Seis meses han pasado desde el comienzo del Año Internacional de las Cooperativas (AIC), convocado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y es inevitable constatar que el objetivo de llamar la atención mundial sobre este formidable instrumento de producción social no ha sido alcanzado.
El análisis de este período muestra que, si bien se registra un aumento cuantitativo de las informaciones relacionadas con las cooperativas, el conjunto sigue siendo exiguo en comparación con la importancia global del mundo cooperativo.
El cooperativismo nació a comienzos del siglo XIX en Inglaterra, promovido por los sindicatos en oposición a la expansión capitalista impulsada por la Revolución Industrial, y asumió la función de mejorar la capacidad adquisitiva de los asalariados (cooperativas de consumo).
Desde allí, el sistema de propiedad cooperativa se propagó en el mundo, en la industria y en el sector primario, en el comercio y en otros ramos del sector de servicios.
Asimismo, las cooperativas ocupan un espacio importante en el campo de los medios de comunicación.
Hay centenares de medios que dedican su información al mundo cooperativo y hay miles que son cooperativas, como por ejemplo la agencia estadounidense Associated Press, el diario francés Le Monde o la agencia IPS, que desde su nacimiento en 1964 presta atención a la información cooperativa en el marco de una política editorial enfocada en el desarrollo y la sociedad civil, en particular en los países del Sur.
La dimensión global de las cooperativas se refleja en estas cifras: la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), fundada en 1895, agrupa a 267 organizaciones de 96 países que representan más de 1.000 millones de personas en todo el mundo.
El director general de la FAO, José Graziano Da Silva, sostiene que, en la agricultura, la asociación de productores aumenta los beneficios porque actuando colectivamente tienen más capacidad para aprovechar las oportunidades, acceder a los servicios, lograr mejores precios de compras de insumos y mayores márgenes por la venta de sus productos.
Los beneficios de las cooperativas, además, son un motor para el desarrollo local: fortalecen las comunidades y mueven las economías, ya que generan empleos y aumentan los ingresos.
Da Silva añade que las cooperativas son un aliado estratégico para promover el desarrollo socioeconómico y ambientalmente sostenible que el mundo necesita. Este concepto implica que, para lograr el desarrollo sostenible, se debe superar la exclusión social y sobre todo el hambre que afecta a más de 900 millones de personas en el mundo.
La presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, pone como ejemplo de este proceso a su país, donde una de cada tres personas económicamente activas participa en cooperativas.
«El cooperativismo es un factor decisivo para la modernización y el desarrollo tecnológico de los sistemas productivos. En Costa Rica es responsable de activos equivalentes a más de cuatro por ciento del producto interno bruto (PIB) y de más de 10 por ciento del PIB agrícola, dice.
Chinchilla agrega que gracias al cooperativismo, en Costa Rica se ha consolidado un modelo de inclusión social. Además de la actividad económica, las cooperativas tienen un papel destacado en el sistema educativo y en la prestación de servicios de salud. Por ejemplo, 23 por ciento de la matrícula escolar es gestionada por cooperativas».
Por su parte, el cooperativista brasilero Roberto Rodríguez opina que «la globalización económica perturba la paz y la democracia, ya que genera exclusión social y concentración de riqueza, mientras las cooperativas, que operan como el brazo económico de la organización social, trabajan para contrarrestar esta tendencia.
Las cooperativas tienden un puente entre el mercado y el bienestar colectivo, y por lo tanto son un instrumento de defensa de la paz y la democracia», puntualiza.
Como se ve, el relieve del cooperativismo como instrumento alternativo a los actuales modelos económicos en crisis, contrasta con el hecho de que el AIC no ha logrado reavivar y actualizar el interés por el mundo cooperativo en los medios de comunicación.
Una parte de la explicación radica en la dispersión del mensaje, a pesar de los esfuerzos realizados por la ONU, el AIC y numerosos medios cooperativos en todo el mundo. Se ha observado la ausencia de una coordinación eficaz entre los actores cooperativos y los medios a través de una verdadera sinergia.
Más allá de esta ocasión, es evidente la necesidad de que el movimiento cooperativo asuma una estrategia de comunicación social actualizada y se dote de los instrumentos para la difusión relativa a su mensaje y a sus actividades, en un grado superior a lo realizado hasta ahora por las diferentes organizaciones.
Se debe crear un verdadero pool informativo de medios cooperativos. Se trata de definir un momento de encuentro de los medios cooperativos u organizados como cooperativas que acuerden coordinar información y esfuerzos para lograr un mayor impacto de los mensajes centrales.
Asimismo, deben crearse instrumentos comunes virtuales que hagan circular contenidos tradicionales y nuevos producidos por los medios sociales
La eficacia de estos instrumentos dependerá de que se formen y entrenen periodistas especializados en el cooperativismo. Como en otros ramos del periodismo, el dedicado a las cooperativas exige profesionales capacitados en este tipo específico de información.
No existen en el mundo necesidades sociales o económicas para las cuales la cooperación no sea un factor decisivo.
Por ello, el cooperativismo se proyecta como un imperativo frente a los grandes retos de la humanidad, pero también como forma de gestión participativa y horizontal capaz de generar mayores rendimientos.
Podríamos decir que nunca como antes el cooperativismo se erige como imperativo organizativo y como la alternativa al modo de producción de las corporaciones transnacionales. Nada es más moderno y más necesario que la empresa cooperativa. (FIN/COPYRIGHT IPS)
* Mario Lubetkin es el director general de la agencia de noticias Inter Press Service (IPS).