El gobierno de Barack Obama celebró la muerte del estadounidense Anwar al-Awlaki, de Al Qaeda en la Península Arábiga, como gran golpe a la red extremista, pero organizaciones de derechos humanos critican el hecho y, especialistas en Yemen dudan de su importancia dentro de la organización.
Awlaki murió el viernes 30 de septiembre con otros tres compañeros, entre los que había otro ciudadano estadounidense, tras ser atacados por un avión no tripulado de Estados Unidos mientras viajaban en un pequeño convoy en una alejada región al sur de Sanaa, capital de Yemen.
Obama lo describió como "líder de operaciones exteriores" de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP, por sus siglas en inglés).
"La muerte de Awlaki significa un gran golpe para la célula más activa de Al Qaeda", señaló Obama en la ceremonia de retiro del almirante Mike Mullen, presidente de los Jefes de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas.
"Encabezó la planificación y dirigió iniciativas para matar ciudadanos estadounidenses inocentes", señaló el mandatario, quien mencionó su papel destacado en la fallida explosión de una aeronave comercial sobre la ciudad de Detroit en 2009 a cargo de un ciudadano nigeriano y otro intento de atentar contra un avión de carga de este país en 2010.
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"La muerte de Al-Awlaki es otro logro significativo en los esfuerzos para derrotar a Al Qaeda y sus socios", indicó. "Además es un homenaje a nuestra comunidad de inteligencia y a los esfuerzos de Yemen y sus fuerzas de seguridad, que trabajaron con Estados Unidos durante varias semanas", apuntó.
Pero según algunas personas especializadas en Yemen, Obama sobrevaloró la importancia de Al-Awlaki dentro de AQAP, descrita por Washington como la mayor amenaza para este país de las células de la red extremista, y exageró su papel en las operaciones en el terreno.
"La muerte de Awlaki no es un golpe para la organización", sostuvo Gregory Johnsen, especialista en Yemen de la Universidad de Princeton. La descripción de Obama de "líder de operaciones exteriores" nunca fue un papel "que él haya asumido, al menos no públicamente", indicó.
El reconocimiento de Obama al gobierno de Yemen y a sus fuerzas de seguridad probablemente contribuya a dar la impresión de que el atribulado presidente Ali Abdullah Salih, a quien Washington presiona para que abandone el poder, cuenta otra vez con la simpatía de Estados Unidos.
Washington "queda en una posición incómoda al agradecer públicamente a un gobernante a quien pidió que abandonara el cargo", remarcó Johnsen.
"Cuando el gobierno de Obama supuestamente urge al presidente asediado física y políticamente a que acepte los reclamos populares para que dé un paso al costado, el incidente permite que Salih se jacte ante su pueblo de su estrecha alianza con Estados Unidos", coincidió Sheila Carapico, especialista en Yemen de la Universidad de Richmond.
Los estudiosos se mostraron escépticos respecto de la importancia dada por Washington a Al-Awlaki y observaron la falta de tino al elogiar el presunto papel del gobierno yemení en su persecución. En cambio, a los defensores de las libertades civiles les cayó realmente mal el episodio, en especial porque se trata de un ciudadano estadounidense.
"El programa de asesinatos dirigidos viola leyes estadounidenses e internacionales", remarcó el subdirector legal de la Unión por las Libertades Civiles Estadounidenses (ACLU, por sus siglas en inglés), Jameel Jaffer.
"Quedó claro que es un programa bajo el cual ciudadanos estadounidenses pueden ser ejecutados lejos del campo de batalla por su propio gobierno sin proceso judicial basándose en estándares y pruebas que se ocultan al público y, en especial, a la justicia", explicó.
"La autoridad del gobierno para usar la fuerza contra cualquiera de sus ciudadanos debe limitarse a circunstancias en las que el riesgo de vida sea concreto, específico e inminente", remarcó. "Es un error otorgarle al presidente, y a cualquier mandatario, el poder inapelable de matar a un estadounidense porque, según él, representa una amenaza para el país", añadió.
"Derogar el derecho fundamental a la vida solo se permite en el campo de batalla o para salvar la vida de una persona en el acto", coincidió Mary Ellen OConnell, especialista en asesinatos dirigidos de la Universidad de Notre Dame. "Esas no fueron las circunstancias de la muerte de Anwar al-Awlaki", subrayó.
ACLU y el Centro de Derechos Constitucionales, que denunciaron el viernes el asesinato en términos similares, representaron al padre de Al-Awlaki, ex ministro de Agricultura de Yemen, en una demanda para intentar de impedir que el esfuerzo del gobierno de Estados Unidos de matarlo tras saberse que estaba en una lista de presunto terroristas a matar.
El caso fue desestimado por un juez federal por un tecnicismo de procedimiento, que no había justificativo para que el padre de Awlaki hiciera una demanda en nombre de su hijo.
Sin embargo, el magistrado reconoció que el caso planteaba "interrogantes inquietantes" sobre el hecho de que el presidente pudiera "ordenar el asesinato de un ciudadano estadounidense sin concederle antes algún tipo de proceso judicial basándose en la mera afirmación de que es un peligroso miembro de una organización terrorista".
El gobierno nunca acusó a Al-Awlaki de ningún delito grave ni ofreció pruebas a la justicia que probaran que tenía un papel "operativo" dentro de AQAP.
Nacido en 1971 en Nuevo México, donde su padre era estudiante de posgrado, Awlaki viajó a Yemen cuando tenía siete años y luego regresó a Estados Unidos, donde participó de sermones universitarios en varias mezquitas del país hasta 2004, cuando volvió a Sanaa.
Awlaki fue detenido por las autoridades yemenitas en 2006 a instancias de Washington, pero fue liberado al año siguiente. Su importancia entre los islamistas angloparlantes creció a través de vídeos y grabaciones que circularon en Internet.
Autoridades estadounidenses declararon a la prensa que creen que Al-Awlaki incitó al mayor estadounidense Nidal Hasan, acusado de la muerte de 13 personas abatidas en noviembre de 2009 en Fort Hood, en el estado de Texas, y a Faisal Shahzad, condenado a cadena perpetua por tratar de encender un coche bomba en Times Square, en Nueva York, en mayo de 2010.
Al parecer Hasan y Al-Awlaki tuvieron un intenso intercambio de correos electrónicos.
Su actividad propagandística, más que su papel en alguna operación de AQAP es la que lo hacía peligroso, sostuvo Johnsen.
"Estados Unidos espera que sea la única persona en realizar esa actividad y que nadie lo reemplace, aunque creo que es importante señalar que los sermones de Al-Awlaki lo sobrevivirán", añadió.
El otro ciudadano estadounidense que murió en el ataque del viernes fue Samir Khan, editor la revista en inglés de Al Qaeda, Inspire. Su muerte no era buscada, según fuentes oficiales.
Nacido en Carolina del Norte de padres pakistaníes, Khan, de 25 años, se habría trasladado en 2009 a Yemen, donde se hizo cargo de la publicación de la revista.