Unos pocos cientos de cadetes de policía con uniformes improvisados marchan en un campamento de entrenamiento en esta ciudad costera de Libia. «Ustedes son los que protegen la revolución y son símbolo de nuestro orgullo», reza la escritura en la pared detrás de ellos.
Para estos excombatientes rebeldes, conocidos como "thuwar" durante el levantamiento del año pasado contra el régimen de Muammar Gadafi, esta es la fase final de un curso básico de entrenamiento policial de 45 días, administrado por el Ministerio del Interior.
La integración de los rebeldes al ejército y a la policía de Libia, o su regreso a la vida civil, es clave para que este país del norte de África pueda navegar el frágil periodo postelectoral, que incluirá elecciones, esfuerzos de reconstrucción e iniciativas para crear nuevas instituciones.
Milicias procedentes de las noroccidentales ciudades libias de Zintan y Misrata prometieron que entregarían a las nuevas autoridades nacionales el control de la seguridad de la capital, Trípoli, pero aún no han cumplido su palabra.
Es común que se produzcan esporádicos tiroteos entre las milicias y bandas criminales armadas, así como violentas protestas por parte de rebeldes que no recibieron su salario.
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El gobierno de transición les ofreció un pago único de unos 3.200 dólares por familia, o 1.900 por individuo, en retribución por su colaboración en la lucha contra Gadafi, pero muchos aún no lo han recibido.
"Como el gobierno todavía es nuevo, no tiene la fuerza suficiente para controlar la situación", dijo el coronel Yazin Fituri, jefe de operaciones en el Consejo Militar de Trípoli, órgano coordinador de las brigadas en la capital.
"Los thuwar primero dudaron en unirse al ejército, pero ahora han aceptado la situación y les gustaría alistarse", aseguró.
"Muchas veces discutimos con la brigada de Misrata para que se fuera (de Trípoli), y comenzamos a hablar con Zintan sobre lo mismo. Intentamos hacerlo en forma pacífica. No queremos luchar con hermanos", añadió.
Lo que dificulta el proceso de integración de las milicias es la descoordinación y la duplicación de esfuerzos a la hora de registrar a los rebeldes en las instituciones.
La Comisión para Rehabilitación y Asuntos de los Combatientes se creó durante el levantamiento mismo contra Gadafi, con la intención de que, cuando este terminara, los rebeldes fueran reintegrados a la sociedad como forma de evitar la inestabilidad.
A los estimados 200.000 rebeldes en su base de datos se les da la opción de integrarse a la policía o al ejército, o de volver a la vida civil.
Para registrarse, los candidatos necesitan presentar alguna documentación que acredite que pertenecieron a una brigada, aunque hay rumores de que algunos de estos papeles fueron entregados a falsos combatientes.
A partir de este mes, la Comisión realizará entrevistas y brindará capacitación para empleos civiles, además de evaluar quiénes podrán integrar las Fuerzas Armadas.
El problema, señaló el subdirector de la Comisión, Mohammad Shaeiter, es que el Ministerio del Interior y el Ministerio de Defensa lanzaron procesos paralelos de registro.
"Esto crea confusión. Deberían venir con nosotros primero. El Ministerio del Interior y el Ministerio de Defensa no nos dieron aún sus listas, y no sabemos cuándo lo harán", añadió.
En el campamento de entrenamiento de Zawiyah, Souhail Ali Milad, de 25 años, es uno de los cadetes que comenzaron a recibir un salario mensual de unos 480 dólares. Le prometieron el primer cheque a fines de marzo.
El lugar era parte de un centro militar del régimen de Gadafi, destruido por bombardeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y por los subsiguientes saqueos. Fue recuperado y reabierto en noviembre pasado.
Hubo intensos combates en esta estratégica localidad del Mediterráneo, ubicada 48 kilómetros al oeste de Trípoli.
Como la infraestructura de seguridad de Gadafi fue destruida casi por completo, se instalaron en todo el país varias bases improvisadas como la de Zawiyah para albergar a cadetes tanto del ejército como de la policía.
Este sitio, reconstruido con fondos privados y de concejos locales, cuenta con equipos rudimentarios y aún carece de dormitorios.
"El objetivo es traer a los thuwar a los centros de entrenamiento", dijo el veterano comandante del ejército Ramadan Shnety, quien dirige el campamento. "Pero hasta ahora no se le ha pagado al ejército. Esto no estimula a los thuwar a alistarse".
Los ministerios del Interior y de Defensa acordaron crear inicialmente dos fuerzas de 25.000 hombres cada una para imponer el orden en este país vasto y rico en petróleo de más de seis millones de habitantes.
"El ejército será fuerte y no dejará que las milicias actúen por su cuenta", aseguró el coronel Adel El Barrasi, portavoz del Ministerio de Defensa.
Por su parte, el coronel Jamal Ibrahim Safar, quien encabeza el equipo de coordinación y de desarrollo estratégico del Ministerio del Interior, informó que más de la mitad de las fuerzas de la policía serán entrenadas fuera de Libia.
Jordania se comprometió a capacitar a 10.000 uniformados, mientras que Turquía, Italia, Francia y Sudán contribuirán con entrenamiento específico en vigilancia fronteriza y seguridad electoral. Libia recibirá también asesoramiento de la Organización de las Naciones Unidas, la Unión Europea y Gran Bretaña.
La seguridad fronteriza fue subrayada como un importante elemento en una conferencia regional realizada este mes en Trípoli. La amenaza de la proliferación de armas, la influencia de grupos vinculados con la red radical islámica Al Qaeda y la emigración de indocumentados a Europa estuvieron al tope de la agenda.
La gran duda es cuántos efectivos deberían tener las fuerzas de seguridad libias para controlar el país.
"Esa es la pregunta del millón de dólares en este momento, porque los ministerios de Defensa y del Interior están debatiendo sobre este tema", dijo a IPS un funcionario de la embajada de Estados Unidos. "A veces parece que llegan a un acuerdo, pero a veces parece que no".