Era mediodía cuando Tabisou, de 72 años, vio cómo todos los habitantes de su aldea en Malí huían para salvar sus vidas. Su familia ni siquiera tuvo tiempo de empacar: los combates ya habían comenzado.
"Todo aquello por lo que he trabajado en mi vida se perdió. Así de simple", decía esta anciana, integrante de una familia de agricultores, mientras se instalaba en una tienda del campamento para refugiados de Abala, en Níger, a 85 kilómetros de la frontera con Malí.
"Tuvimos que dejar todos nuestros animales y nuestros alimentos", dijo.
Tabisou es una de las casi 270.000 personas que huyeron de sus hogares desde que estalló en enero el conflicto en el norte de Malí. Allí, el Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad (MNLA) lanzó una campaña contra la marginación y la opresión que sufren los tuaregs, bereberes del desierto.
Pero a Tabisou no le importan mucho los reclamos del MNLA, sino la seguridad de sus seres queridos. "Soy una señora mayor y tengo muchos nietos", dijo, señalando al grupo de niñas y niños, delgados y con sus rostros sucios, que la rodeaban en la tienda. "Los rebeldes no se preocupan por nosotros, nos tratan muy mal", añadió.
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Tabisou contó que los insurgentes llegaron a su hogar en la aldea de Amderamboukane, le apuntaron con sus armas en la cara y obligaron a todos los niños a hacer fila. "Pensé que nos iban a matar. Afortunadamente, dos rebeldes les dijeron a los otros que se calmaran", indicó.
Según la representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) en la región, Mariata Sandouno, la mayoría de las personas que dejaron sus hogares en Malí lo hicieron por temor a los rebeldes.
"La mayoría dijeron que escaparon por miedo, y también por el constante saqueo cometido por bandidos, pues el repliegue del ejército nacional los dejó inseguros", explicó Sandouno.
El ejército se retiró de Amderamboukane en enero, cuando los rebeldes tomaron el control de la localidad, con 3.000 habitantes.
"También, algunos refugiados dijeron que era un escenario muy confuso, que no podían distinguir a qué grupos pertenecían los hombres armados", añadió.
En el norte de Malí también combaten grupos islamistas, que desean imponer en el país la shariá o ley musulmana.
Los refugiados pertenecen fundamentalmente a las etnias haussa, tuareg y songhai. Según Ibrahim Ag Abdil, un pastor de 30 años, pocas personas en el campamento apoyan la causa del MNLA.
En realidad, el MNLA abarca a diversos grupos armados tuaregs que luchan por un objetivo común: declarar la norteña zona de Azawad como estado independiente.
Muchos de estos rebeldes pelearon como mercenarios contratados por el exlíder libio Muammar Gadafi, y luego de que este fuera derrocado y asesinado regresaron con armas pesadas al norte de Malí para reanudar una lucha que ya lleva cinco décadas.
"Malí es un país muy pobre. Dependemos de la ayuda de Estados Unidos, Gran Bretaña y Europa", dijo Ag Abdil. "El MNLA solo está haciendo más divisiones. ¿Cómo podemos sobrevivir como dos países, cuando apenas podemos hacerlo como uno?", añadió.
El pastor dijo que los rebeldes tuaregs robaron todas las motocicletas de los habitantes de Amderamboukane. Luego de que el MNLA se fue, bandidos entraron a la localidad y saquearon todos los comercios y las casas.
"No sabemos siquiera si quedó algo", dijo a IPS. "El MNLA no protege las posesiones de los civiles. Solo ataca los poblados para luego abandonarlos y dejarlos a merced de bandidos".
A su lado, Ajawa, de 72 años, asiente. "Dicen que luchan por todos los tuaregs, pero en realidad solo luchan por unos pocos. Muchos tuaregs no los apoyan", afirmó.
"Ahora estamos varados en este campamento. Es doloroso ver a mi pueblo rogando por caridad, y a nuestros hijos sin poder ir a la escuela", agregó.
Los que huyeron de Amderamboukane debieron caminar durante dos meses para encontrar protección en Níger. Cuando llegaron estos primeros refugiados, se alojaron en un campamento Sinegodar, a 10 kilómetros de la frontera.
"Siempre estábamos preocupados por tener abrigo de noche y comida en el día", dijo Salima, de 19 años. Varios niños y niñas en el campamento de Abala están visiblemente desnutridos, y trabajadores humanitarios temen la propagación de enfermedades.
De los estimados 26.500 malienses que huyeron a Níger, 6.286 se encuentran en el campamento de Abala. El resto huyeron a Burkina Faso y Mauritania. Además, hay más de 80.000 desplazados que buscan refugio dentro de Malí.
Acnur abrirá pronto más campamentos en los poblados nigerinos de Mangaize y Ayorou.
Según Antonio José Canhandula, jefe del equipo de emergencia de Acnur, la mayor preocupación de la agencia en este momento es la alimentación.
"Estos refugiados se dirigen a una crisis alimentaria en Níger, lo que agravará la situación aquí", dijo Canhandula. "Son nómades, vienen con ganado y con otros animales, así que estamos tratando de adaptar sus necesidades y de minimizar la carga en la comunidad que los recibe, que ya sufre hambre y escasez de agua".
Acnur informó que actualmente hay 300 refugiados en Niamey, la capital de Níger. La mayoría de estos huyeron de Malí cuando los militares dieron un golpe de Estado el 21 de marzo, arguyendo incapacidad del gobierno para luchar contra la insurgencia en el norte.
Los refugiados malienses en Niamey están solicitando ayuda para regresar a Bamako.