En este húmedo islote filipino cubierto de mangles, Lucena Duman y sus vecinas han hallado la ruta para salir de la pobreza, trabajando como conservacionistas y guías turísticas.
Luego de alimentar a sus cabras, que otrora fueron su única fuente de ingresos, Duman, de 46 años, se pone un sombrero de ala ancha para protegerse del sol, se desliza dentro de una camiseta amarilla que la identifica como guía y parte en su balsa de bambú. Va de su aldea de pequeños pescadores y agricultores hasta la isla de Ang Pulo, en el mar de la China del Sur.
Su trabajo en el islote de 7,5 hectáreas ha renovado el interés en los manglares.
"Antes, todo lo que sabía de los mangles era que constituían una fuente de leña y alimento: caracoles", admite durante una interrupción de su tarea como guía de visitantes para plantar arbustos de esta especie.
"Pero luego de capacitarnos, nos dimos cuenta de que nuestro entorno tiene mucha más riqueza para nosotros si protegemos los manglares", agregó.
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El cambio que desde fines de 2009 se registra en el mar no se limita a Filipinas. Relatos similares pueden oírse en toda Asia sudoriental, en tanto organizaciones regionales e internacionales que promueven la biodiversidad y alientan a las comunidades locales a convertirse en un ejército de a pie para defender lo que queda de unos 63.000 kilómetros cuadrados de bosques de mangle.
"Este es un fenómeno que se propaga por todo el ecosistema forestal de Asia sudoriental y el resto del continente", dice Simmathiri Appanah, funcionario forestal de la oficina Asia-Pacífico de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Bangkok.
"Las comunidades que viven cerca de los bosques son impulsadas a manejarlos y preservarlos, y lo que está ocurriendo con los manglares es un reflejo de esto", sostiene.
La nueva fórmula ofrece a las comunidades un incentivo económico para proteger los manglares y, a veces, los derechos especiales como copropietarios de los mismos. "Esto es mejor que políticas que prevalecían antes, donde las agencias del gobierno desempeñaban un rol dominante en el manejo de los mangles, ignorando a la población de los alrededores", dice Appanah a IPS.
Los 10 países que integran la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) tienen programas para proteger estos árboles que se caracterizan por tener raíces gruesas y por ser tolerantes a la sal. En este esfuerzo han participado comunidades locales, escolares e incluso el sector privado.
En Indonesia, el país más grande de la región y que cuenta con 62 por ciento de los manglares de la Asean, estudiantes universitarios agrupados en la Comunidad Verde participan en el manejo de los ecosistemas costeros cercanos a sus institutos, según el intergubernamental Centro para la Diversidad Biológica del bloque regional.
En Malasia, un proyecto de conservación de manglares apoyado por un banco privado ha dado lugar a una fuente alternativa de ingresos para las comunidades mediante la creación de viveros de estos árboles, agrega ese centro de la Asean.
En el vecino Singapur, se enseña a niños y niñas "cómo apreciar su ecosistema de manglares".
"El territorio ocupado por Filipinas y el resto de los estados miembro de la Asean alberga un tercio de los manglares, arrecifes de coral y hierbas marinas del mundo", ilustra Rodrigo Fuentes, director ejecutivo del Centro de la Asean para la Diversidad Biológica, con sede en la ciudad filipina de Los Baños.
"Estos ecosistemas mantienen la mayor concentración de fauna y flora costeras y marinas del planeta", agrega.
A consecuencia, es necesario ver el valor económico de los manglares desde una perspectiva diferente, en tanto ofrecen "una corriente de servicios de ecosistemas" que importa a los sectores de la pesca y el turismo, explica en una entrevista.
"Este cambio de paradigma está ocurriendo ahora, valorando plenamente los manglares para beneficiar a una cifra estimada de 600 millones de habitantes en la región de la Asean, que dependen de estos recursos para obtener alimentos e ingresos", según Fuentes.
Pero también hay otros beneficios. Los manglares sirven como importante barrera para las comunidades costeras azotadas por tormentas que desatan enormes marejadas, y como defensa ante aumentos del nivel del mar debidos al recalentamiento planetario.
En Malasia, las investigaciones dan otro ejemplo de cómo los manglares ayudan al planeta a combatir el cambio climático: tienen una gran capacidad de secuestro de carbono.
"Representan un sumidero de cabono potencialmente vasto, absorbiendo y almacenando el excedente de carbono de la atmósfera", declara Dicky Simorangkir, asesor de la Agencia Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ).
"Pueden secuestrar 1,5 toneladas de carbono por hectárea por año", agrega.
De todos modos, ese aumento de la valoración de los manglares no es universal, admite Simorangkir. Y cita como ejemplo la constante pérdida de mangles para hacer leña, producir carbón vegetal, y astillas y madera para vender.
Vastas superficies de mangles también se talan para dejar paso a granjas camaroneras. "Alrededor de 150.000 hectáreas de mangles se pierden al año en todo el mundo", dice Simorangkir.
Por esto importa el parque de conservación de mangles de Ang Pulo en Asia sudoriental, que en los últimos 20 años ha perdido unos 600 kilómetros cuadrados anuales de esta vegetación.
"Apenas uno por ciento de los manglares se protegen en el mundo, como los de la reserva de Ang Pulo", señala Simorangkir.
Para Duman, esto significa hacer que los turistas a quienes guía por el islote, desde estudiantes universitarios a filipinos que llegan para pasar el fin de semana, descubran los síntomas de recuperación de los mangles.
"Ahora hay más cangrejos y camarones, y unos 20 tipos de aves", dice. Y enfatiza: "Estos manglares son nuestro futuro".