SIRIA: La división hace la fuerza

Las protestas en Siria contra el régimen de Bashar Al Assad crecen en tamaño e intensidad desde febrero, pero los líderes del movimiento opositor aún no se ponen de acuerdo sobre los pasos a seguir para derrocar al mandatario.

La semana pasada, una marcha en la localidad de Hama habría reunido a más de 100.000 manifestantes, convirtiéndose en la más concurrida en Siria hasta el momento.

Aunque el movimiento opositor crece, sus líderes siguen fuertemente enfrentados, distanciados geográficamente e incapaces de acordar tácticas para derrocar a Assad y diseñar una visión de futuro para el país.

Mientras Assad lanzaba otra ola de represión esta semana, figuras de la oposición en Siria y en el exterior seguían batallando entre sí sobre el asunto central de cómo enfrentar al régimen.

En un encuentro organizado la semana pasada en Washington por el Consejo de Asuntos Públicos Musulmanes y la New American Foundation, analistas políticos y activistas internacionales se reunieron con figuras sirio-estadounidenses involucradas en la oposición a Assad para analizar la crisis.
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Uno de los temas más debatidos en el encuentro fue el papel de Estados Unidos en la asistencia al movimiento opositor sirio. Algunos participantes, como el abogado de derechos humanos Yaser Tabbara, señalaron que Washington podía hacer mucho más.

Tabbara propuso sanciones más severas, críticas más fuertes, una mayor presión internacional y un llamado directo del presidente Barack Obama al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas para que adopte una resolución condenando al régimen de Assad.

Otros, incluyendo al escritor e historiador Mark Perry, expresaron su apoyo al pueblo sirio, pero señalaron que la revolución estaba en sus manos y la comunidad internacional no debía intervenir.

Perry expresó su confianza en la "inevitabilidad" de la revolución, y señaló que era "muy difícil detenerla, influenciarla o hacerla triunfar". "Tienen su propia dinámica interna", alertó.

Por su parte, Lawrence Wilkerson, profesor en el Colegio de William & Mary y ex jefe de Estado Mayor durante el gobierno de George W. Bush (2001-2009), sostuvo que Estados Unidos tenía muy poca capacidad de maniobra, y menos aun voluntad de intervenir.

Señaló que todas las decisiones políticas "debían ser consideradas en un marco más amplio que sólo Siria", e indicó que "los intereses estratégicos de Estados Unidos en la región eran significativos".

"Tenemos que manejar esto con tacto, considerando los intereses nacionales de Estados Unidos. Pedirle (al régimen de Assad) algún tipo de plazo sin usar la amenaza de la fuerza es algo inútil", dijo.

Otros analistas se inclinaron por una postura media, reconociendo que la influencia de Estados Unidos era mínima, pero señalando que Washington podía dar pequeños pasos para respaldar a la resistencia siria.

Nuh Yilmaz, director de la Fundación para la Investigación Política, Económica y Social, destacó la opción de Turquía de tomar un camino medio por miedo "tener una guerra civil en su frontera", manteniendo contacto tanto con el régimen de Assad y como con el movimiento opositor.

Yimaz señaló que la estrategia de Ankara es convencer a Assad de que implemente reformas reales y que la oposición modere sus demandas.

Subrayó la necesidad de actuar en forma estratégica y aprovechar al máximo la limitada capacidad de maniobra de la comunidad internacional.

Pero otros llamaron a tomar medidas más concretas contra el gobierno de Assad.

"El régimen es inflexible, y por tanto irremediable", sostuvo Louay Safi, del Consejo Sirio-Estadounidense. Instó a la comunidad internacional a "estrangular el aparato de seguridad en Siria, asegurando que no reciba fondos del exterior… y tomar acciones legales".

El desacuerdo sobre la cuestión fundamental de la intervención extranjera se produce en momentos en que diplomáticos estadounidenses se debaten sobre la postura frente a la crisis siria, por lo general optando por un término medio que no satisface a ninguna de las partes.

Días atrás corrió el rumor de que el Departamento de Estado (cancillería) había elaborado una "hoja de ruta" para reformas en Siria que permitirían a Assad permanecer en el poder pero adoptando cambios democráticos.

El plan incluía la creación de una "asamblea de transición" que supervisara la realización de elecciones abiertas, la legalización de partidos políticos y el alivio de las restricciones a la prensa.

Aunque Washington negó la existencia de la hoja de ruta, varios miembros de la oposición siria han afirmado que funcionarios estadounidenses, incluyendo el embajador en Damasco, Robert Ford, presionaban para lograr un terreno común con Assad.

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