Libia declara el fin de la guerra lejos de Trípoli

Un hombre armado con un cuchillo sacrifica dos camellos en una camioneta azul. «Dios es grande», grita mientras los animales se desangran con un tajo en el cuello. Eran las cuatro de la tarde en Trípoli, minutos antes de que se declarara oficialmente el fin de la guerra libia.

La ejecución de Muammar Gadafi (1969-2011) el jueves 20, a manos de los rebeldes que lo capturaron en Sirte –su ciudad natal, 350 kilómetros al este de Trípoli–, anunció la esperada declaración oficial de que Libia estaba completamente bajo control del Consejo Nacional de Transición (CNT).

Sin embargo, la ansiada declaración del final de la guerra, en curso desde febrero, no se produjo este domingo 23 desde Trípoli sino desde Bengasi, la segunda ciudad de Libia, en el noreste del país.

"La revolución empezó allí. En cierto modo, es lógico que disfruten de ese privilegio", dijo Mohammad Shamaad, uno de los todavía escasos tripolitanos que se acercaban a la Plaza de los Mártires.

Los congregados en la plaza a primera hora de la tarde apenas llegaban a unos 2.000, ni de lejos tan numerosos como quienes salieron a celebrar cuando los rebeldes llegaron a Trípoli hace dos meses.
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A pesar del escaso aforo, Mohammad Arabi, un imán de 26 años, se subió al escenario preparado para la ocasión y anunció con un micrófono que la declaración de Bengasi era inminente.

No fue tanto la incipiente lluvia como la ausencia de la prometida pantalla gigante de televisión lo que hizo que muchos de los asistentes optaran por volver a casa. Era la única opción para escuchar las declaraciones que habían de cerrar un doloroso capítulo de ocho meses, o de cuatro décadas para quienes nunca creyeron que su país estaba realmente bajo el control de las masas, como pregonaba Gadafi.

La imagen de Bengasi que mostraban los televisores de los cafetines del centro de Trípoli nada tenía que ver con lo que se vivió en la hasta hoy principal plaza de Libia.

En una comparecencia de 45 minutos, Mustafá Abdel Jalil, presidente del CNT, reivindicó la importancia de la unidad nacional y la transición política que se concretará en las elecciones convocadas para junio de 2012.

Pero la declaración de la liberación total del país llegó con el turno del vicepresidente y portavoz del CNT, Abdel Hafiz Ghoga: "Levanta la cabeza, eres una Libia libre", repitió el expreso de Gadafi. Esa había sido una de las consignas más coreadas por los rebeldes libios desde el comienzo del alzamiento.

Recordando a los mártires

Apenas acabó la transmisión desde Bengasi, los tripolitanos apagaron los televisores y se dirigieron al lugar donde se han efectuado las celebraciones desde la inesperadamente rápida toma de Trípoli el 22 de agosto. En realidad, en estos dos meses, los bocinazos, los disparos al aire y los cánticos se han convertido en elementos de la vida diaria en la capital libia.

Al anochecer, la Plaza de los Mártires era una enorme paleta en la que se mezclaban el verde, rojo y negro de la bandera libia anterior y posterior a Gadafi y, en menor medida, el amarillo y celeste de los bereberes, una minoría duramente reprimida en las últimas cuatro décadas.

"Lucharemos para que nuestra lengua, el tamazight, sea reconocida como oficial en la nueva constitución libia", dijo a IPS Tarik Yerro, un bereber originario de las montañas de Nafusa, al sudoeste de Trípoli.

Si bien la diferencia entre árabes y bereberes empieza por la misma lengua, no es menos cierto que las rivalidades entre las tribus constituyen también un desafío que la nueva libia tendrá que afrontar de forma inmediata.

Por el momento, la proclamación de la liberación desde Bengazi, y no desde Trípoli, generó más de una suspicacia en la plaza, en torno al peso real que ésta tiene sobre el CNT. No obstante la mayoría de los congregados insistía en que "todos los libios somos hermanos", remitiéndose a las palabras de Jalil sobre la reconciliación.

"La rivalidad la alimentan los políticos que luchan por el poder en las más altas esferas", dijo a IPS Ahmed Kilani. "El resto no somos sino el pueblo que ha salido a la calle y ha muerto por la libertad".

Pero del muerto que más se ha hablado en estos días es Gadafi. La cámara frigorífica en la que se conserva su cadáver en la localidad de Misurata se volvió un particular lugar de peregrinación.

Los libios guardan cola pacientemente para tocar, golpear e incluso saltar por encima del cuerpo sin vida del líder depuesto. Y la visita no es completa hasta que uno no se retrata al lado del mismo haciendo el signo de la victoria.

El pasado reciente y las expectativas de cambio, políticas y sociales, acaparaban las conversaciones en la plaza. Pero había también mucha expectación ante una promesa pública lanzada por Jalil desde Bengasi: 10.000 dinares (5.000 euros) para cada familia libia, y una suma mayor para aquellas que hayan tenido heridos o fallecidos.

"Yo me lo creeré cuando los tenga en la mano. Hasta entonces prefiero no hacerme ilusiones", dijo un joven con una bandera libia anudada a su espalda.

"Daré una parte a las familias de los mártires. El resto lo guardaré para el futuro", comentó Hassan Badrisi, un antiguo guía turístico que lamenta "tener que esperar" que los turistas vuelvan a pisar su país.

Ahmed Ghezali también lo tenía claro: "Con el dinero me iré a Europa y, si puedo, a Estados Unidos, y no volveré hasta que este sea el país que nos merecemos todos los libios".

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