MIGRACIONES-LIBIA: Duro quedarse, difícil regresar

Un raro momento de alegría en Libia: una boda nigeriana en una iglesia de Trípoli. Crédito: Rebecca Murray/IPS
Un raro momento de alegría en Libia: una boda nigeriana en una iglesia de Trípoli. Crédito: Rebecca Murray/IPS

En el aeropuerto de Mitiga, en la capital de Libia, más de 150 jóvenes esperaban ser repatriados a Nigeria en un vuelo de la compañía local Buraq. Era uno de los cientos de traslados facilitados por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) desde que fue derrocado el régimen de Muammar Gadafi.

La OIM estima que, antes de que estallara el levantamiento popular que derivó en la caída y muerte de Gadafi el año pasado, había un millón de trabajadores inmigrantes en Libia enviando remesas a sus países de origen. Se trataba de un número importante en un país con menos de siete millones de habitantes.

A comienzos del levantamiento, en febrero de 2011, muchos trabajadores procedentes de Asia, Medio Oriente y los vecinos Túnez y Egipto huyeron de territorio libio. Sin embargo, siguieron llegando refugiados somalíes y eritreos a Trípoli durante la guerra, soportando difíciles travesías por el territorio de Sudán.

Los actuales vuelos de la OIM trasladan especialmente a inmigrantes de África occidental que atravesaron Níger y Chad en busca de un mejor futuro económico, pero que ahora se ven obligados a volver.

En Mitiga, muchos nigerianos llevaban puestas las chaquetas deportivas verdes y los zapatos entregados por la OIM, y cargaban sus pequeñas posesiones en maletas de plástico o bolsas de supermercado.
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"El mayor problema es la verificación de ciudadanía y los documentos temporales de viaje", explicó el jefe de la misión de la OIM en Libia, Jeremy Haslam. "Si no tienen sus documentos, como ocurre en más de 90 por ciento de los casos, lo primero que tenemos que hacer, antes siquiera de hablar de repatriación, es confirmar de dónde son", indicó.

Aunque algunos pocos nigerianos parecían aliviados de poder regresar y se reían con sus compañeros, la mayoría estaban desesperados.

Luego de un costoso y arduo viaje con traficantes de personas a lo largo del desierto, pasaron la mayor parte de sus días en Libia buscando trabajos zafrales y viviendo bajo un constante temor de ser acosados, asaltados o detenidos por las milicias que aún patrullan este país.

Ahora regresarán con las manos vacías, la mayoría endeudados con los traficantes.

"Cuando llegué a Trípoli trabajé como lavador de autos y ganaba 50 dinares libios (40 dólares) al día", contó Dennis, un joven de 24 años. "Pero cuando la guerra comenzó, fue el infierno. Perdí mi pasaporte y mi dinero en manos de la milicia. Me tuvieron detenido 20 días y me golpearon. Durante la guerra, las milicias siempre me detenían, así que no salía".

La mayoría de los inmigrantes entrevistados por IPS no portaban sus documentos. Los habían perdido o se los habían confiscado. Ninguno poseía visas. En realidad, Libia no era su destino final, sino solo una escala a Europa.

Aunque el estigma hacia los inmigrantes de África subsahariana ha disminuido desde la guerra —en la que Gadafi empleó a mercenarios negros para luchar contra los rebeldes—, el racismo todavía persiste, afirman los inmigrantes.

Algunos de los nigerianos que se encontraban en el aeropuerto se conocían entre sí. Cada uno de ellos había pagado 1.200 dólares por un peligroso y fracasado viaje en bote a Europa a fines del año pasado. Fueron detenidos por las autoridades libias y pasaron tres meses en la prisión de Ain Zara, en Trípoli.

Entre ellos se encontraba Shauna, una mujer de 38 años con dos hijas, Angel y Blessed, de cuatro y un año respectivamente. Shauna estaba embarazada cuando su esposo logró llegar a Italia por su cuenta, al inicio del conflicto bélico. Dio a luz a Blessed en un apartamento de Trípoli y luego pagó el viaje en bote.

Fue arrestada con sus dos hijas, y las tres pasaron un tiempo en prisión. "No tengo dinero", dijo Shauna, mientras abría su bolso donde solo había documentos desgastados y dibujos de las niñas. "¿Qué es lo que voy a hacer?", preguntó.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) estima que alrededor de 50.000 personas intentaron cruzar el mar Mediterráneo en bote el año pasado, y cerca de 2.000 se ahogaron.

Persisten rumores de que Gadafi estimuló el cruce de inmigrantes a Europa en represalia por los ataques de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Sin embargo, los números son pequeños en el contexto de la migración total desde Libia el año pasado, la mayor en la región desde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

"Es un panorama muy complicado", dijo Haslam. "Los inmigrantes pueden haber estado refugiados en el sótano de alguna casa donde alguien los protegió por un tiempo, y luego quien fuera que les daba refugio no lo pudo manejar más", explicó.

Esos inmigrantes "fueron entregados a otra entidad, persona, grupo o milicia, y ahora están vagando por todos lados. Algunos quizás se vieron obligados a hacer trabajos forzados para ganarse el sustento", agregó.

Haslam señaló que también hay oportunistas lucrando con la trata humana. "Los inmigrantes son vendidos a entre 260 y 800 dinares libios (entre 208 y 642 dólares) por persona. Hay casos suficientes para notar la tendencia", dijo.

"Un día en particular descubrimos una oferta: 78 personas por 21.000 dinares libios (16.875 dólares). Era un precio rebajado por un grupo de africanos occidentales, entre los cuales había mujeres, niños y niñas", añadió.

Pero los refugiados políticos y económicos ahora sufren otra amenaza. El ministro de Trabajo de Libia, Mustafa Ali Rugibani, fijó como plazo el domingo 4 para la salida del territorio de todos los trabajadores indocumentados. "Si no están legalizados, serán deportados", anunció.

"Espero que no expulsen a las personas que no deberían ser expulsadas, como solicitantes de asilo y refugiados, o a quienes necesiten protección internacional", dijo el jefe de la misión de Acnur en Libia, Emmanuel Gignac.

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