Ahmed, de 12 años, se detiene a mirar los agujeros de bala que quedan en las paredes del estrecho callejón que va de su casa a la calle principal del parque de Abobo en esta ciudad marfileña. Luego reanuda la marcha apoyándose en sus muletas, apurado para tomar el autobús que lo llevará al barrio de Adjamé.
En su mochila lleva agua jabonosa, un cepillo y una lata de cera para lustrar los zapatos de sus clientes.
«Mi padres me dieron estos implementos hace tres semanas. Al igual que mis amigos trabajo todos los días con una sonrisa. A veces vuelvo con bastante dinero, pero en general con muy poco», relató.
En marzo de 2011, cuando Costa de Marfil sufrió una crisis postelectoral, Ahmed tuvo que cargar municiones para los combatientes que se apostaron en su barrio. Lo llevaron al medio de un violento enfrentamiento entre insurgentes y fuerzas gubernamentales.
Durante seis meses se enfrentaron las fuerzas del entonces presidente Laurent Gbagbo, quien se negó a entregar el poder, contra las de Alassane Ouattara, que había obtenido la mayoría en las elecciones de noviembre de 2010. Miles de personas fueron violadas, torturadas y padecieron otro tipo de violencia.
[related_articles]
«El ruido de las armas era ensordecedor. Me tiré al piso y me eché a llorar», dijo a IPS. «Me hirieron en la pierna, que luego debió ser amputada», apuntó.
Desde entonces, Ahmed abandonó la escuela y ahora comienza a acostumbrarse a su nueva vida de lustrabotas lejos de casa, dijo su padre, Yussuf Traoré. «Desde que lo hirieron pasaba malhumorado y aislado. Creo que después del drama, algo no andaba bien. Necesitábamos encontrarle algo que hacer, algo que le renovara la esperanza», apuntó.
En el mercado de Marcory de Abiyán, donde las mujeres van a trenzarse el cabello, Solange ayuda a su hermana mayor a realizar las elaboradas trenzas de sus clientas, que requieren mucho tiempo. Esta adolescente de 15 años fue violada durante la crisis en Yopugon, otra parte de la ciudad. No va a la escuela, pues todavía no se encuentra bien.
«No quería que mis compañeros se rieran de mí cada vez que me acercaba. Paso mucho tiempo aquí con mi hermana. El trabajo que me da me reanima», dijo a IPS. «Lo más importantes es que me distrae de pensar en lo que sufrí», remarcó.
Solange no recibió ningún tipo de ayuda psicológica ni de otro tipo, indicó su hermana.
Fabrice, de 10 años, y Adjaratu, de 13, tuvieron más suerte. También estaban en Yopugon y tienen problemas emocionales debido a los incesantes disparos de armas pesadas. Pero desde hace seis semanas están a cargo de la organización no gubernamental Enfance et Développement (Infancia y Desarrollo), con sede en Abiyán.
Como los otros niños, se iniciaron en un oficio. Fabrice abandonó la escuela y trabaja como zapatero, y Adjaratu, quien nunca estuvo escolarizado, vende agua en bolsas en la calle.
«Con este trabajo, mi vida cambió», dijo Fabrice. «Estaba tan distraído, pero aprendí a hacer lo mejor que puedo en cualquier cosa que haga, sin hablar de guerra ni armas», apuntó.
Estos cuatro niños y adolescentes son solo un ejemplo de las muchas víctimas jóvenes de la crisis postelectoral que sufrió Costa de Marfil de diciembre de 2010 a abril de 2011.
Entre noviembre de 2010 y septiembre de 2011, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la organización no gubernamental Save the Children registraron 1.121 casos de graves violaciones de derechos humanos cometidas contra mujeres, niños y niñas durante los enfrentamientos.
Esa cifra, solo una pequeña porción de todas las personas perjudicadas, comprende a 643 menores, entre ellos 182 sobrevivientes de violación, 19 obligados a ayudar a alguno de los bandos, 13 muertos y 56 gravemente heridos.
«La mayoría de los delitos permanecen impunes, solo 52 casos están siendo procesados pese a que la mitad de las víctimas conoce a sus agresores», indicó Unicef.
De los casos en manos de la justicia, 27 son de violación y 25 por otro tipo de agresión sexual.
Dos de cada tres niños incluidos en el estudio de Unicef y Save the Children no recibieron ayuda profesional de ningún tipo. Uno de cada cuatro recibió asistencia médica.
De las víctimas de violación, 44 por ciento fueron atendidas por un médico, mientras que 39 por ciento no recibieron ningún tipo de asistencia profesional.
«Mediante actividades recreativas, solo ayudándolos a divertirse, disminuimos el trauma de estos niños», señaló Josiane Niamké, presidente de Enfance et Développement. «Alentamos a los padres a mantenerlos ocupados para ayudarlos sanar su dolor», añadió.
El psiquiatra Francis Gnaly, de Abiyán, explicó que a esos niños siempre hay que escucharlos y apoyarlos, así como ofrecerles formas de distracción. Pero «por desgracia no ocurre», se lamentó.
Lograr la participación de los niños y niñas afectados por el conflicto en varias actividades es una excelente forma de ayudarlos a procesar sus traumas, indicó Gnaly.