En las últimas dos décadas, el activista Masao Ishiji, de 59 años, ha luchado con uñas y dientes para impedir la operación de cuatro reactores nucleares en la occidental zona costera japonesa de Oi, en la prefectura de Fukui.
En los últimos días, esa desesperada lucha alcanzó un momento clave. La asamblea municipal de Oi aprobó una resolución el lunes 14 permitiendo la reactivación de dos reactores de la planta, que habían estado clausurados para la realización de pruebas.
"La nueva decisión de Oi es un golpe para el movimiento antinuclear", explicó Yuki Sekimoto, de Greenpeace.
"También representa un duro recordatorio de la encrucijada que afrontan los residentes de la zona. Deben elegir entre sus empleos o abandonar la energía atómica, lo cual es una situación muy injusta", añadió.
El alcalde Shinobu Tokioka, que ahora afronta la difícil tarea de avalar la decisión de la asamblea local, dijo a los medios de comunicación japoneses el lunes que su principal preocupación era el daño potencial que sufriría la economía del lugar si se prolongaba la clausura de los reactores.
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Encuestas locales realizadas por Ishiji y sus seguidores en Wakasa, localidad de 9.000 habitantes ubicada entre los dos reactores de Oi, indican que los residentes sufren la disyuntiva de perder sus empleos o ser víctimas de un posible accidente nuclear como el ocurrido en Fukushima el año pasado, causado por un terremoto y el posterior tsunami.
Más de 90 por ciento de las personas 400 encuestadas dijeron estar preocupadas por la falta de un plan de evacuación seguro si otro terremoto causaba daños en los reactores.
Pero también es preocupante la posibilidad de que muchos habitantes de la zona pierdan sus fuentes de ingresos, ya que existen muchos comercios y posadas que dependen del movimiento de personas en torno a la planta nuclear.
"Esas son las mayores preocupaciones. La decisión de Oi de reanudar el funcionamiento de los reactores creó una situación tensa en las áreas cercanas", informó Ishiji en un gran encuentro de organizaciones no gubernamentales antinucleares celebrada el martes 15 en Tokio.
Los reactores nucleares de Oi fueron construidos a mediados de los años 70, cuando las localidades de la zona estaban integradas fundamentalmente por agricultores y pescadores, y sufrían una pérdida de población joven y el deterioro de su economía.
Ishiji dijo que solía trabajar para la industria forestal local, pero se vio afectado por las importaciones más baratas de madera de otros países asiáticos.
"La madera japonesa no pudo competir con recursos asiáticos, lo que derivó en el abandono de nuestros bosques. Los más jóvenes se mudaron a las grandes ciudades en busca de trabajos mejor pagos, dejando atrás una vulnerable economía local", explicó.
En ese periodo, muchas debilitadas economías locales apelaron a la industria nuclear, que el gobierno impulsaba como bandera del progreso.
La construcción de reactores fue acompañada por generosos subsidios del gobierno central para la creación paralela de carreteras, escuelas y diversa infraestructura, lo que creó más empleos y revitalizó la economía local.
Pero la destrucción de la planta de Fukushima el año pasado fue un duro golpe para este entusiasmo. Decenas de miles de personas sufrieron la contaminación radiactiva, mientras que muchos negocios y productores agrícolas cayeron en la bancarrota.
El accidente desencadenó un generalizado rechazo en el público a la energía nuclear. Más de 70 por ciento de los japoneses consultados dijeron no confiar en la industria atómica, lo que ha llevado a muchos políticos locales a dudar sobre si reactivar los reactores en sus respectivos distritos.
Cincuenta reactores nucleares permanecen clausurados desde inicios de mayo pasado.
Los reactores de Oi son propiedad de la Compañía de Energía Eléctrica Kansai, la segunda empresa pública más importante después de la Compañía Eléctrica Tokio, hoy sumida en deudas por el accidente de Fukushima.
Las empresas públicas alertaron sobre posibles cortes de energía el próximo verano boreal como resultado de los cierres de reactores.
La energía atómica actualmente provee por lo menos 30 por ciento de la electricidad nacional, y estaba previsto que se extendiera a 50 por ciento, hasta que ocurrió la tragedia en Fukushima.
Takao Kashiwagi, profesor del prestigioso Instituto de Tecnología de Tokio y consejero gubernamental, señaló que el accidente en Fukushima preparó el camino para medidas de seguridad más severas, incluyendo barreras contra eventuales tsunamis y la supervisión de expertos independientes.
"La seguridad energética no debe ser un asunto político", dijo el académico a IPS. "La reanudación de los reactores debe decidirse sobre investigación científica concreta", sostuvo.
Mientras, ambientalistas no se dejan intimidar por la decisión en Oi.
Aileen Smith, de la organización Green Action, insistió en que Fukushima había sido un brutal llamado de atención sobre los riesgos que supone la energía nuclear para la humanidad y el ambiente.
Además, "la lucha contra la energía nuclear está estrechamente relacionada con el apoyo al empleo", dijo por su parte Ishiji, quien promueve el uso de fuentes renovables en Fukui.