Las bananas crecen donde antes se cultivaban manzanas, la tradicional mandioca desaparece del Nordeste, y el sudeste pierde el aroma del buen café. Es la ciencia ficción de una nueva distribución de cultivos en Brasil, la potencia agrícola sudamericana.
El gobierno comienza a prepararse para esta historia de ciencia ficción con final abierto. Solo hay una certeza, los malos no son extraterrestres ni robots, sino la más temible invención humana: el cambio climático.
En medio de oscilaciones de temperatura y desastres naturales cada vez más extremos y frecuentes, los patrones del clima están cambiando los paisajes y pueden cambiar también sus frutos.
"Todavía es temprano para decir categóricamente que existen efectos en la agricultura", estimó el secretario de Cambios Climáticos del Ministerio de Medio Ambiente de Brasil, Eduardo Assad.
Pero no es una posibilidad lejana, y Brasil, como tercer exportador mundial de productos agropecuarios, tiene motivos para preocuparse, dijo a IPS.
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"Existe un aumento de fenómenos extremos, como altas temperaturas, que pueden abortar las flores del café, o bajas temperaturas en corto espacio de tiempo, que provocan heladas más severas en el sur y veranillos más intensos, que están causando la ruptura de la productividad en los cultivos de granos y caña de azúcar", ejemplificó.
En 2008, el profesor Hilton Silveira Pinto, de la Universidad de Campinas, y Assad, por la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), coordinaron un estudio sobre el calentamiento global y la nueva geografía de la producción agrícola brasileña.
El trabajo ya alertaba de que el aumento de las temperaturas con sequías e inundaciones más frecuentes, entre otras consecuencias podría causar en 2020 pérdidas en las cosechas de granos de hasta 7.400 millones de reales, unos 4.600 millones de dólares a la cotización actual, y de hasta 8.700 millones de dólares en 2070.
Se alteraría "profundamente la geografía de la producción agrícola en Brasil", señalaba el estudio.
Según Assad, "hay una migración natural de determinados cultivos hacia el centro-oeste del país, más estable en términos climáticos. Es el caso de la soja".
El café de la especie arábica está reduciendo su área de plantación, sobre todo en el estado sudoriental de São Paulo, y posiblemente sea sustituido por la especie robusta, de menor aroma y cuerpo y por eso considerado de peor calidad, agregó Assad.
Al mismo tiempo la arábica podría expandirse en el sur, si las modificaciones del clima reducen allí la frecuencia de heladas.
"En caso de que la temperatura aumente dos grados en los próximos años, existe un estudio que muestra que la manzana de Santa Catarina estado del sur podrá ser sustituida por la banana", explicó Assad, al definir este nuevo rompecabezas agrícola que el gobierno intenta anticipar y amortiguar.
El estudio de Embrapa analizó nueve cultivos brasileños que ocupan 86 por ciento del área plantada: algodón, arroz, café, frijol, girasol, mandioca, maíz, soja y caña de azúcar y proyecto su futuro de acuerdo a los distintos escenarios de aumento de temperatura trazados por el IV Estudio de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, publicado en 2007.
La caña de azúcar, importante materia prima del etanol brasileño, puede expandirse hasta duplicar el área sembrada actualmente, afirma el estudio.
En cambio la mandioca, que es parte del folclore alimentario del Nordeste, sufriría graves pérdidas allí y ganaría espacio en otras regiones.
Para la soja uno de los tres principales cultivos de Brasil junto al arroz y el maíz el informe vaticina el peor escenario: las pérdidas pueden llegar a 40 por ciento en 2070.
Por ahora las mutaciones no se perciben en las cuentas del gobierno ni en su favorable balanza de exportación agropecuaria.
Para la cosecha 2010-2011, se espera una producción de granos de 162,9 millones de toneladas, con un aumento de 9,2 por ciento respecto de la anterior temporada, según la estatal Compañía Nacional de Abastecimiento.
"El récord de producción muestra la fuerza de la agricultura brasileña y la importancia cada vez mayor de Brasil como abastecedor mundial de alimentos", festejó el ministro de Agricultura, Pecuaria y Abastecimiento, Mendes Ribeiro Filho.
"Eso confirma nuestra contribución al combate al hambre en Brasil y en el mundo", subrayó al referirse a las buenas perspectivas agrícolas que atribuyó a las condiciones meteorológicas en la mayoría de las regiones productoras y a la expansión del área sembrada en 5,3 por ciento para llegar a 49,9 millones de hectáreas.
Pero estos tiempos de vacas gordas y multiplicación de granos podrían quedar en el recuerdo si Brasil "no hace nada para mitigar los efectos de los cambios climáticos y adaptar los cultivos a la nueva situación", advertían los coordinadores del estudio de 2008.
"Podrá haber una migración de plantas para regiones donde no crecen hoy, en busca de condiciones climáticas mejores, y áreas que actualmente son las mayores productoras de granos pueden no ser más aptas para la plantación antes de que finalice el siglo", indica el informe.
De hecho, hay un ejemplo reciente. Las lluvias de un volumen superior al habitual que causaron destrucción e inundaciones en Santa Catarina a inicios de este mes, causaron perjuicios agropecuarios de casi tres millones de dólares, según la Secretaría de Agricultura de ese estado.
Además, mermó la producción de siembras que estaban en fase de desarrollo, como cebolla, trigo y tabaco, y hubo pérdidas de ganado y caída en la oferta de leche.
Para mitigar el impacto que la propia práctica agrícola tiene en el calentamiento, pues emite gases de efecto invernadero, el gobierno invierte más de 2.000 millones de dólares al año en la llamada "agricultura de baja emisión de carbono".
Los fondos van a la recuperación de pastizales, la integración de pecuaria y cultivos, siembra directa, fijación biológica de nitrógeno y plantación de florestas.
Con esto, explicó Assad, se espera que para 2020 el dióxido de carbono que emite la agricultura se reduzca en más de 100 millones de toneladas, tomando como base los volúmenes de 2005.
Desde 1996, el Ministerio de Agricultura establece cada año una zonificación agrícola de riesgos climáticos para cada cultivo. Esto permite a cada municipio definir la mejor época para sembrar en los diferentes tipos de suelos y ciclos de las siembras.
Se toman en cuenta series históricas de datos climáticos, y con estudios de tendencia se realizan adaptaciones para cultivos como soja, frijol, café y maíz, algodón, colza, ricino, mandioca, arroz, maní y caña de azúcar.
Algunos bancos ya condicionan la concesión de crédito rural a que los productores apliquen la zonificación.
Las medidas para adaptar los nuevos tiempos agrícolas incluyen políticas para reducir los incendios para liberar tierras de pastura, el aumento de los biocombustibles, y la reforestación y el mejoramiento genético para especies más resistentes a temperaturas elevadas, la introducción de nuevas siembras y nuevas técnicas de producción.
"El país está bien preparado para enfrentar esta cuestión con buenas bases científicas", aseguró Assad.