Las ciudades del norte y del sur de Líbano son testigo del aumento de atentados contra comercios de venta de bebidas alcohólicas, un fenómeno relativamente nuevo en este país famoso por su efervescente ambiente de clubes y cantinas.
Beber en público no genera suspicacias en Beirut, donde es común que la gente baile encima de las barras, se tome unos tragos de vodka o empine botellas de champagne.
Pero más allá de los clubes nocturnos, los bares, las boutiques y los teatros de Beirut, el sur del país se ha vuelto más conservador en los últimos años. La región es conocida como el corazón chiita, a diferencia del norte que es un bastión sunita.
Es difícil encontrar alcohol en los comercios de los pueblos y de las ciudades del norte y del sur porque está prohibido tanto por el Islam chiita como sunita.
"Hace unas semanas recibí una amenaza telefónica. Me dijeron que me iban a agredir si no cerraba el negocio", dijo Wassef Hussein, un vendedor de bebidas alcohólicas que vive en Houla, un pueblo del sur de mayoría chiita, donde también vive mucha gente votante de la izquierda.
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Junto con los pueblos cristianos vecinos, Houla es una de las pocas localidades del sur que no se rige por la prohibición regional impuesta al alcohol por el prochiita Hezbolá (Partido de Dios).
La creciente presión de los conservadores perjudica el negocio, se quejó Hussein. "La gente está asustada o demasiado avergonzada para comprar alcohol en mi tienda", se lamentó.
Varios comercios de venta de alcohol de la sureña ciudad comercial de Nabatiyeh cerraron el año pasado porque sus propietarios fueron amenazados por miembros de un partido local no identificado.
Tiro, una ciudad portuaria a pocos kilómetros de Houla, es conocida por ser relativamente liberal y tener una variedad de bares y restaurantes donde trabaja la mayoritaria comunidad chiita, así como cristianos y musulmanes sunitas.
Pero en los últimos meses, una serie de atentados con explosivos contra restaurantes y bares sacudió el popular destino turístico.
Las bombas, que comenzaron en noviembre de 2011, parecen tratar de evitar víctimas. Las dos primeras explosiones ocurrieron la misma noche, una fue en el Hotel Queen Elissa, mientras la otra destrozó un comercio de bebidas alcohólicas.
El restaurante Tyros también sufrió un atentado con bomba días antes de la víspera de Año Nuevo. Luego, en abril de este año, explotó una bomba en el bar Nocean justo después del cierre, dejando cinco empleados heridos.
"Utilizan la excusa del alcohol para atentar contra el turismo. No tengo recursos para reabrir mi restaurante, en el que invertí 250.000 dólares", indicó Zahi Zeidan, propietario de Nocean, en entrevista telefónica con IPS.
"Como suele ocurrir en Líbano, las fuerzas de seguridad no dan explicaciones de por qué los responsables, que quedaron registrados por la cámara de seguridad, siguen libres", añadió.
Estos ataques hacen retroceder a Líbano a un doloroso pasado. Hace más de una década, lugares de venta de alcohol en la ciudad de Sidón fueron blanco de ataques violentos, la mayoría atribuidos a palestinos sunitas radicales del vecino campamento de refugiados de Ain el-Helweh.
Pero esta vez, nadie se adjudicó los atentados. La policía mantiene su mutismo, pese a que varias víctimas denunciaron amenazas de un grupo misterioso que dice llamarse Amr Bil Maarouf wu Nahi al-Mounkar (acata la caridad y pon fin a la desviación).
"Tengo derecho a vender lo que quiera mientras no viole la ley libanesa. Tengo permiso del gobierno para vender alcohol y no acataré las órdenes ni las leyes de ningún partido u organización", declaró Hussein con tono desafiante.
Mientras, en el norte de Líbano, los comerciantes hacen frente a otro tipo de intimidación. En Mina, un barrio cristiano de la ciudad de Trípoli, los pocos bares que abrieron cerraron enseguida o dejaron de vender alcohol a raíz de las amenazas recibidas.
"Nos divertíamos saliendo a tomar algo, pero dejamos de hacerlo por todos los motociclistas que pasan haciendo destrozos en los bares o insultando a los clientes para buscar pelea", señaló Stephanie, una residente de Trípoli.
Para el periodista Kassem Kassir, los incidentes son sintomáticos de la creciente islamización de la sociedad libanesa.
"Hay un aumento de la religiosidad entre chiitas y sunitas, que se expresa de diferentes formas según la región. Los ataques tienen firmas muy distintas en el norte y en el sur, y no necesariamente son actos de grupos organizados", indicó, aunque dijo que escuchó hablar de Amr Bil Maarouf wu Nahi al-Mounkar.
"Esos grupos podrían estar vinculados a facciones políticas libanesas o simplemente ser personas que implementan la fatwa" (edicto religioso), apuntó.
Independientemente de quiénes sean, los extremistas parecen haber hecho pesar su posición. "La ciudad de Tiro está muerta en una estación en la que solía ser bulliciosa", indicó Zeidan. "Para que vuelva a prosperar es necesario detener estos actos", remarcó.