EEUU-IRAQ: Halcones inquietos por repliegue

Tras ser eclipsado por la guerra en Afganistán, la Primavera Árabe y las crecientes tensiones entre Israel y sus vecinos, resurgió el debate en Estados Unidos sobre el repliegue de las fuerzas en Iraq.

Comandantes militares y diplomáticos "halcones" (ala más belicista de Washington) están preocupados por los informes de que la administración del presidente Barack Obama respalda un plan para reducir a entre 3.000 y 4.000 los soldados estadounidenses en ese país de Medio Oriente después de fines de año.

Esto podría ser un desastre, alertaron esos críticos, que están a favor de presionar a Bagdad para que acepte una mayor fuerza de por lo menos 10.000 uniformados, si no los entre 14.000 y 18.000 que habrían sido recomendadas por el comandante estadounidense en Iraq, Lloyd Austin.

Washington necesita mantener un sustancial número de soldados en Iraq, señalan, para garantizar entre otras cosas que ese país no vuelva a caer en la guerra civil ni se convierta en una base para terroristas relacionados con la red radical Al Qaeda ni caiga bajo una mayor influencia de Irán.

"Sería uno de los mayores tropiezos en la política exterior de Estados Unidos y se podría perder a Iraq, porque tienes 3.000 soldados cuando necesitas 10.000 o 15.000", alertó a comienzos de esta semana el senador Lindsey Graham, del gobernante Partido Republicano, influyente voz en temas de seguridad nacional. "A Irán le encantaría eso", dijo.
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El debate se hace más acalorado cuando se acerca el plazo fijado. Según un acuerdo de 2008 negociado por el entonces presidente George W. Bush (2001-2009), Estados Unidos redujo su presencia militar en Iraq de 170.000 soldados a unos 45.000 en la actualidad, y se supone que debería retirar todas las fuerzas para fines de este año.

Se consideraba que el gobierno del primer ministro iraquí Nouri al Maliki negociaría un nuevo tratado permitiendo la permanencia en el país de un significativo número de efectivos estadounidenses.

Pero, para frustración de altos funcionarios del Departamento de Defensa, el estancamiento político entre Maliki y la principal coalición opositora, encabezada por Ayad Allawi, así como la propagada antipatía popular, particularmente entre la mayoritaria población chiita, hacen dificultan que se extienda la presencia militar estadounidense.

A pesar de las expectativas manifestadas por el exsecretario de Defensa, Robert Gates, su sucesor, Leon Panetta, y el jefe de Estado Mayor, Michael Mullen, durante visitas de alto perfil a Bagdad este verano boreal, Maliki recién pudo reunir el mes pasado suficiente apoyo en su gabinete para iniciar conversaciones sobre una extensión de la presencia militar estadounidense.

Pero esa autoridad se le fue dada a condición de que cualquier contingente remanente estuviera confinado a actividades de "entrenamiento".

El gobierno de Maliki todavía no ha indicado públicamente cuántas tropas está preparado a aceptar, aunque funcionarios clave han dicho a sus interlocutores estadounidenses que cualquier número mayor a 10.000 tendría un pesado costo político.

Fue en ese contexto que surgieron las noticias del plan previsto para reducir a 3.000 o 4.000 el contingente en Iraq, que el gobierno de Obama aún no ha confirmado, despertando una ola de protestas de Graham y otros.

Ese plan está "completamente en las antípodas del mejor consejo de los comandantes militares en el terreno, debilita la posición de los negociadores estadounidenses y sugiere que el futuro de Iraq es de poca importancia para Estados Unidos", escribió Max Boot, neoconservador del Consejo sobre Relaciones Exteriores, en el semanario Weekly Standard.

Otros halcones que apoyaron tanto la invasión de 2003 como la estrategia "embestida", que envió 30.000 soldados adicionales para evitar que Iraq cayera en una guerra civil abierta, apoyaron los argumentos de Boot.

Una fuerza así "sin duda no estaría en posición de jugar un papel vital en el mantenimiento de paz como la que permitió la fenomenal caída en la violencia a inicios de 2007", escribió Kenneth Pollack, analista del Brookings, en el diario The Wall Street Journal.

"Una fuerza de solo unos pocos estadounidenses también tendría una capacidad más reducida para llevar a cabo operaciones contraterroristas", añadió, en una aparente alusión al interés de Washington en lanzar nuevos golpes contra células de la red radical islámica Al Qaeda en Iraq.

"Esa misión (contraterrorista) sería dejada entonces en su mayor parte a los iraquíes, que han demostrado ser capaces pero no estar siempre dispuestos –especialmente cuando las propias políticas complicadas de Iraq lo hacen inconveniente—a cazar a escuadrones de la muerte y terroristas", señaló Pollack.

Una pequeña fuerza encontraría difícil incluso protegerse a sí misma, añadió.

* El blog de Jim Lobe sobre política exterior puede leerse en: http://www.lobelog.com

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