El número de personas en todo el mundo que necesitan asistencia humanitaria directa va en aumento, pero la tarea de los donantes internacionales no parece ser efectiva.
Un informe publicado por la Fundación DARA Internacional sobre la efectividad de la ayuda subraya algunos de los obstáculos que esta afronta para poder llegar a los destinatarios, como la insuficiente consideración de las necesidades de las mujeres, la politización de los programas y la falta de proyección a largo plazo.
"Si los donantes quieren asegurar que el dinero llegue a las personas, deben analizar las diferentes necesidades de los hombres y las mujeres", dijo a IPS el coordinador del Índice de Respuesta Humanitaria 2011 de DARA, Philip Tamminga.
Por ejemplo, después de las inundaciones de 2010 en Pakistán, las agencias humanitarias distribuyeron botiquines de higiene inadecuados para las mujeres y no tuvieron en consideración las normas culturales locales. Además, gran parte de la violencia de género registrada en las tiendas de campaña instaladas en Puerto Príncipe luego del terremoto que azotó Haití el 12 de enero de 2010 podría haberse evitado si se hubiera considerado la seguridad de las mujeres a la hora de construir las instalaciones higiénicas y de saneamiento.
Tamminga dijo creer que gran parte de la ineficiencia está directamente vinculada con la falta de preparación para afrontar desastres naturales y conflictos armados.
"En años previos, cuatro huracanes azotaron a Haití", dijo. "Si los donantes se hubieran concentrado entonces en la prevención, las autoridades haitianas habrían respondido mejor al terremoto de 2010, y los donantes habrían aplicado las lecciones aprendidas allí en los (posteriores) sismos de Pakistán, Irán y Turquía", indicó.
"Los donantes deben asegurarse de que la etapa de recuperación tenga en consideración soluciones a largo plazo", agregó.
En la mayoría de los grandes desastres, los donantes y las organizaciones humanitarias trabajan juntos para brindar refugios de emergencia en transición a una vivienda permanente.
Sin embargo, en Haití no hubo ninguna estrategia de vivienda a largo plazo luego del terremoto. Como consecuencia, cuando el último huracán llegó, decenas de personas todavía se encontraban en refugios temporales extremadamente vulnerables a los vientos.
Otro ejemplo de las graves consecuencias de la insuficiente preparación es la actual crisis alimentaria en el Cuerno de África. Aunque toda la comunidad internacional sabía que una severa hambruna se avecinaba en la región, los gobiernos donantes no incrementaron su financiamiento, lo que derivó en una tragedia de más de 100.000 muertes prevenibles.
"No hay evidencia de que los gobiernos donantes estén cambiando su actitud en la transición de la ayuda de emergencia a la preparación de reducción de riesgos. La emergencia y el desarrollo a largo plazo aún son considerados programas separados", señaló Tamminga. La situación se agrava con una creciente politización de la asistencia.
"Cuando los donantes o los gobiernos comienzan a aplicar consideraciones políticas sobre a quién, cómo y cuándo es distribuida la ayuda, la situación se vuelve muy" precaria, subrayó el coordinador del Índice. "Hemos visto esto en casos como Palestina, Somalia, Sudán o Colombia".
El ejemplo más reciente es Siria, donde el régimen no reconoce la crisis humanitaria en su territorio y se niega a actuar de acuerdo con las Convenciones de Ginebra, que claramente establecen que poblaciones cercadas en cualquier parte de un conflicto tienen derecho a ayuda humanitaria. "Nos preocupa cuando los gobiernos donantes comienzan a imponer su agenda y le dicen a las organizaciones humanitarias dónde puede trabajar", señaló Tamminga.
"En Somalia hay serias restricciones. (El grupo islamista) Al Shabaab lleva una grave responsabilidad por eso", indicó, aunque añadió que países como Estados Unidos, Canadá y algunos de Europa, atados a legislaciones antiterroristas, también tienen su cuota parte.
"Prohíben a las organizaciones humanitarias trabajar o tener contacto con los calificados como terroristas. Sin embargo, los grupos humanitarios son neutrales, imparciales e independientes, y se les debe permitir trabajar con todas las partes", agregó. En 2011, solo se aportó 62 por ciento del pedido de asistencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) por 8.900 millones dólares para ayudar a 50 millones de personas en crisis, lo que causó profundas brechas en la respuesta humanitaria. El Índice estudió a 19 de los mayores donantes, y calificó a Noruega, Dinamarca, Suecia, Irlanda y Holanda como los "mejores". Estados Unidos se ubicó en el puesto 17, e Italia en el último.
Mientras los donantes tradicionales todavía aportan 85 por ciento de la ayuda global, 40 por ciento de los fondos canalizados a tareas de rescate en Haití provinieron de fuentes privadas y nuevos gobiernos donantes, como Brasil, Cuba y Venezuela.
"Queremos estimular buenas prácticas con estos nuevos donantes", dijo Tamminga a IPS. Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Yemen, por ejemplo, "se vuelven más conscientes de los estándares internacionales". El coordinador del Índice subrayó la importancia de que nuevos y viejos actores trabajen juntos y aprendiendo mutuamente sobre las normas culturales y las necesidades de poblaciones específicas.
El sector privado también tiene mucho para ofrecer en términos de innovación, respuestas rápidas y uso de la infraestructura y las redes existentes. En Haití, por ejemplo, los teléfonos celulares fueron una herramienta útil para difundir mensajes sobre prevención del cólera cuando estalló un brote tras el terremoto. "Si el sector privado entiende los principios humanitarios y las buenas prácticas, como los estándares para la donación de medicamentos, que prohíben enviar fármacos que están cerca de expirar, entonces puede contribuir a usar la ayuda de forma apropiada y efectiva", dijo Tamminga.