ÁFRICA: Mujeres son las últimas en acceder a fondos climáticos

De los millones de dólares destinados a proyectos para contener los efectos del cambio climático en el mundo en desarrollo, muy poco se otorga de forma que beneficie a las mujeres, las más perjudicadas por el calentamiento en África.

Las mujeres son la mayoría en la pequeña agricultura en África. Crédito: Kristin Palitza/IPS.
Las mujeres son la mayoría en la pequeña agricultura en África. Crédito: Kristin Palitza/IPS.
Según la Organización de las Naciones Unidas, las mujeres constituyen 80 por ciento de los pequeños agricultores, son responsables de la seguridad alimentaria de millones de personas y se desempeñan en uno de los sectores más golpeados por el cambio climático.

"Se habla mucho en el ámbito internacional de destinar fondos para que las comunidades locales puedan adaptarse al cambio climático y, en especial, las mujeres, pero es poco lo que se hace", señaló Ange Bukasa, quien dirige la organización ChezAnge Connect, en República Democrática del Congo (RDC), dedicada a facilitar inversiones.

Bukasa participa de la Asociación de los Fondos de Inversión en el Clima (CIF, por sus siglas en inglés).

Los CIF, creados por el Banco Mundial en colaboración con bancos de desarrollo regionales, ofrecen recursos para que los países del Sur tomen medidas de adaptación y mitigación.

Desde su lanzamiento en 2008 se otorgaron 6.500 millones de dólares a proyectos destinados a contener el cambio climático en 45 naciones en desarrollo. Más de un tercio fue concedido a 15 países africanos.

Pero más de 70 por ciento fue para proyectos de transporte y energías limpias a gran escala, sectores de la economía formal tradicionalmente dominados por hombres.

Solo 30 por ciento se destinó a proyectos de pequeña escala que benefician directamente a comunidades rurales pobres y que pueden llegar a mejorar el sustento de las mujeres.

Expertos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo alertan que esos fondos corren el riesgo de perpetuar los desequilibrios de género existentes.

Cuando se quiere diseñar e implementar acciones para adaptarse y para combatir el cambio climático es necesario consultar a las mujeres para tomar en cuenta la perspectiva de género en el consumo de energía y los modelos de trabajo doméstico en contextos pobres, remarcaron.

Pero eso no ocurre a menudo.

"No hay relación entre las grandes instituciones regionales que administran los fondos y la población que los necesita", remarcó Bukasa, quien trabaja con agricultores en Katanga, en el sur de RDC, y otras partes del país.

Bukasa también se quejó de la falta de consultas a las mujeres, que son mayoría en la pequeña agricultura del área. Además señaló que gran parte de las comunidades rurales no tienen suficiente información sobre el cambio climático y cómo mitigarlo o adaptarse a sus consecuencias.

"La gente puede haber oído hablar de ‘cambio climático’, pero no tiene idea de qué hacer ni dónde conseguir información", remarcó.

Esto les impide identificar problemas y soluciones, desarrollar sus propios proyectos y solicitar fondos. Su única opción es "seguir cultivando como antes", apuntó.

La información ofrecida por especialistas que trabajan en el terreno tuvo algunas consecuencias. Los bancos que gestionan los CIF prometieron incluir indicadores de género en sus operaciones, así como en sus principales criterios para otorgar fondos.

También se comprometieron a incluir análisis de género y datos discriminados por sexo, entre otros, en los proyectos financiados por los CIF para garantizar el beneficio de hombres y mujeres.

"Planeamos prestarle mayor atención a cuestiones de género e introducir cada vez más indicadores para evaluar esa dimensión en los proyectos", informó Mafalda Duarte, coordinadora de finanzas del clima del Banco de Desarrollo Africano, una de las instituciones regionales responsables de administrar los fondos.

Hay un interés particular en financiar fuentes de energía local no conectadas al tendido nacional para mejorar la vida de mujeres y niñas, todavía agobiadas por la recolección de leña y la búsqueda de agua en comunidades rurales, indicó Duarte.

Los fondos se destinarán a proyectos de energía solar, cocinas mejoradas, forestación sustentable, sistemas de riego que funcionen con electricidad solar, así como calefacción y almacenamiento de agua. "Cuando revisemos las propuestas nos aseguraremos de que las mujeres accedan a las tecnologías financiadas", añadió Duarte.

El único inconveniente es que el interés está puesto en inversiones de pequeña escala, que representan un porcentaje menor del total de fondos disponibles. "Necesitamos ampliar la cantidad de proyectos con perspectiva de género porque tenemos muchos lugares conflictivos en el continente", reconoció.

Florah Mmereki, directora de proyecto de Wena Industry and Environment, fundación dedicada a la educación ambiental, con sede en Gaborone, Botswana, coincide en que hay que acelerar los esfuerzos.

"Los pocos proyectos que existen en Botswana no están dirigidos a las mujeres. Es un enorme descuido", lamentó.

Las mujeres siguen excluidas porque su participación en muchos proyectos de adaptación al cambio climático suelen requerir una inversión inicial, como la contribución para las cocinas de bajo consumo de leña, señaló Mmereki.

"Pero las campesinas no tienen esos fondos. Ellas trabajan en el campo y sus esposos son quienes administran el dinero", indicó. "Todavía hay muchas barreras por eliminar", añadió.

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