El pueblo tsimane mosetene, de la Amazonia boliviana, ha encontrado en un proyecto comunitario de ecoturismo la herramienta para preservar su hábitat y su forma de vida, en una iniciativa reconocida con un galardón promovido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
La Empresa Comunitaria Mapajo Ecoturismo Indígena «es el resultado de una decisión de las mujeres y varones de la comunidad tsimane, para tener un ingreso con el que educar a nuestros hijos, porque vimos que era imposible hacerlo con nuestra pequeña producción agrícola», dijo a IPS una de sus dirigentes, Lucía Canare.
La participación activa de las mujeres en el proyecto, así sea en áreas pactadas con el hombre, es un gran paso para este pueblo donde ellas y ellos han tenido secularmente tareas muy diferenciadas y las decisiones han estado concentradas en los hombres, dentro de una sociedad en donde la poligamia ha sido práctica tradicional.
La empresa homenajea al mapajo, el árbol sagrado de la selva amazónica boliviana que alcanza 40 metros de altura y a cuyo cobijo crecen otras muchas especies maderables del bosque húmedo de los departamentos de La Paz y de Beni, en el oeste y norte del país.
«Trabajamos en el campo, para luego ocuparnos en forma rotativa de nuestra empresa turística, así todos nos beneficiamos y todos atendemos nuestras otras tareas», explicó Canare. «El producto del campo sustenta la alimentación de nuestras familias» y el ecoturismo da ingresos, «aunque para útiles escolares y no mucho más», contó.
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Las mujeres de la comunidad fueron capacitadas en gastronomía y ejercen de modo rotatorio como camareras, cocineras, motoristas o guías. Canare es la jefa de la cocina del albergue indígena, con un menú tradicional que se nutre de los chacos familiares, las pequeñas áreas taladas para sembrar.
Arroz, yuca, plátano (banano para cocinar), maní, frijol, ají y caña de azúcar integran el cultivo del chaco que ellas cuidan temprano en las mañanas, tras ocuparse del desayuno familiar. Los varones aportan productos de la caza y la pesca y a todo ello se suman los frutos del bosque.
Rurrenabaque, el más habitado de los cuatro municipios por los que se diseminan los pobladores de las comunidades tsimanes y mosetenes, muestra lo poco conectados que permanecen estos pueblos con la civilización dominante.
[pullquote]1[/pullquote]Esa localidad está solo a 410 kilómetros al nordeste de La Paz, pero para hacer el trayecto que las une por vía terrestre se demora entre 12 y 18 horas. Y luego hay que hacer una travesía por río de entre dos y tres horas para llegar hasta Asunción del Quiquivey.
Unas 290 personas viven en este poblado, ubicado cerca de la ribera del río Quiquivey, afluente del Beni.
Los ríos son parte esencial de la vida de los pueblos chimán y mosetén, como también se conoce a las dos etnias unificadas desde 1991 en el Consejo Regional Tsimane Mosetene (CRTM), que coordina 22 comunidades y unos 2.000 indígenas.
En 1997 cambió la vida de Pilón de Lajas, la región natural donde se asientan los tsimanes y mosetenes. El CRTM logró una de sus mayores reivindicaciones: que el Estado boliviano decretase su espacio como Tierra Comunitaria de Origen, lo que otorga derechos sobre sus 4.000 kilómetros cuadrados.
Pasaron 10 años antes que el actual presidente de Bolivia, Evo Morales, hiciese entrega formal de la titularidad colectiva al CRTM, lo que le ha permitido consolidar proyectos productivos, como el del aprovechamiento de la jatata, una palmera tropical propia de la zona, y otros vinculados al llamado desarrollo en pie de la Amazonia.
Ya antes, en 1977, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura designó como reserva de biosfera a Pilón de Lajas, colindante con el Parque Nacional Madidi, conformando una gran área protegida.
Vivir en armonía con la naturaleza ha sido una práctica ancestral de los tsimanes mosetenes. Por ello son pueblos de escasa migración, sin carencias alimentarias, asentados en la zona de amortiguación de la reserva de biosfera y que usan los recursos naturales de su entorno para hacer trueque con sus vecinos de las tierras más altas.
El tejido de la jatata, con cuyas grandes palmas se elaboran característicos paños para techar las viviendas, es uno de los productos que elaboran también para otras poblaciones, explicó a IPS el cacique de Asunción y vicepresidente del CRTM, Clemente Caimani, de 44 años.
Las mujeres también realizan artesanías en sus telares, esteras, canastas y maricos, como se denominan los bolsos de paja que los pobladores de Pilón de Lajas llevan siempre consigo, llenos de utensilios.
En 2010, El CRTM recibió el internacional Premio Ecuatorial por sus logros en la preservación de la reserva de la biosfera y la mejora de la vida de las comunidades de Pilón de Lajas mediante proyectos de ecoturismo o de aprovechamiento sustentable de sus recursos.
El premio es entregado por Iniciativa Ecuatorial, conformada por gobiernos y sociedad civil y encabezada por diferentes agencias de la ONU.
«Logramos reducir la pobreza de nuestro territorio con proyectos productivos», explicó Caimani, quien recibió el reconocimiento en Nueva York. Los 20.000 dólares del premio, dijo, reforzaron iniciativas como la del ecoturismo de Asunción, la producción de jatata o de cacao, que mejoran la vida de las comunidades preservando su hábitat.
Caimani reconoció que los roles del hombre y la mujer son muy marcados en la sociedad tsimane mosetene.
«La mujer hila, teje, tiñe, hace los husos y los maricos. El hombre sería visto como una mujer si hiciese esas actividades y ella tampoco puede hacer flechas o cazar, por ejemplo», dijo.
«Pero estamos juntos en mejorar nuestra vida y la de nuestros hijos en armonía con la naturaleza y eso lleva a cambios positivos en las familias», afirmó.
«No chaqueamos (sembramos) en grandes extensiones, sino lo suficiente para alimentarnos. La selva es una tienda para nosotros. De ahí sacamos alimentos, la carne que requerimos, las frutas del bosque y las plantas medicinales», explicó Canare, de 46 años y madre de 12 hijos.
«Por eso la protegemos y rechazamos que el gobierno deshaga nuestra labor con sus megaproyectos, más bien pedimos que nos ayuden para seguir protegiendo el territorio», planteó.
Recordó que en Asunción y en otras áreas de Pilón de Lajas las amenazas de desarrollos mineros, petroleros y de infraestructura son continúas.
«Hemos pasado muchas situaciones difíciles y ahora mismo nuestro territorio está amenazado por megaproyectos del actual gobierno, como la represa de Bala y la explotación petrolera», dijo Canare.
El proyecto hidroeléctrico de Bala, que el gobierno retomó desde 2011, inundaría el acceso natural al territorio indígena y dejaría sin tierra a unas 1.000 familias de la zona, amenazadas también por crecientes desarrollos petroleros en Beni, rico en hidrocarburos.
Para los habitantes de Asunción se trata de proyectos que van en contra de su futuro, al contrario de otros, como el de la empresa del Mapajo, que orgullosamente operan desde 2000.