Cuando la cumbre de las Naciones Unidas sobre el clima entra en su recta final en la ciudad sudafricana de Durban, Estados Unidos se yergue como el mayor obstáculo para lograr un nuevo régimen climático internacional.
"La postura estadounidense nos puede llevar a un calentamiento de tres o cuatro grados centígrados, que será devastador para los pobres del mundo", dijo la activista Celine Charveriat, de Oxfam International. "Propone una década muerta sin nuevas metas para reducir las emisiones hasta después de 2020", dijo.
En la 15 Conferencia de las Partes (COP 15) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), celebrada en 2009 en Copenhague, la delegación estadounidense había prometido disminuir las emisiones de ese país de gases de efecto invernadero en 17 por ciento entre 2005 y 2020.
Esto está muy lejos de lo que se reconoce como necesario para controlar el cambio climático: un recorte de emisiones de entre 25 y 40 por ciento respecto de los volúmenes emitidos en 1990 por Estados Unidos y todas las demás naciones ricas.
La ciencia ha reiterado que la contaminación climática los gases invernadero que liberan actividades humanas como la deforestación, la agricultura, el transporte y la industria debe alcanzar su punto más alto a mediados de esta década y luego empezar a declinar año tras año.
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Pero el negociador estadounidense Jonathan Pershing insiste en que el compromiso de Copenhague es suficiente hasta 2020.
"Así no evitaremos un cambio climático desastroso", dijo el director general del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), Jim Leape.
Con el actual aumento de la temperatura media mundial de apenas 0,8 grados respecto de la era preindustrial, el propio Estados Unidos sufrió este año pérdidas sin precedentes por las severas condiciones climáticas en su territorio, apuntó Leape.
Si Washington "no modera esta postura, debería apartarse" de las negociaciones, agregó.
Para el director ejecutivo de Greenpeace, Kumi Naidoo, "los delegados deben oír a sus pueblos y no a algunos intereses corporativos". El gobierno de Barack Obama está traicionando al pueblo estadounidense y a los municipios y a las empresas que están adoptando acciones serias para reducir sus emisiones, añadió.
Un delegado del bloque de Países Menos Adelantados, el gambiano Pa Ousman Jarju, también reclamó que Washington diera un paso al costado y dejara de bloquear las conversaciones de la COP 17, que comenzaron el 28 de noviembre e ingresarán a partir de este martes 6 en sus segmentos de alto nivel para concluir el viernes 9.
Jarju reiteró el compromiso del mundo en desarrollo con un segundo período del Protocolo de Kyoto, que expirará en 2012 y que establece obligaciones para todas las naciones ricas excepto Estados Unidos de abatir sus emisiones de gases invernadero a volúmenes 5,2 por ciento inferiores a los de 1990.
Las emisiones de Canadá son casi 30 por ciento mayores que las de 1990, y el gobierno de este país ya anunció que no se sumaría a una segunda fase de obligaciones. Japón y Rusia tampoco están dispuestos. Y así el Protocolo de Kyoto regularía solamente un cuarto de las actuales emisiones globales.
Había rumores de que el Protocolo adoptado en la ciudad japonesa de Kyoto en 1997 encontraría la muerte en Durban, pero la secretaria ejecutiva de la CMNUCC, Christiana Figueres, lo desmintió.
Naidoo admitió que Protocolo no ha muerto, pero estará "en terapia intensiva en los próximos dos años" de nuevas negociaciones.
Para Jarju, más allá de Kyoto, es crucial el carril paralelo de discusiones para regular y reducir el otro 75 por ciento de la contaminación climática.
Es en este carril en el que Washington se muestra renuente a ir más allá de lo que prometió en Copenhague, porque China, el principal emisor mundial de dióxido de carbono, se negaba hasta ahora a asumir reducciones obligatorias.
Pero, por primera vez, China ha dicho que aceptaría adoptar ese compromiso a partir de 2020, un cambio que Figueres considera "muy positivo" y que forma parte de los avances que ella espera se acrecienten con el arribo de los ministros a Durban a partir de este martes.
Además de China, otras dos grandes potencias emergentes, Brasil y Sudáfrica, han mostrado su voluntad de sumarse a reducciones obligatorias desde 2020.
India es el único país del grupo Basic que conforma con Brasil, Sudáfrica y China que sigue negándose.
La otra gran cuestión es la puesta en marcha del Fondo Verde para el Clima, que debe ofrecer unos 100.000 millones de dólares por año para financiar la adaptación de los países en desarrollo al cambio climático, pero está empantanado porque no hay acuerdo sobre su estructura y funcionamiento, aunque lo más complicado es decidir de dónde vendrá el dinero.
En cambio, hay modestos avances en las conversaciones para abatir la deforestación, una gran fuente de gases invernadero.
La negociación del programa de Reducción de Emisiones Provocadas por Deforestación y Degradación de los Bosques (REDD+) se ha centrado en asuntos complejos como la verificación de las reducciones, mientras la cuestión de cómo financiar estos planes quedó pospuesta hasta la COP 18, que se llevará a cabo el año próximo en Qatar.