor manejado del mundo", dijo Katharina Fabricius, del Instituto Australiano de Ciencia Marina (AIMS, por sus siglas en inglés), coautora del informe.
"Este es el primer análisis exhaustivo de todos los datos relevados en la Gran Barrera de Coral", declaró Fabricius a IPS.
"No puedo creerlo; es realmente conmocionante", dijo Graeme Kelleher, director fundador de la Autoridad del Parque Marino de la Gran Barrera de Coral, que protege y administra la mayor parte de este ecosistema desde 1975.
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"Si la gente del AIMS lo hizo, entonces debe ser real", señaló Kelleher cuando IPS le mostró una copia embargada del estudio.
Hubo advertencias previas de que Australia estaba perdiendo una de las siete maravillas naturales del mundo, atracción turística que factura 6.000 millones de dólares anuales.
Este año, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) anunció que podría degradar la prestigiosa designación del arrecife como "Sitio del Patrimonio Mundial" a "Sitio del Patrimonio Mundial en Peligro".
Tormentas, brotes de estrellas de mar de la variedad corona de espinas y decoloración de los corales son los responsables de diezmar el mayor arrecife del mundo, plantea el estudio del AIMS.
Poderosos ciclones, como el Yasi en 2011, dañaron este bioma con sus intensas olas. Sin embargo, un impacto mayor es la lluvia torrencial que cayó sobre la tierra, causando grandes inundaciones que lavaron de la tierra enormes cantidades de fertilizantes, pesticidas, desechos animales y sedimentos, que fueron a parar al arrecife.
Esos residuos líquidos afectan directamente al arrecife, y también crean las condiciones perfectas para brotes de la estrella corona de espinas, que se alimenta de coral.
"Las recientes inundaciones que quebraron la sequía han golpeado duramente al arrecife", dijo Fabricius.
Las tormentas y sus consecuentes residuos líquidos son directamente responsables de 48 por ciento de las muertes de corales. Las estrellas marinas corona de espinas causan 42 por ciento, mientras que la decoloración originada por aguas demasiado cálidas provoca 10 por ciento, según el estudio intensivo de 214 de los 3.000 arrecifes de la Gran Barrera de Coral.
Apenas tres de los arrecifes relevados resultaron intactos.
"Una sola estrella de mar corona de espinas puede poner 60 millones de huevos, y sus larvas se alimentan del plancton que se desarrolla a partir de los altos niveles de nutrientes procedentes de la tierra", dijo Fabricius.
Esos nutrientes se originan en buena medida en fuentes agrícolas, principalmente la caña de azúcar y el pastoreo, agregó.
La mayor parte de la Gran Barrera de Coral se encuentra en aguas del estado de Queensland, que es la mayor región agrícola de Australia.
Las estrellas de mar corona de espinas son una especie nativa cuya población explotó en los últimos 20 años. No se conoce ninguna manera de controlarlas de modo efectivo. Los buzos se sumergen en el agua y las matan individualmente, pero es imposible seguirles el ritmo.
La única solución es un manejo de cuencas específicamente dirigido a reducir los niveles de nutrientes en aguas costeras, dijo Fabricius.
"No podemos frenar las tormentas, pero tal vez podamos detener las estrellas marinas. Si lo logramos, el arrecife tendrá más oportunidades de adaptarse a los desafíos del aumento de las temperaturas del mar y de la acidificación oceánica", dijo John Gunn, presidente del AIMS.
Es probable que la investigación del AIMS sea criticada en Australia, aunque se basa en el programa de monitoreo arrecifal más exhaustivo del mundo.
"Nuestros investigadores pasaron más de 2.700 días en el mar y nosotros realizamos una inversión del orden de 50 millones de dólares en este programa", dijo Peter Doherty, investigador del AIMS.
El nuevo primer ministro de Queensland, Campbell Newman, ha ignorado las preocupaciones de la Unesco sobre la Gran Barrera de Coral, y su gobierno, incluido el ministro de Ambiente, ha expresado dudas en cuanto a que los seres humanos estén influyendo en el cambio climático.
IPS informó con anterioridad que el gobierno de Newman busca expandir agresivamente la minería de carbón y la industria exportadora, y ha aprobado el dragado extensivo para la expansión de puertos carboníferos ya existentes y para la creación de nuevos.
Actualmente, unos 1.700 buques cargados de carbón navegan por la Gran Barrera de Coral o en sus cercanías, y esa cantidad pasará a 10.000 en 2020, según estimaciones.
Ya se han producido accidentes. En 2010, el barco "Shen Neng", cargado de carbón, tomó un atajo y encalló en el arrecife, dejando una cicatriz de tres kilómetros, un derrame de petróleo y un rastro de toxinas derivadas de su pintura antiincrustante.
Gigantes buques cisterna de gas natural licuado también llegan a la Gran Barrera de Coral. Queensland aprobó cientos de sitios de perforación, incluidas operaciones de fractura hidráulica para aprovechar los depósitos extensivos de gas de veta de carbón (también conocido como metano del lecho de carbón).
En el centro de Queensland se propuso la creación de cuatro plantas procesadoras de gas natural licuado con instalaciones portuarias. En el puerto de Gladstone ya se realiza un dragado extensivo, y el ministro de Ambiente de Australia aprobó verter al océano millones de toneladas de material dragado dentro de las fronteras del Parque Marino de la Gran Barrera de Coral.
La Barrera podrá recuperarse si se la protege adecuadamente, pero su rehabilitación insumirá entre 10 y 20 años, dijo Hugh Sweatman, coautor del estudio del AIMS.
Que ese ecosistema obtenga el espacio que necesita para respirar y recuperarse de los múltiples ataques, además de protegerse de futuros impactos, está totalmente en manos de los australianos.