Una noche cualquiera, la pequeña área peatonal del centro de la ciudad de Gaza, conocida como Jundi, está atestada de adultos y niños. Muchos escapan del calor de sus hogares durante los habituales cortes de luz. La mayoría están allí en busca de algo que hacer.
La actividad puede consistir en sentarse en los simples bancos de hormigón del parque a conversar y tomar té.
Algunos vendedores ofrecen nueces y semillas asadas. Otros, té de menta y café árabe. En los últimos años, emulando al Central Park de Nueva York, también circula en el parque un carruaje antiguo tirado por tres caballos.
"Hace cuatro años, mi padre vio un carruaje en una película vieja y eso le hizo acordar a la Palestina del pasado, cuando eran comunes los carruajes con caballos", dijo el herrero Ramadan Al, de 21 años.
Al y sus 13 hermanos se quedaron sin trabajo cuando Israel impuso su sitio a la franja de Gaza, en 2006. La familia necesitaba una nueva fuente de ingresos.
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"Solíamos hacer puertas, ventanas, lo que la gente quisiera, pero cuando se cerraron las fronteras el acero dejó de ingresar a Gaza y no pudimos hacer mucho con el que teníamos, a causa de los constantes cortes de electricidad", relató Al.
"Como ya teníamos caballos y sabíamos cómo trabajar con metal, decidimos diseñar un carruaje con fines de entretenimiento", agregó.
El proyecto fue un éxito inmediato. "Enseguida tuvimos mucho trabajo, porque era toda una novedad. La gente empezó a pedirnos que lleváramos a las parejas a sus bodas", dijo.
Pero ahora, pocos años después, el trabajo no es tan estable. En una noche promedio, 10 familias pasean en el carruaje.
"El problema es que la gente que tiene dinero lo ahorra para hacer regalos y donaciones durante el mes de Ramadán, y para el nuevo año escolar", dijo Al.
"Cobramos cinco shekels (1,4 dólares) por dar la vuelta al parque, pero cuando hay familias que no tienen ese dinero pero cuyos hijos quieren subir al carruaje los llevamos sin cobrarles, para que los niños puedan disfrutar un poco", explicó.
Al dijo preferir el trabajo de herrero, pero con el sitio israelí no tuvo más opción que generar una nueva fuente de ingresos.
Con un deseo similar de hacer algo original para los palestinos de Gaza, ingenieros de la franja crearon un tren infantil.
Hecho en buena medida a partir de chatarra y autopartes sueltas, el tren de dos vagones parte del Jundi y atraviesa las principales calles de Gaza emitiendo música y paseando a los niños por apenas dos shekels (medio dólar).
Escenas idílicas de pasturas verdes decoran los vagones, mientras los niños de Gaza escapan del gris cemento, de los edificios bombardeados y de la tierra agrícola devastada por las aplanadoras.
El parque municipal de la ciudad de Gaza ofrece poco más que vegetación deshidratada y un lugar diferente donde pasar las calurosas tardes. La fuente no tiene agua, las plantas están atrofiadas. Hay varios toboganes de plástico y una zona de columpios sin columpios.
Sin opciones de esparcimiento como los cines y con pocas posibilidades de disfrutar su tiempo ocioso, las familias siguen visitando el parque, los amigos se juntan allí y los niños encuentran un lugar para jugar.
En verano, la costa de Gaza es el lugar más congestionado, donde las familias buscan refrescarse. La mayoría de ellas llegan equipadas con termos de té y otros implementos para realizar picnics.
Los niños nadan, remontan cometas y juegan fútbol, las mujeres se adentran en el mar de olas bajas y los hombres jóvenes beben té y fuman tabaco en pipa de agua.
Aunque el mar en sí no cuesta nada, llegar hasta allí sí tiene un costo, y no todos pueden pagarlo. Jaber Rjila, de un área agrícola a menudo arrasada por las aplanadoras en el sudoriente de la franja, está entre quienes raramente van a la playa, pese a estar a media hora de su hogar.
"Llevar a mis seis hijos y a mi esposa costaría casi 200 shekels (55 dólares), contando apenas el transporte y un simple picnic. No podemos pagar eso", explicó.
Al sur de la bahía de Gaza, Fadel Bakr ofrece pequeñas lanchas a motor a quienes pueden pagar el recorrido.
"Empecé esto hace siete años. Pero ahora no hay tantas personas que pidan este paseo: o bien no tienen dinero o bien temen a los disparos de la armada israelí", dijo Bakr.
Veinte shekels (5,6 dólares) es el precio por un viaje de 10 minutos que no todos se atreven a hacer.
"Antes nos adentrábamos mucho más en el agua, pero ahora generalmente vamos hasta apenas unos pocos cientos de metros. Aún así los israelíes han disparado a mi bote con pasajeros en él", relató Bakr.
De todos modos, algunos están dispuestos a correr el riesgo, ansiosos por aprovechar el ocio en medio del sitio, donde el mar es la principal opción de entretenimiento.