Sudáfrica y República Democrática del Congo firmaron un acuerdo para construir una represa que puede dar electricidad a más de la mitad de los 900 millones de africanos. Pero expertos temen que los inversores extranjeros finalmente desvíen en su provecho una gran cantidad de esa energía.
El presidente congoleño Joseph Kabila y su par sudafricano Jacob Zuma firmaron el 12 de este mes un tratado para construir la represa Grand Inga en el río Congo, 225 kilómetros al sudoeste de Kinshasa.
La represa se construirá en las cataratas Inga, donde el río Congo cae casi 100 metros y fluye a una velocidad de 43 metros cúbicos por segundo.
Se calcula que el complejo generará casi 40.000 megavatios, más del doble de la mayor represa existente, la de Tres Gargantas, en China, y más de un tercio del total de la electricidad producida actualmente en África.
"Mejorará el acceso a la energía limpia y eficiente en el continente y contribuirá de forma significativa al desarrollo y a una economía con bajas emisiones de dióxido de carbono", declaró Zuma en Lubumbashi, la segunda ciudad más grande de República Democrática del Congo (RDC), donde se firmó el acuerdo. Es un "día para demostrar el afro- optimismo", añadió.
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Será la represa más grande del mundo y formará parte de la iniciativa para establecer una red eléctrica que estimule el desarrollo económico e industrial en el continente.
Hasta ahora no se ha utilizado toda la capacidad energética de las cataratas de Inga, donde están en funcionamiento las centrales hidroeléctricas Inga I e Inga II, con una producción instalada de apenas 1.775 megavatios, mientras Inga III está en fase de proyecto al igual que Grand Inga.
Las razones para no utilizar todo el potencial de las cataratas han sido principalmente económicas.
El costo de la construcción de Grand Inga, cuyo fin está previsto para 2025, ascenderá a 80.000 millones de dólares, a los que se sumarán por lo menos otros 10.000 millones de dólares para conectarla a la red eléctrica del continente. No son cifras que Sudáfrica y RDC puedan financiar por sí solas.
El Banco Mundial, el Banco de Desarrollo Africano, el Banco Europeo de Inversiones y varias compañías privadas del sector están muy interesados en participar con generosas contribuciones. A cambio esperan obtener grandes beneficios económicos sin prestar atención, según los críticos, a las necesidades de desarrollo de la vasta población pobre africana.
"Los inversores extranjeros participan en la construcción de la represa para quedarse con una gran cantidad de energía barata al término de la misma", alertó la investigadora Charlotte Johnson, del Instituto para la Democracia en África, con sede en Sudáfrica.
"Eso obligará al país a suscribir acuerdos sobre el destino final y el uso de la energía generada", remarcó.
Pese al enorme despliegue mediático sobre los beneficios del proyecto para el desarrollo, ni el gobierno de RDC ni los inversores tienen planes de abrir el tendido eléctrico al uso público, aseguró Johnson.
Se maneja más bien como un producto comercial. "Las redes eléctricas locales no están incluidas en el presupuesto. Grand Inga no está destinada a las comunidades africanas que están a oscuras, y las 500 millones de personas a las que se les prometió electricidad seguirán a oscuras", añadió.
Por ahora, el proyecto apunta a construir líneas de transmisión de larga distancia para los polos industriales y mineros del continente, así como para los centros urbanos de Sudáfrica, Egipto e, incluso, Europa.
Según el Banco de Desarrollo Africano (AfDB, por sus siglas en inglés), un consorcio franco-canadiense realiza un estudio de 15 millones de dólares para evaluar la posibilidad de desarrollar la obra en etapas.
"Se trata de una inversión enorme y no será posible movilizar todos los recursos de una vez. La decisión final, por supuesto, la tendrá el gobierno de RDC", explicó la directora de energía, ambiente y cambio climático, Hela Cheikhrouhou, durante la reunión anual del banco en octubre.
La alternativa hidroeléctrica representa 45 por ciento del potencial de generación de energía de África subsahariana, pero solo se ha explotado cuatro por ciento de esta, por lo que solo una de cada cinco personas tiene electricidad en la región, según el AfDB.
"Para universalizar la energía, África debe maximizar las alternativas limpias, insistir en la eficiencia energética y trabajar con países ricos e instituciones de desarrollo para destinar de forma rápida una cantidad sustancialmente mayor de fondos", añadió Cheikhrouhou.
Con apoyo de grandes bancos de desarrollo, RDC y Sudáfrica siguen adelante con sus planes de construir Grand Inga. Tras la firma del acuerdo, Zuma y Kabila ordenaron el inicio de negociaciones para contar dentro de seis meses con un tratado que detalle plazos y etapas para implementar la construcción de la represa.
La electricidad producida una vez culminadas las obras será gestionada por las respectivas empresas estatales, Eskom, de Sudáfrica, y la Société Nationale dÉlectricité, de RDC, y se venderá al mejor postor.