Un estudio recupera la terminología ancestral, descifra la compleja técnica de elaboración de tejidos milenarios de varios países andinos, eleva esta tradición a categoría de ciencia y aporta un programa informático para reconstruir la memoria hecha hilos de colores.
La artista plástica y narradora de la tradición oral de la combativa comunidad de Qaqachaka, en el occidental departamento de Oruro, Elvira Espejo, y la antropóloga anglo-boliviana Denise Arnold unieron prácticas y conocimientos académicos en el libro "Ciencia de Tejer en Los Andes, estructuras y técnicas de faz de urdimbre".
El trabajo de investigación recopila términos empleados por los pueblos andinos para explicar las técnicas de los tejidos y llena con denominaciones propias y apropiadas el espacio que estaba ocupado por definiciones, en inglés y francés, originadas en textiles de otras partes del mundo, expresaron las autoras a IPS.
Un ejemplo: era habitual definir como "floating threads" (hilos flotantes en inglés) para describir una peculiaridad del tejido andino, pero la investigación realizada en las zonas andinas de Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador y Perú recuperó el significado original de la "gama de técnicas" textiles en los vocablos "pallay", en quechua, o "palla", en aymara.
"El aporte académico principal es haber repensado toda la terminología de los textiles de faz de urdimbre desde las lenguas aymara y quechua. Con esta base, hemos redefinido la estructura textil y técnica textil para las tejedoras de la región", explicó Arnold a IPS.
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Los estudios clásicos examinan la construcción de los tejidos desde la longitud o largo de la tela, pero "las tejedoras andinas para lograr algunas de las estructuras y técnicas más complejas del mundo, con hasta ocho capas de urdido, cuentan los hilos en el eje horizontal del telar (el ancho)", precisó la investigadora de origen británico como otro ejemplo.
El libro, publicado en agosto en español y que más adelante será editado en inglés, despeja "ideas erróneas" que negaban la existencia de la técnica de "faz de urdimbre" (hilos rodeando travesaños del telar en forma de ocho), antes de la conquista española de los Andes sudamericanos.
En los telares, sea cual sea su complejidad, se combinan la urdimbre de hilos colocados a lo largo, siempre a pares, y la trama de hilos que se entretejen a lo ancho por esa urdimbre.
Pero la faz de urdimbre, técnica propia andina, tiene características la singularidad de una elaborada ocultación por la urdimbre de la trama gracias a su peculiar disposición y manejo de los hilos a lo ancho, como sistematiza la investigación.
Arnold justifica el grado científico alcanzado por la investigación como efecto de una "estructuración de la terminología textil y la sistematización de las estructuras y técnicas, desde lo simple a lo más complejo".
La "jerarquía ontológica", que permite examinar los fundamentos de la estructuración de datos, respalda la eficacia del modelo que, además, se apoya en las maquetas de las estructuras y técnicas textiles elaboradas por Espejo y reproducidas "por sus manos para saber cómo se han elaborado originalmente", relató la investigadora Arnold.
Ella contribuyó con tres años de trabajo académico, mientras Espejo aportó una década de idas y venidas por pueblos perdidos en remotas zonas andinas de Bolivia, a los que se llega solo tras muchas horas de intrincadas caminatas, siguiendo el hilo ancestral de los tejidos andinos, entre los que están los más antiguos del mundo.
Espejo empleó sus virtudes como artista plástica y sus raíces familiares aymaras, quechuas y urus, para reunir hasta 900 mujeres en el municipio de Challapata, en Oruro, y desarrollar y reeditar allí la industria de los tejidos, desde sus épocas más antiguas.
El cuidado de los animales que proveen la lana (ovejas y llamas), los pastizales que sirven de alimento al ganado, el esquilado, el hilado, la aplicación de tintes naturales hasta el acabado con alta calidad, formaron el conjunto de actividades realizadas para completar el ancestral circuito artesano.
"El tejer no es solamente tejer. Es una obra científica que puede someterse a estudios académicos", explicó Espejo, quien estudió y recreó piezas clasificadas como arqueológicas, históricas o contemporáneas, según la época de su elaboración.
Su inquietud la hizo romper fronteras y pronto inició una travesía por el norte de Chile, el norte de Argentina y las regiones andinas de Ecuador y Perú al encuentro de las técnicas y piezas arqueológicas, históricas y contemporáneas. Colombia y Venezuela, los otros dos países andinos, no fueron incorporados a sus recorridos.
Pero su búsqueda sí la condujo también a museos y bibliotecas de las capitales de Francia y Gran Bretaña.
La pieza más antigua la halló en un museo británico y corresponde a un tejido de la cultura Paracas de Perú, fabricada miles de años atrás y trabajada en cuatro capas que enseñan dos diseños diferentes en cada lado, un símbolo de la complejidad del trabajo.
Entre los objetos de riqueza antropológica, Espejo encontró tejidos para cubrir la cintura, manos o la cabeza, con pequeñas piedras incorporadas entre las capas de los hilos, unos objetos que aparentemente se entregaban como símbolos a los guerreros.
Abandonó la simple observación de las obras y se sumergió entre los traviesos hilos de colores que crearon durante siglos formas, imágenes y secuencias gráficas para mostrar tradiciones y costumbres de las culturas, que aún perviven en diferentes pueblos originarios.
Así consiguió descifrar, redescubrir y reproducir el entramado modo de tejer y construir diseños de colores, desde la preparación hasta el acabado, casi volviendo a revivir las sensaciones de las tejedoras, un exclusivo grupo de mujeres de cada cultura que se encargó de elaborar estos mensajes iconográficos y transmitirlos por generaciones.
Las comunidades andinas valoraron siempre la "creatividad y capacidad de planificación" de las mujeres en el arte del tejido, esencialmente a su cargo, recordó Espejo. Los hombres también usan los telares, pero para elaborar gorros de lana o trenzados de cuerdas de paja, que requieren fuerza y tienen fines prácticos.
Las manos delicadas de Espejo emplearon hilos y lanas de colores para devolver al presente las técnicas e ingeniosas combinaciones, pero además de fotografiarlas, necesitaba traducirlas en imágenes para describir, a manera de planos y diagramas, el curso de cada fibra en los telares.
Así, y con ayuda de un grupo de ingenieros, nació el programa informático Sawu-3D, un recurso que, aseguró Arnold, permite dibujar las estructuras y técnicas, inicialmente en dos dimensiones, para después facilitar la realización de simulaciones de los diseños y modelos en tres dimensiones.
Los informáticos "aprendieron a tejer, virtualmente hablando, con los dibujos reproducidos en las pantallas de las computadoras", dijo Espejo entre sonrisas.
La investigación contó con el respaldo del británico y gubernamental Arts & Humanities Research Council (Consejo de Investigación de Artes y Humanidades) y gracias al Sawu-3D ahora los museos cuentan con un programa con múltiples funciones, como el análisis y la restauración virtual de los textiles dañados.
Los hilos y combinaciones consumidas por el tiempo, pueden recobrar su diseño original en el programa, y solo se necesitará de unas hábiles y entendidas manos para reproducir destrezas y técnicas antiguas, coinciden en afirmar las dos investigadoras.