Asmahan Ramadan y su familia toman centenares de fotografías en la azotea de su casa, pero no de ellos mismos ni del superpoblado campamento para refugiados donde viven.
"Es como criar a un hijo", dijo Ramadan, sonriendo bajo la malla metálica que protege al pequeño invernadero instalado en el techo de su edificio de apartamentos.
Tomates, pepinos, berenjenas, judías y otros vegetales cuelgan de decenas de plantas cultivadas en cuatro filas de tubos.
Sobre estos tubos, otros caños más pequeños y con agujeros irrigan ese original jardín dos veces al día, que es cuidado por Ramadan, su esposo y sus cuatro hijos.
La familia toma regularmente las fotos para no perder ni un milímetro el crecimiento de las plantas.
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"Me siento más fuerte", dijo Ramadán. "Cultivo algo y lo como de mi propio trabajo. Contribuyo con mi familia, y eso genera un buen sentimiento".
Este proyecto familiar ha inspirado también a algunos de sus vecinos.
Hoy, 11 familias administran invernaderos similares en los techos de sus casas en el campamento para refugiados de Dheisheh, cerca de la sureña ciudad cisjordana de Belén.
La idea también se propaga a otros lugares: ya fue instalado un invernadero en el cercano campamento de Aida, y hay más planeados en otros sitios.
El proyecto fue iniciado a comienzos de este año por Karama, una asociación local palestina con sede en Dheisheh que ofrece programas educativos y de capacitación a jóvenes y mujeres.
Esta organización proveyó a las familias infraestructura básica y semillas. El financiamiento vino de una donación de 8.000 dólares hecha en una entrega por un antiguo trabajador voluntario internacional.
Yasser Al Haj, de Karama, dijo que la organización elige para el proyecto a las familias con mayores necesidades financieras.
También tiene el objetivo específico de hacer que las mujeres palestinas se sintieran más independientes e involucradas en el sustento de sus familias.
"En primer lugar, el proyecto busca fortalecer a las mujeres y hacerles sentir que hacen una contribución, para que así asuman su lugar en la sociedad", explicó Al Haj.
"En segundo lugar, se trata de apoyo financiero. Si pueden ahorrar dinero evitando comprar tomates y pepinos, esto les ayudará a adquirir otras cosas", señaló.
Al Haj dijo a IPS que el proyecto también tenía la intención de ser un ejemplo de cómo los refugiados palestinos pueden ser menos dependientes de las donaciones internacionales.
"Estamos tratando de apoyarlos de alguna manera y hacer que no se sientan mendigos. Este es uno de los desafíos para nosotros y para las familias: enseñarnos a nosotros mismos a ser productivos en lugar de depender de la ayuda internacional", señaló.
Unos 13.000 palestinos viven en el campamento de Dheisheh, que sufre una gran cantidad de problemas, incluyendo superpoblación, mala infraestructura y falta de escuelas. Un tercio de los residentes están desempleados y 15 por ciento de los hogares no tienen conexión con el sistema público de saneamiento.
El nivel de inseguridad alimentaria creció siete por ciento entre 2010 y 2011 en los territorios palestinos ocupados, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA).
Pero la situación se agravó para los palestinos que viven en los campamentos de Cisjordania, donde las tasas de inseguridad alimentaria llegaron a 29 por ciento en 2011.
Alaa Tartir, coautor del informe "Farming Palestine for Freedom" (Cultivando Palestina para la libertad), sostuvo que la agricultura podía ayudar a los palestinos a lograr una economía más sostenible y autosuficiente, lo que llevará a la seguridad alimentaria.
El desafío "será crear una nación autosuficiente y con seguridad alimentaria, que no se limite a esperar que la UNRWA o la Autoridad Palestina o la comunidad internacional les lleve paquetes de comida", dijo a IPS.
"Ese es el punto de partida: cuando comencemos a cultivar nuestras tierras, cada centímetro, incluyendo los techos de nuestras casas, crearemos una nación con seguridad alimentaria", señaló.
"La agricultura siempre hace una conexión, un lazo entre los palestinos su tierra. Eso va conectado con la cuestión más general de la lucha y con otra aun mayor, la de la identidad, lo que significa ser palestino", agregó.
Para Asmahan Ramadan, cuya familia poseía tierra y se dedicaba a la agricultura tradicional en su aldea de Zakaria, cerca de Jerusalén, la experiencia de cultivar en el techo la hizo sentir más ligada con su pasado.
"Me conecta con la tierra. Mi familia estaba formada por agricultores, y por tanto he regresado a mis raíces", dijo Ramadan, quien nació en el campamento de Dheisheh. "Me da la sensación de que estoy sentada sobre un gran campo. Este es mi campo".