Desde una antigua fortaleza en una pequeña isla frente al puerto de Dakar, el joven ingeniero haitiano Jean Ronel Noël contempló el Atlántico bajo un portal por el que pasaron hace siglos muchos africanos empujados a los barcos esclavistas.
"Llegamos por fin a la 'puerta del viaje sin regreso'", escribió Noël en su blog sobre la Île de Gorée, devenida en símbolo de los mercados de esclavos africanos. "La sangre me hervía, se me puso la piel de gallina. Casi me quiebro. Entonces por aquí pasaron mis antepasados. ¡La puerta del infierno! Dos cosas no tienen límites, dijo Einstein: el universo y la estupidez humana".
Pero Noël viajó a Senegal mirando hacia delante, y no hacia atrás, llevando consigo las claves de una tecnología que, confía, puede abrir las puertas de un riquísimo depósito de energía renovable y, en definitiva, de un modelo de desarrollo más durable y autosuficiente para Haití y para otros países pobres.
Una empresa senegalesa que se especializa en instalaciones de energía solar, Kayer, había invitado a Noël y el técnico Frantz Derosier a visitar esa nación situada en el extremo oeste de África occidental para enseñar a sus empleados cómo fabricar paneles fotovoltaicos, que convierten la luz del sol en electricidad.
Noël es cofundador, junto a Alex Georges, de Énergies Renouvelables SA (Energías Renovables SA, Enersa), y Derosier es uno de sus 20 empleados.
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Enersa fabrica faroles solares y otros equipos eléctricos, utilizando paneles fotovoltaicos también de producción propia. Ya cuenta un millar de luminarias instaladas en calles de más de 50 municipios de todo Haití.
Cuando el catastrófico terremoto de enero de 2010 cortó el servicio eléctrico en Puerto Príncipe, esas farolas fueron las únicas fuentes de luz en algunas localidades. El sismo también destruyó gran parte de la planta física de Enersa, pero todos los empleados sobrevivieron, y la empresa pudo reanudar la producción en pocos meses.
En los nueve días que Noël y Derosier estuvieron en Senegal, una excolonia francesa como Haití, dictaron sesiones de capacitación de una semana con Kayer en la sede de una confederación de campesinos en el pueblo de Mekhe, situado a unos 100 kilómetros de Dakar.
El resultado del taller fueron los primeros paneles solares "hechos en Senegal". La colaboración futura, dijo Noël, abarcará la concepción y fabricación senegalesa de otros productos, como los faroles callejeros.
Esta iniciativa fue posible por el apoyo de una organización francesa sin fines de lucro, Solidarité Internationale pour le Développement et l'Investissement (Solidaridad Internacional para el Desarrollo y la Inversión), que proporciona apoyo financiero a instituciones de microfinanzas en países en desarrollo, y de lÉcole Polytechnique Féminine (Escuela Femenina de Ingeniería) de París.
De regreso, los haitianos se detuvieron en la capital francesa para reunirse con especialistas en energía solar y estudiantes de ingeniería de esas organizaciones, y para someter a prueba dos de los paneles que habían fabricado con sus homólogos senegaleses.
El viaje fue una experiencia exitosa de cooperación Sur-Sur, según Noël. "Senegal tiene un mercado potencial parecido al de Haití, hay muchas comunidades rurales. Enersa y Kayer se asociarán para desarrollar proyectos en Senegal", dijo a IPS por correo electrónico.
Si bien el haitiano encontró muchas cosas en común entre los dos países, opina que los senegaleses tienen mayor conciencia ciudadana.
En Senegal los haitianos conocieron a un empresario haitiano-canadiense que también se propone producir paneles fotovoltaicos en el país africano. Enersa tiene expectativas de poder desarrollar esta opción, dijo Noël.
El viaje a África tuvo un significado diferente para los dos haitianos. Noël ya es un viajero experimentado. Tras terminar la escuela secundaria en Haití, él y su amigo Georges se fueron a Canadá para estudiar ingeniería y negocios en la École Polytechnique de Montréal.
Cuando se graduaron, decidieron regresar a Haití y aportar algo a su país abriendo una empresa guiada por la responsabilidad social, que emplea a jóvenes pobres y los convierte en técnicos capaces de producir algo útil.
Después de tomar un curso sobre fabricación de paneles fotovoltaicos dictado por Richard Komp, un profesor jubilado del estadounidense estado de Maine, acordaron fabricar equipos de energía solar.
Para Derosier, el más joven de los dos viajeros, el vuelo a Dakar vía París fue su primera travesía en avión. Noël contó en su blog que Derosier mantuvo una asombrosa calma incluso en medio de la turbulencia que sacudió la nave cuando debieron atravesar una tormenta tropical poco después del despegue.
Derosier y la mayoría de los empleados de Enersa son habitantes de Cité Soleil, el barrio hacinado más grande de Puerto Príncipe, donde un empleo es una rareza muy preciada.
Enersa los capacitó durante varias semanas en electrónica y trabajo con metales, y les paga un salario muy superior al promedio en Haití, donde la mayoría de los trabajadores intentan sobrevivir con uno o dos dólares diarios.
Para ambos, la visita a Senegal fue una travesía afectiva que les permitió reanudar de modo positivo los lazos con un continente que ejerce una profunda influencia sobre la consciencia de su pueblo.
Para los africanos secuestrados y transportados como esclavos a la entonces colonia francesa de Saint-Domingue en los siglos XVII y XVII, Guinée (el nombre que le daban a África occidental) representaba una patria espiritual a la que algunos creían que volverían después de muertos, viajando bajo el mar.
La Revolución Haitiana derrotó a los generales de Napoleón y expulsó a los colonos franceses, dando a luz en 1804 al primer país independiente de América Latina y al primero del mundo creado por esclavos africanos rebeldes.
Muchos hablaban todavía lenguas africanas, cuyos elementos se amalgamaron con el francés y otros idiomas para crear el créole o kreyol haitiano, la lengua franca y oficial, hablada por todo el país.
Las religiones africanas sobrevivieron en el vudú, todavía practicado por muchos. Basta con presenciar los bailes y los ritmos de los tambores de una misa cristiana en el campo para advertir que los haitianos han preservado lazos culturales muy estrechos con su madre patria.
El peregrinaje a la fortaleza de Île de Gorée es una experiencia que recomendaría a cualquier americano con raíces africanas, dijo Noël. "Ver la Casa de los Esclavos es algo especial, es viajar a través de la historia. Por allí pasaron mis antepasados hace siglos".