Cuando falta solo un mes para el comienzo de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable, numerosas organizaciones de la sociedad civil instan al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a confirmar su participación en la cita.
Su "presencia será de crucial importancia para todos los estadounidenses y demostrará la profunda preocupación de nuestro país por las cuestiones globales urgentes que, inevitablemente, afectarán nuestra seguridad y bienestar,", reza una carta abierta de varias asociaciones ambientalistas.
También "subrayará la determinación de nuestra nación a ser un contendiente en la carrera hacia una economía verde", añaden los activistas en su misiva.
La Casa Blanca se negó a realizar comentarios, argumentando que todavía debía recibir la misiva, que el lunes 21 tomó estado público.
"El liderazgo de Estados Unidos en la conferencia es esencial", dijo Don Kraus, director general de la organización Citizens for Global Solutions, con sede en Washington.
[related_articles]
La canciller (jefa de gobierno) de Alemania, Angela Merkel, y el primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron, declinaron la invitación a concurrir a la también llamada Río+20.
"Será difícil que Merkel, Cameron y otros gobernantes no vayan si Obama prioriza la cumbre frente a otras cuestiones de política interna. No veo otro país que pueda aportar el mismo grado de liderazgo al proceso", dijo a IPS.
La conferencia que se realizará del 20 al 22 de junio en Río de Janeiro marca dos décadas desde la histórica Cumbre de la Tierra, como se llamó a la Conferencia de las Naciones Unidas realizada en esa misma ciudad brasileña en 1992.
Entonces, las negociaciones propiciaron que en 1997 se aprobara el Protocolo de Kyoto, el acuerdo internacional más significativo en la lucha contra el cambio climático, pero que Estados Unidos se resiste a firmar y ratificar pese a que sigue siendo la mayor economía del mundo, el mayor consumidor de recursos y el más contaminante.
El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, declaró a fines de abril que la participación de Obama en la cumbre es "crucial".
Por lo menos 130 gobernantes ya confirmaron su participación en Río+20, pero Obama permanece callado al respecto, pese a que ha repetido que el desarrollo sustentable es de primordial importancia para su gobierno.
Tras la crisis económica y financiera y la imposibilidad de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, realizada en Copenhague en 2009, de llegar a un acuerdo que reemplace al Protocolo de Kyoto, los gobiernos no han podido promover iniciativas en la materia.
"Después de Copenhague quedó claro que había mucho trabajo por hacer para crear un clima político propicio", dijo a IPS el activista Kyle Ash, de Greenpeace.
"En Copenhague, el mandatario estadounidense no puso suficiente peso político en el cambio climático, solo pasó el asunto al Congreso legislativo y se sentó a esperar. Entonces, los políticos no sintieron que hubiera suficiente presión política", añadió.
Desde entonces, los temas ambientales se volvieron cada vez más divisivos. Los conservadores lograron vincular el asunto a una reacción mayor contra el "despilfarro" del gasto público. El ambiente político hizo que Obama retrocediera sobre varias iniciativas importantes.
Pero una encuesta dio como resultado que 72 por ciento de los ciudadanos estadounidenses consultados creen que el recalentamiento global debe ser una prioridad "muy alta" o "media" para el gobierno nacional. Los resultados trascendieron las simpatías partidarias.
En Copenhague, "primero se trató de llegar a un enfoque complicado y jerárquico que complaciera a todos", señaló Jacob Scherr, de La Onda Verde.
"Cuando quedó claro que era imposible, Obama se sentó con las nuevas superpotencias verdes (Brasil, China, India y Sudáfrica), y elaboraron el Acuerdo de Copenhague", dijo a IPS.
"En los últimos 30 años que tengo de experiencia, hemos buscado que otros países asumieran el liderazgo cuando Estados Unidos parece no estar dispuesto a hacerlo, pero no apareció" el candidato, añadió.
Algunos observadores destacan el papel positivo de la delegación de Estados Unidos de tratar de mantener la agenda de la cumbre corta, focalizada y centrada en resultados concretos, más que en nuevos planes y promesas.
La agenda de Río+20 pasó de las cinco páginas originales propuestas por Estados Unidos a unas 140, pero Scherr dijo que las prioridades del gobierno de Obama siguen en la senda correcta, aunque podría diluirse si el presidente no participa.
"No necesitamos otro tratado ni más promesas, ya tenemos demasiadas. Esta cumbre debe lograr acciones y responsabilidades", remarcó.
"La Organización de las Naciones Unidas y Brasil dejaron claro que la cumbre no será el lugar para negociar, sino para que los gobiernos se reúnan, anuncien qué están haciendo y generen voluntad política para que los países asuman compromisos reales y de corto plazo", añadió Scherr.