LIBIA: El anunciado fin de la guerra alimenta esperanzas

«Tengo 60 años y nunca creí que vería este momento», dijo Najib Taghuz a IPS en este pueblo libio de la frontera con Túnez. Este ingeniero de la ciudad de Gehryan, ahora en manos rebeldes, se dirige al país vecino por un problema de salud de su esposa, pero espera encontrarse con un nuevo estado a su regreso.

Libios festejando. Crédito: Karlos Zurutusa/IPS
Libios festejando. Crédito: Karlos Zurutusa/IPS
"Cuando caiga Gadafi, Libia podrá decir que por fin entró en el siglo XXI", apuntó Taghuz, quien se pregunta si lo dejarán ingresar a Túnez con un souvenir que encontró en el camino, la carcasa de un misil antitanque. "Realmente, necesito llevármelo de recuerdo", remarcó.

Muammar Gadafi, líder libio, mantuvo hasta hace pocos días cerrada la frontera norte con Túnez. La única forma de ir y venir de un país a otro era por el sur, controlado por los rebeldes. El puesto de Dehiba-Wazzin, tomado por ellos en abril, fue un punto vital para ingresar suministros a través de las montañas de Nafusa.

Al no registrarse avances en los frentes de combate de Brega y Misurata durante varios meses, el papel de la población de la montaña fue vital para acelerar el avance rebelde hacia Trípoli.

La actividad en la frontera es intensa. Pero la algarabía de los refugiados que regresan a su país por el oeste contrasta con la consternación de los que siguen obligados a abandonar Libia. "No nos sentíamos seguros en Trípoli así que vinimos en automóvil hasta aquí", dijo Hassan Harem a IPS.
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"La situación de los últimos meses fue terrible con el constante bombardeo de los aviones de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), sin combustible y a menudo sin alimentos. Con todo lo que pasamos nos dimos cuenta de que ya no podíamos tolerar los combates en la calle", añadió Harem, quien hace dos meses dejó su trabajo.

Este hombre, de 32 años, cree que con suerte podrá regresar en unos pocos días.

Los libios no son los únicos que huyen por la frontera del sur. Kadir Harthem, un oftalmólogo egipcio, es uno entre muchos trabajadores que esperan ser evacuados por mar.

"Algunos colegas dijeron que se iban a meter en un barco. En cuanto vi la posibilidad de hacerlo, agarré el auto y vine hasta aquí", relató. Tras siete años de trabajar en Trípoli, Harthem tiene esperanza de conseguir trabajo en El Cairo.

Los trámites en la aduana de Túnez demoran y son tediosos a diferencia de los del otro lado de la frontera, controlado por los rebeldes libios. Estos no exigen completar formularios ni revisan valijas. El funcionario a cargo registra la información del pasaporte en una base de datos y se está en Libia.

A poco menos de cinco kilómetros de la disputada frontera con Túnez está el pueblo de Wazzin, uno de los que más sufrió en este bastión de piedra a 300 metros de altura sobre el desierto de Libia los embates de las fuerzas de Gadafi que lo dejaron en la ruina.

Hace tres meses, IPS no podía encontrar a ningún residente para entrevistar. Pero desde que la OTAN bombardeó Ghezaia, desde donde las fuerzas de Gadafi lanzaban cohetes hacia Wazzin, la gente comenzó a regresar y a reconstruir sus viviendas.

Tres combatientes rebeldes siguen los acontecimientos de Trípoli por televisión abierta en el puesto de control de Nalut, a unos 80 kilómetros de la frontera.

"Al expulsar a leales a Gadafi de sus bases en el desierto hace dos semanas pudimos restablecer la electricidad. Nos llevará siete días reparar toda la red, pero la electricidad llegó para quedarse", dijo a IPS sonriente uno de los combatientes que llevaba puesta una camiseta del club de fútbol catalán Barcelona y un gorro con la bandera rebelde.

Agosto es el mes sagrado musulmán de Ramadán. Tras la puesta del sol y las plegarias, guerrilleros y civiles se reúnen en la plaza principal donde la Media Luna Roja ofrece una cena gratuita.

Uno de los combatientes, Akram, señaló que devolverá su fusil lo antes posible y reabrirá su tienda de provisiones.

"Tengo 40 años, dos menos que el régimen de Gadafi. No conozco otra forma de gobierno. Siempre me pregunté cómo sería la democracia y cuánto tendríamos que esperar para tenerla en Libia", señaló.

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