La batalla por el federalismo en el este de Libia

Libia se aproxima a sus primeras elecciones en más de cuatro décadas, pero un ruidoso sector de la ciudadanía de la región oriental se muestra muy poco entusiasta ante este logro democrático.

Los comicios del sábado 7 para elegir al Congreso General Nacional serán el primer paso para establecer un nuevo sistema político, pero parte de la población del este los ve como una continuación de las políticas discriminatorias que, alega, han marginado a esa región durante décadas.

El Congreso sustituirá al Consejo Nacional de Transición (CNT), un órgano legislativo y ejecutivo interino establecido días después de que comenzara el alzamiento contra el régimen de Muammar Gadafi (1969-2011), en febrero del año pasado.

El Congreso General Nacional nombrará al primer ministro, designará a los integrantes de un organismo encargado de redactar la Constitución y supervisará el referendo popular para ratificarla. También está encargado de anunciar los resultados de las elecciones parlamentarias que se celebrarían una vez terminado el proceso constituyente.

El domingo 1, cientos de personas tomaron la sede de la Alta Comisión Nacional Electoral en la oriental ciudad de Bengasi, incendiaron las oficinas y el material para los comicios.
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Los manifestantes, jóvenes y algunos de ellos armados, gritaban consignas federalistas y cánticos contra el CNT, en reclamo de mayor autonomía para la región oriental de la Cirenaica.

Este fue el último de una serie de estallidos ante lo que muchos habitantes de Cirenaica consideran una injusta distribución de los 200 escaños que tendrá el Congreso.

El CNT asignó los lugares según la cantidad de población: 100 para la región occidental de Tripolitania, 60 para Cirenaica y 40 para Fezán, que ocupa la porción sudoeste.

El descontento ha llevado a algunos candidatos locales a expresar abiertamente su preferencia por un régimen federalista, uno de los temas más calientes de esta campaña electoral.

Pero la frustración de los cirenaicos va más allá de la cantidad de escaños.

En los 42 años del régimen de Gadafi –asesinado en octubre de 2011 por una turba de rebeldes–, Cirenaica fue una región marginada. El líder libio centralizó el gobierno y el poder en la capital, Trípoli, y exprimió de la región oriental sus grandes riquezas petroleras sin permitirle beneficiarse de sus ganancias.

Bengasi, segunda ciudad del país y capital de Cirenaica, se enorgullece de haber iniciado la revolución que terminó con Gadafi. Pero algunos de sus habitantes sienten que los dirigentes del CNT la privaron de las recompensas por ese sacrificio.

Y denuncian que varios decretos del CNT sobre presupuesto, oportunidades de empleo y educación han favorecido al occidente, siguiendo la tradición de Gadafi.

A modo de protesta contra el poder de Trípoli, el joven de 26 años Hussein El Awami, graduado en la Universidad de Bengasi, creó junto a otros el Consejo de Transición de Cirenaica, que en marzo lanzó una proclama de independencia para la región.

«La zona occidental se niega a ver quiénes somos. Como libios no somos un único pueblo. Si hurgamos en nuestra historia veremos que somos una nación conformada por distintos pueblos de tres culturas completamente diferentes: Cirenaica, Tripolitania y Fezán», argumentó El Awami.

Esta interpretación es defendida por el académico Ronald Bruce St. John, quien sostiene en sus estudios sobre Libia que esa división geográfica en tres zonas, cada una separada por formidables barreras territoriales, pone en duda que el país moderno sea, o debiera ser, una unidad política.

En su libro «Libya – From Colony to Revolution» (Libia, de la colonia a la revolución), St. John sostiene que «Cirenaica tendía a mirar al este, hacia el Máshreq, el mundo islámico oriental, mientras Tripolitania miraba al Magreb, el mundo islámico occidental».

«Y puesto que la Libia meridional se internaba en el desierto del Sahara, compartiendo con los estados africanos vecinos ciertas características socioeconómicas, Fezán miró naturalmente al sur, hacia África central y occidental».

El antecesor de Gadafi, el rey Mohammad Idris al Senussi, gobernaba originalmente la Cirenaica, pero fue invitado por el imperio británico a convertirse en emir del resto de las regiones libias, en recompensa por su apoyo a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Cirenaica se mantuvo como un bastión de Al Senussi incluso después de que Gadafi lo destronara, en 1969. Muchos orientales aseguran que el dictador castigó a la región por su persistente apoyo al exmonarca.

En el caos posrevolucionario, El Awami levantó la bandera de que la mayor parte del pueblo de Cirenaica apoyaba la idea del federalismo, o al menos de una amplia descentralización y autonomía respecto del poder de Trípoli.

«Luego de nuestra declaración de independencia, el CNT inició una guerra mediática contra el federalismo y sembró la idea de que era sinónimo de ‘división’ del país. No es eso lo que buscamos», dijo El Awami. «En un estado federal hay unidad».

En efecto, los llamados al federalismo encendieron alarmas en Trípoli. El presidente del CNT, Mustafá Abdul Jalil, advirtió que su gobierno usaría la fuerza para mantener la integridad territorial, entre otras medidas para mejorar la seguridad interna.

Trípoli rechaza un sistema federal argumentando que la partición de Libia podría tener consecuencias negativas de largo aliento, como conflictos armados entre las tres regiones.

«Buscan crear miedo», replicó El Awami. La verdad es que temen el sistema federal porque creen que podría hacer más poderosos a los jefes tribales frente a los partidos políticos, alegó.

El doctor en sociología Faraj Abdel Aziz Najem, candidato independiente por Bengasi, cree que los federalistas orientales son apenas una «minoría ruidosa».

Como muchos otros postulantes de Bengasi, Najem es un firme defensor de la descentralización, pero rechaza la posibilidad de separar su región del resto del país.

En su opinión, su ciudad es «el compás político de Libia», y el país solo tendrá paz si la economía de Bengasi tiene la oportunidad de prosperar.

«Bengasi es una pequeña Libia, todos los tipos de habitantes están representados en esta ciudad», dijo. «En otros lugares del país se espera que ejerza un liderazgo, como lo hizo desde la Primera Guerra Mundial (1914-1919) y en esta última revolución. Por tanto, para que Bengasi se tranquilice debería convertirse en un centro económico».

Según una antigua leyenda griega, escribe St. John., los pueblos bajo control de Cartago, en la occidental Tripolitania, y los de Cirenaica, en el este, «acordaron establecer las fronteras entre sus respectivas esferas de influencia en el punto en que se encontraran los corredores que partieran de cada una de esas regiones».

El cuento afirma que los corredores se encontraban aproximadamente a mitad de camino, en la costa sur del golfo de Sirte, no lejos de donde estallaron hace poco las manifestaciones cuando el CNT anunció la distribución de escaños en la nueva asamblea.

Las fuerzas del Consejo de Transición de Cirenaica instalaron retenes a lo largo de la carretera costera que conecta el este con el oeste, para impedir el paso de vehículos militares y de buena parte del transporte comercial.

«Aquí debería fijarse el límite de nuestro estado federal», alegó El Awami, que conoce la leyenda. «Cuando ganemos nuestros derechos, estos retenes ya no serán necesarios».

* Publicado bajo acuerdo con Al Jazeera.

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