En Los Palacios, municipio agrícola de la occidental provincia cubana de Pinar del Río, aún trabajan duro para recuperarse del azote de dos de los tres huracanes que pasaron en 2008. «Aquello fue terrible», repite la gente cuando recuerda ese año.
Con solo 10 días de diferencia, Gustav y luego Ike destruyeron miles de casas y arrasaron con todo lo cultivado a su paso. "Casi nada quedó en pie", dijo a IPS la vecina Anarey Lazo, técnica de control y calidad del taller de materiales de construcción del poblado.
Como la demanda era tanta, los pobladores se unieron al personal de la fábrica para aumentar la producción.
"Por ahora se fabrican entre 900 y 1.000 bloques diarios para levantar paredes. Es que podremos elevar hasta 3.000 con una máquina nueva que acabamos de recibir", explicó Yasniel Rodríguez, jefe de este taller destinado a producir todo lo necesario en materia de construcción para el municipio. "Ya tenemos también los moldes para las tejas", añadió.
El fondo habitacional de Los Palacios estaba muy deteriorado, lo cual aumentó la gravedad social del desastre. Gustav, con vientos sostenidos de 240 kilómetros por hora, entró a ese territorio al atardecer del 30 de agosto.
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Un anemómetro de la zona registró una racha de 340 kilómetros e inutilizó el instrumento.
"Ike, a comienzos de septiembre, trajo menos vientos, pero mucha agua. Si hubiera pasado primero que Gustav, la situación pudo ser peor para nosotros", comentó a IPS el especialista Adaim Argos, del Centro de Gestión para la Reducción de Riesgos (CGRR) de Los Palacios, una de las tantas instalaciones de ese tipo creadas en todo el país mediante cooperación internacional.
Según Argos, estas oficinas son herramientas fundamentales para la toma de decisiones de las autoridades locales, y están equipadas para recoger información y evaluar la situación del territorio y su población ante emergencias provocadas por ciclones tropicales e inundaciones, entre otros riesgos.
El CGRR de Los Palacios, situado en la porción sudoccidental de Pinar del Río, esta provincia azotada con frecuencia por ciclones tropicales, cuenta con seis puntos de alerta temprana que disponen de megáfonos, linternas y plantas eléctricas, entre otros equipos para mantener la comunicación con la población.
A pesar de la magnitud del impacto, no hubo que lamentar pérdidas humanas, aunque dejó lecciones. "La gente cobró mayor conciencia de la importancia que tienen las medidas que se adoptan para prevenir el peligro", reflexionó ante IPS la primera secretaria del Partido Comunista (PCC) en el municipio, Lázara Barrios.
En una opinión compartida por otras autoridades, Barrios añadió que el cambio climático obliga además a reforzar las acciones. "Hay que estar preparados incluso para afrontar fenómenos inesperados como las tormentas locales severas que hemos tenido últimamente en Pinar del Río" indicó.
Si bien no hay acuerdo entre los expertos en cuanto a un incremento en la cantidad de los ciclones tropicales, si se prevé que podría aumentar la intensidad de estos eventos. "¡Imagínese! Nuestra provincia es como la autopista de los huracanes que pasan por Cuba", acotó Argos.
Convencidos de que no hay más remedio que adaptarse a esa realidad, el sistema de evacuación de residentes en zonas de mayor riesgo ha variado hacia formas menos costosas. El traslado masivo de población hacia albergues se ha reducido mediante la localización previa de casas seguras para acoger a familias vulnerables en la misma cuadra o barrio. "Todo el mundo aquí quedó convencido de que los ciclones van a venir más fuertes, y las personas están preparadas", aseguró Ismaray Hernández, una enfermera en cuya vivienda de mejores condiciones se refugiaron varias familias de la cuadra.
"La gente sabe que debe asegurar sus techos, así sea con sacos de arena, y proteger sus ventanas", comentó a IPS.
La principal vulnerabilidad de Los Palacios, que cobija a unos 40.000 habitantes, era la precariedad de sus viviendas, de las cuales unas 10.000 sufrieron daños de diverso tipo. Aún faltan por reponer unas 4.000.
En poblados como San Diego de los Baños se construyeron 17 casas con palmas que fueron abatidas por los huracanes.
"Yo vivía en la loma donde tengo una veguita (pequeña plantación de tabaco), pero mi casa estaba muy mala y el ciclón se la llevó", narró Eloína Martínez. Esta viuda de 75 años se considera beneficiada por el fenómeno, pues ahora tiene vivienda nueva y energía eléctrica, entre otros recursos, y conserva su pequeño predio agrícola, que cultiva su hijo.
En caso de una nueva emergencia ciclónica, Martínez se podrá refugiar en el baño de su hogar, construido, con ese objetivo, de mampostería y techo de placa, como las restantes viviendas fabricadas con la madera obtenida de las palmas caídas. Otras familias de San Diego de los Baños optaron por recuperar la tradición campesina del "vara en tierra"
Esos peculiares ranchos de techo de guano pegado al suelo sirven para almacenar cosechas, pero también son ideales para protegerse del huracán. "No conozco el secreto, pero este resistió y protegió como a 12 personas. Incluso pusimos dentro el refrigerador", contó una vecina de San Diego.
El sistema nacional de prevención ante desastres ha hecho que Cuba registre el menor número de muertes por ciclones tropicales en toda el área que componen el océano Atlántico, el mar Caribe y el Golfo de México. Según expertos, aventaja inclusive a países altamente desarrollados, gracias al carácter integral del sistema de protección que ha implantado.
Un par de semanas antes del comienzo de cada temporada ciclónica, que se extiende del 1 de junio al 30 de noviembre, las autoridades revisan y practican en simulacros con la población el sistema de mitigación de desastres naturales. Los huracanes Gustav, Ike y Paloma, que pasó en noviembre de 2008, causaron pérdidas estimadas en 10.000 millones de dólares.