Cuando un potente movimiento de indignación social unificó a la opinión pública de Israel el pasado verano boreal, el primer ministro Benjamín Netanyahu reclamó al sistema político que no sucumbiera a las pasiones demagógicas.
La crisis económica mundial que puso al borde de la bancarrota a la eurozona principal socia comercial de Israel dio la razón a la determinación del primer ministro de sostener el rigor presupuestario.
Muchos predijeron, entre ellos el propio Netanyahu, que una vez que resurgieran los problemas de seguridad, el "verano israelí" se disiparía.
De hecho, en vísperas de la reunión de gabinete del domingo 4, que debatió las recomendaciones de un comité designado por el premier, apenas 200 activistas se manifestaron por la "justicia social". Es que los temas del momento son los resultados de las elecciones en Egipto y las actividades nucleares de Irán.
El pronóstico del "tsunami diplomático" antiisraelí que causaría la solicitud del presidente de Palestina, Mahmoud Abbas, de obtener el ingreso como Estado en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) parece haber sido prematuro.
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También lo parecen la campaña de Palestina por ese reconocimiento y los esfuerzos de Abbas por reconciliarse con el palestino Hamás (acrónimo árabe del Movimiento de Resistencia Islámica).
Sesenta y cuatro años después del Plan de la ONU para la Partición de Palestina, que se votó el 29 de noviembre de 1947 y condujo a la creación en mayo del año siguiente del Estado de Israel, el palestino sigue siendo un sueño.
La Autoridad Nacional Palestina, a cuyo frente está Abbas, sigue en el limbo. Es un régimen híbrido de autonomía y ocupación, y depende, por ejemplo, de que Netanyahu esté dispuesto a liberar los dineros palestinos deducidos por las autoridades impositivas israelíes, lo que hizo la semana pasada, luego de un retraso de dos meses.
Precisamente hace dos meses, el cuarteto para Medio Oriente (integrado por la ONU, la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia) intentó resucitar las negociaciones directas entre israelíes y palestinos, tras una interrupción de más de un año, con una nueva hoja de ruta para la paz.
Los días 13 y 14 de este mes, los representantes del cuarteto se reunirán por separado con enviados israelíes y palestinos, y evaluarán los avances logrados desde entonces.
Está claro que el intento internacional de lograr que ambas partes vuelvan a "la maldita mesa" de negociación, como urgió el secretario de Defensa de Estados Unidos, Leon Panetta, sigue tan intangible como la solución de dos estados.
Netanyahu siempre puede contestar que Israel aceptó la propuesta del cuarteto de mantener "conversaciones sin condiciones" y anunciar, como lo hizo el mes pasado, la construcción de 2.000 apartamentos en la ocupada Jerusalén oriental.
En retrospectiva, la insistencia del presidente estadounidense Barack Obama y luego de Abbas para que Netanyahu congelara la construcción de colonias, puso a prueba las intenciones de paz de sus autores y no del líder israelí, como se esperaba.
La posterior acción unilateral de Abbas dio a Netanyahu la gran oportunidad de mantener bajo control a la coalición de derecha que sostiene su gobierno.
Cuando expiró en septiembre de 2010 la moratoria de 10 meses a la construcción de asentamientos, que Netanyahu había acordado de mala gana, y con ella la ronda de negociaciones, aceptada también de mala gana por Abbas, Obama debió recurrir al veto para frenar una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que declaraba ilegal la política israelí de instalar colonias en territorios palestinos.
Ese veto preludió la amenaza de otro, esta vez contra la aprobación del Estado palestino en el Consejo de Seguridad. La amenaza no solo dio un golpe de gracia a la solicitud de Abbas, sino también a las credenciales de Obama como mediador de paz.
Perspectivas para 2012
El año próximo augura un futuro pacífico a Netanyahu, quien destila confianza. Completará su periodo de gobierno de cuatro años, aunque nadie está realmente seguro de si es él quien lidera su coalición o es al revés, como parece indicar un paquete de proyectos de ley destinados a recortar los poderes de la Corte Suprema de Justicia y acallar el disenso de organizaciones no gubernamentales de izquierda y silenciar a periodistas.
Falta apenas un año para las elecciones en Estados Unidos, y Europa lidia con sus problemas económicos. Netanyahu puede esperar que ninguna iniciativa de paz tangible perturbe su paz mental.
La guerra civil en Siria, los intentos de construir la democracia en Libia y Yemen, y el surgimiento de partidos islámicos democráticamente electos en Túnez, Marruecos y ahora Egipto, son asuntos quemantes que generan esperanzas y preocupaciones.
Todo esto permite al primer ministro cerrar la puerta a las miradas internacionales que no se ajusten a su postura espartana, "cuanto más poderosa sea Israel, más cerca estará la paz", y hasta caer en perogrulladas, "para que las negociaciones concluyan, primero deben comenzar".
El domingo 4, la carrera nuclear de Irán se coló en un solemne discurso que Netanyahu ofreció ante la tumba de David Ben Gurión (1886-1973), fundador y primer primer ministro del Estado de Israel (1948-1953 y 1955-1963).
Netanyahu comparó la decisión que enfrenta ahora con la que debió tomar su predecesor en 1948, en vísperas de proclamar la independencia de Israel.
Evocó las advertencias "amistosas" que su ilustre predecesor hubo de recibir sobre el peligro de que la declaración de independencia condujera a una "batalla grave y difícil" con los ejércitos árabes.
"Hoy estamos aquí porque Ben Gurión tomó la decisión correcta en el momento correcto. Quiero creer que siempre actuaremos con responsabilidad y determinación para tomar las decisiones correctas a fin de garantizar nuestra seguridad", dijo.
Claramente, se refería a la advertencia proferida por Panetta, de que un ataque israelí a Irán sumiría a Medio Oriente en un conflicto lamentable.
Todo esto llevó al columnista Akiva Eldar, del diario liberal Haaretz, a concluir que "Netanyahu ha vencido a Abbas, a Obama, a la Unión Europea y a la izquierda israelí". "Gana Netanyahu, pierde Israel", se lamentó.
¿Y cómo reaccionan los "perdedores"? Los israelíes suelen decir "no se trata de tener razón, sino astucia", máxima que ahora deberían dirigir a su primer ministro.