Las autoridades de República del Congo muestran una alentadora disposición a detener y enjuiciar a traficantes de especies en peligro de extinción, dejando atrás la práctica de incautar y apenas multar a los responsables de estos delitos.
El ciudadano chino Chen Xiongbing fue condenado a cuatro años de prisión este mes por "posesión y tráfico de colmillos de elefante y otros objetos de marfil" y tuvo que pagar una multa de 6.000 dólares y, 8.000 dólares más por daños contra el gobierno
Chen fue detenido en enero de este año en el aeropuerto de Brazzaville cuando estaba por embarcar rumbo a Beijing.
La sentencia por tratar de contrabandear cinco grandes colmillos de marfil, tres estatuillas, varios sellos y otros artículos más no tiene precedentes en este país de África central.
El caso de Chen siguió al del congoleño Jules Ngami, condenado a 15 meses de prisión y 600 dólares por "posesión y comercialización" de dos pieles de leopardo. Otros tres traficantes de cueros fueron procesados en la misma época y sentenciados a 12 meses en una cárcel de Brazzaville y pagar una multa de 1.000 dólares, cada uno.
[related_articles]
El procesamiento de traficantes de animales es un nuevo fenómeno en Congo. Antes, los guardias forestales y otros funcionarios sólo incautaban las especies prohibidas. El pago de una multa menor bastaba para olvidar el delito.
Durante mucho tiempo no hubo una ley específica que cubriera la caza o el comercio de especies protegidas. Pero tras ratificar tratados como la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, Congo revisó su legislación, explicó la abogada Ghislaine Mayoulou.
Casi dos tercios del territorio congoleño están forestados, 11,6 por ciento de país fue declarado área protegida. Congo tiene tres parques nacionales, seis reservas de animales y varios refugios de chimpancés y gorilas. Numerosas organizaciones internacionales trabajan con el gobierno para proteger las especies amenazadas.
El gobierno adoptó en noviembre de 2008 la Ley de Protección de Animales Salvajes y Áreas Protegidas, que prohíbe de forma explícita la "exportación, importación y comercialización de animales protegidos o de sus partes".
"Gracias a la legislación, la policía comenzó a perseguir a los cazadores furtivos y traficantes de especies prohibidas", dijo a IPS el abogado y ambientalista William Nguembaud.
"Ayudamos al gobierno a difundir el mensaje de tolerancia cero contra traficantes de marfil", indicó Naftali Honig, director de PALF, proyecto de protección de vida silvestre. "Decidimos ayudar a las autoridades porque la aplicación de la ley es la parte que falta en la conservación. Es mucho lo que queda por hacer", añadió.
En el interior del país, poca gente conoce la norma pese a que fue aprobada hace tres años. Muchas personas siguen matando animales protegidos. Un traficante de pieles de leopardo fue detenido en marzo en el mercado de Tiétié, en Pointe-Noire, capital económica en el sur del país.
En algunas grandes ciudades se pusieron carteles visibles con la lista de especies protegidas. "Tratamos de generar consciencia sobre la norma", dijo Honig.
"Los cazadores no respetan la ley y matan sin permiso. Pero si los atrapamos se la aplicamos", indicó Pierre Kama, director de gestión de conservación y vida silvestre del Ministerio de Economía Forestal.
Las duras medidas contra el tráfico de especies en peligro tuvieron consecuencias no deseadas. Los guardias forestales persiguieron a los cazadores utilizando la violencia en aldeas enteras y golpearon a cualquiera que tuviera un pedazo de carne que pudiera tan siquiera ser de un animal protegido.
"La gente que vive cerca de los parques fue humillada o golpeada, a veces solo por poseer una ardilla silvestre", señaló Roger Bouka Owoko, director ejecutivo del Observatorio de Derechos Humanos y autor del informe sobre malos tratos contra la poblaciones indígenas, de 2006.
Organizaciones no gubernamentales especulan que hay figuras importantes involucradas en el tráfico. "Nos alegramos de que haya cazadores furtivos procesados y presos. Pero se desconocen los vínculos de los condenados con el resto de la red. Por ejemplo, no se molesta al comprador de artículos de marfil", añadió.
"Funcionarios estatales suelen armar a los cazadores para que maten especies protegidas. La misma gente ayuda a los traficantes a vender los productos en la ciudad", indicó Vivien Ilahou, presidente de Congo Environment, organización no gubernamental de la sudoccidental ciudad de Dolisie.
Siete personas, entre ellas cuatro guardias forestales, fueron condenadas en abril en la norteña ciudad de Ouesso, por traficar marfil y pieles de leopardo. Fueron enviados a prisión donde cumplen una sentencia de entre 12 y 24 meses.
"La corrupción en la conservación no se puede tolerar. Los guardias deben ser más honestos", remarcó Paul Telfer, director del programa Congo de la organización estadounidense Wildlife Conservation Society (sociedad para la conservación de la vida silvestre).