«Mi padre fue armador y aprendí de él. He trabajado con barcos toda mi vida, pero ahora no hay nada para hacer», dijo Abu Fayez Bakr, de 64 años, uno de los dos únicos reparadores y fabricantes de embarcaciones en la franja de Gaza.
"Mis hijos aprendieron algo sobre cómo reparar botes, pero no construirlos. Eran jóvenes cuando había trabajo, pero ahora que soy mayores el trabajo desapareció", añadió.
En el sencillo puerto de Gaza, Bakr se sienta al lado de un barco que él mismo construyó hace casi una década, uno de sus últimos proyectos.
"Recibimos financiamiento de Dinamarca para hacer este buque de investigación, con equipos especiales de oceanografía. Lo construí hace casi nueve años, pero no se usa mucho ahora. Tienes que salir mar adentro para utilizarlo de forma apropiada, no sólo un par de millas", dijo.
El armador se refería al bloqueo impuesto por Israel sobre el mar de Gaza, que impide a los pescadores palestinos alejarse más de tres millas de la costa, a pesar de que los acuerdos de Oslo les permiten viajar hasta 20.
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"Fue dañado en la última guerra israelí contra Gaza. Lo estamos reparando ahora", explicó.
Bakr, como la mayoría de los pescadores, se queja de las condiciones de trabajo. "El bloqueo israelí lo ha hecho todo difícil. Prohíbe (el ingreso de) los materiales que necesito para mi trabajo", señaló.
"Ya ni siquiera tenemos los clavos adecuados. Deben ser de cobre o de otro material antioxidante. Ahora estamos obligados a utilizar clavos que se oxidarán y tendrán que ser reemplazados dentro de un año o dos. La fibra de vidrio también es de mala calidad, como la que usa la gente para arreglar las goteras en sus casas", añadió.
La prohibición al ingreso de madera y maquinaria es la que más afecta a Bakr.
"Solía conseguir roble vía Israel desde Brasil y otros lugares. Ahora tengo que usar eucaliptos que vienen por los túneles desde Egipto. No es ideal para fabricar barcos. Después de cinco años, la madera se pudrirá", dijo.
Con experiencia como armador fuera de la franja, Bakr es consciente de las carencias en equipos y materiales en Gaza.
"Lo hacemos simple, incluso cuando reparamos botes en la playa. Pero está mal. Deben estar en un taller", indicó.
"Nadie tiene dinero para un taller. La mayoría de los pescadores apenas pueden alimentar a sus familias", agregó.
En el puerto también hay un navío de tamaño medio. "Lo estamos agrandando para el dueño. Como los materiales son caros, costará 10 veces más de lo que debería", dijo el armador.
Irónicamente, Bakr sobrevive hoy reparando embarcaciones dañadas por ataques israelíes.
"Los barcos son dañados con balas de metralla israelíes, y algunos han sido bombardeados. Los cañones de agua también estropean seriamente a los navíos. Destruyen el equipamiento y debilitan la madera", indicó.
Pero aun con la constante llegada de barcos deteriorados, Bakr gana apenas para mantener a su familia.
"Si estuviera fuera de Gaza, obtendría buen dinero todos los días con este trabajo. Pero aquí nadie tiene suficiente para fabricar nuevos navíos o pagar sus reparaciones. La mayoría de los pescadores están endeudados", dijo.
A fines de los 90, cuando inversores tenían confianza en la economía palestina, un gazatí le pidió a Bakr que construyera un gran crucero de dos niveles.
"Estaba listo en 2000, y navegó un par de veranos no lejos del puerto. Pero la gente dejó de viajar en él por miedo a los disparos israelíes", indicó Bakr.
"Por tanto, el propietario lo dejó en el puerto para usarlo como restaurante flotante. Pero incluso ahí la gente tenía miedo de que la armada israelí disparara hacia la playa. Finalmente, el dueño decidió dejar de perder dinero en un proyecto que nadie utilizaría", contó Bakr al pie del difunto Dolphin, ahora erosionándose en la arena.
Abu Said Najjar, de 35 años, procedente de Rafah, es el otro armador que queda en la franja. "Aprendí de mi tío cuando era joven. Trabajamos en Gaza y Egipto", explicó.
Como Bakr, se vio afectado por la disminución de la actividad marítima debido al cerco israelí. "No he trabajado regularmente en los últimos cinco años ya que los pescadores no trabajan o no atrapan suficiente pescado para hacer dinero", dijo.
Uno de los últimos proyectos de Najjar sigue detenido y reducido al casco de la nave.
"Todavía debe ser terminado adentro, pero el propietario no tiene dinero para los materiales", señaló. "Aun si pidiera prestado, nunca podría cubrir el crédito. No si está limitado a navegar hasta tres millas", indicó.
Con 13 hijos, Najjar sabe bien las consecuencias de no poder navegar. "Por las deudas tuve que vender mi barca pesquera, con la que había trabajado 20 años", señaló.
Al igual que en el caso de Bakr, uno de los hijos de Najjar estaba aprendiendo el oficio, pero dejó de hacerlo debido a la falta de trabajo.
"Hace años había más armadores, pero la tradición está muriendo debido a que nuestros jóvenes buscan otro tipo de trabajo que sea mejor pagado", explicó Najjar.
"Necesitamos estrategias para mantener viva nuestra tradición: financiamiento, un lugar adecuado para la reparación y construcción de barcos, y una economía abierta para que nuestros pescadores puedan trabajar adecuadamente", añadió.