Un cementerio en desuso en el corazón de la capital de República Democrática del Congo (RDC) fue transformado en una lucrativa huerta urbana gracias al compost (abono orgánico).
En ese lugar, perteneciente a la policía y ubicado en la comuna de Kasa-Vubu, los agricultores tienen ocho hectáreas para plantar varias verduras como amaranto, tomates, col, espinaca y acedera.
Antoine Musho, del Servicio Nacional de Semillas, dijo a IPS que, aunque en Kinshasa hay dos estaciones lluviosas, los agricultores deben cultivar todo el año debido a la gran demanda de verduras en esta ciudad con 10 millones de habitantes. Para ello extraen el agua de unos pozos que cavaron cada 300 metros.
La policía, encargada de la seguridad del lugar, autorizó a los agricultores a ocuparlo. "Se les permitió usarlo para que se hicieran cargo de él", dijo a IPS el capitán Denis Ngombo, comandante en jefe del sitio.
A pesar de la presencia policial, los agricultores guardan sus herramientas, azadas, rastrillos y regaderas, en sus casas. Llegan al lugar al amanecer con bolsas y cuencos y esperan a que vengan los clientes a comprar las verduras, aunque algunos también traen desperdicios orgánicos para venderles, con los que el grupo fabrica el compost.
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Richard Biemo, un ingeniero del Servicio Nacional de Fertilizantes e Insumos Relacionados, dijo a IPS que el suelo de Kasa-Vubu es muy arenoso y no se obtienen buenas cosechas sin enriquecer la tierra.
El compost es esencial para el cultivo de verduras, que deben crecer y cosecharse de forma natural, sin fertilizantes químicos, indicó.
Los agricultores aprendieron a usar el compost gracias a Cornellie Niongo, técnica agrícola del Servicio Nacional de Horticultura Periurbana.
"Capacito a este grupo de agricultores desde 2011. Los aliento a utilizar siempre este tipo de fertilizantes porque no plantean ningún riesgo para la salud", dijo a IPS.
Adolphine Misenga supervisa la compra de desperdicios orgánicos para fabricar el compost. Dijo a IPS que compra hojas y tallos de mandioca seca y shikwang (un platillo popular de mandioca fermentada) a hogares y restaurantes por el equivalente a cinco dólares por carro cargado.
También coincidió en que el compost es una enorme contribución al cultivo. Antes los agricultores debían esperar más de seis semanas para cosechar 10 toneladas de amaranto por hectárea, pero desde que comenzaron a fabricar compost en 2011, cosechan entre 25 y 30 toneladas en solo cuatro semanas.
Nathalie Mayato, quien tiene una decena de huertas en elevación, dijo a IPS que cuando comenzó tenía que esperar seis o siete semanas para cosechar y poder vender la producción.
"Ahora cuatro semanas bastan para que maduren varias huertas de amaranto, que se vende a 20 dólares cada uno. El compost también me permitió aumentar la producción de tomate, que pasó de una tonelada entre 2009 y 2011, a 2,5 en la actualidad", relató Mayato.
Kasa-Vubu es una "mina de oro verde" porque le permite tener un buen ingreso, dijo a IPS.
Philémon Mulekita, responsable de las relaciones del grupo de agricultores con la policía, coincidió con ella. "No lamento haber dejado de viajar al interior por trabajo porque mi nueva actividad es más redituable", explicó.
"Además de los clientes que vienen de todos los mercados municipales, exportamos unas cinco toneladas por mes de verduras a París y a Bruselas", dijo a IPS.
Pero hay un nubarrón en el horizonte. "El lugar es codiciado por promotores inmobiliarios que quieren construir un centro comercial. Pero por ahora estamos aquí y aprovechamos el favor que nos hace la policía de dejarnos trabajar", explicó.