MALASIA: Clase media descubre poder político de Internet

Tras una masiva concentración en reclamo de reformas electorales en Malasia, reprimida violentamente, se creó un grupo en Facebook para luchar por la renuncia del primer ministro Najib Razak. En 10 días, le «gustó» la página a más de 200.000 usuarios de la red social.

La manifestación y la posterior reacción contra los medios sociales son una señal del malestar que crece entre un sector de la población que Najib ha pasado por alto: la clase media.

Malasia es un país multirracial con una población relativamente joven. Los malayos representan 60 por ciento de la población y la mayoría del resto es de origen chino e indio. Alrededor de 70 por ciento de sus habitantes viven en las ciudades y las conexiones a Internet aumentan con rapidez.

Desde su independencia en 1957, los principales partidos políticos se distinguen por su integración étnica, un sistema de hecho que muchos analistas consideran poco sostenible.

La respuesta de Najib a la manifestación parece haber sido organizada por funcionarios con un enfoque duro respecto de la defensa de los derechos de la mayoría malaya.
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Es posible que si aumentan las duras críticas contra el gobierno que se propagan por Internet se diluyan los logros obtenidos por el primer ministro desde su llegada al gobierno en 2009, opinan analistas.

"Los votos están en el ‘medio’ de Malasia, un sector mixto y multirracial", señaló el politólogo Karim Raslan. "Por lo tanto, el gobierno debe ser más inclusivo y agradable. Por el momento es sólo exclusivos", añadió.

Muchos observadores sostienen que el gobierno exageró su respuesta a la concentración del sábado 9, convocada por una coalición de organizaciones no gubernamentales identificada como Berish ((limpio, en malayo). La policía detuvo a 1.700 manifestantes ese día, aunque la mayoría enseguida fue puesta en libertad.

La cadena de televisión Al Jazeera, en inglés, mostró imágenes de policías golpeando y pateando a varios manifestantes que trataban de protestar en forma pacífica, aun después de que las fuerzas de seguridad lanzaron gases lacrimógenos y los rociaron con un agua que contenía un agente irritante.

La represión "mostró la inseguridad del gobierno y su posición defensiva", indicó la analista Tricia Yeoh. "Pero ahora mucha gente se da cuenta de las fallas del sistema", añadió.

El gobierno mantuvo medidas duras tras la manifestación. Es ilegal llevar camisetas amarillas de Berish. La policía detuvo a personas allegadas a un parlamentario de la oposición por tener esa prenda en el hotel. Además, la fuerza de seguridad impide a seis miembros del Partido Socialista organizar marchas.

Para muchos malasios, el intento de las autoridades de demonizar a los organizadores de Berish no es necesario y es retrógrado. El gobierno señaló que la policía se "contuvo mucho" en lo que consideró una amenaza al orden público.

La persecución de los organizadores de Berish amplió la cantidad de voces molestas por la forma en que el gobierno manejó la protesta. Incluso hizo que hablaran personas que suelen ser consideradas "apolíticas".

Las próximas elecciones generales están previstas para abril de 2013. Muchos analistas especulaban que podían adelantarse para fines de este año. Pero tras la manifestación de Berish, la mayoría de ellos ahora señalan que ya no es posible.

Las últimas elecciones de 2008 se realizaron cuatro meses después de la primera manifestación Berish. Entonces, la gobernante coalición Frente Nacional perdió dos tercios de la mayoría parlamentaria por primera vez desde la independencia y la oposición ganó en cuatro estados.

El momento en que se hagan las próximas elecciones será crucial para Najib y el partido gobernante. El recuerdo de lo ocurrido el 9 de julio se mantendrá vivo en el segmento ahora vigorizado y que domina el funcionamiento de Internet.

Si el primer ministro convoca a elecciones demasiado pronto correrá el riesgo de enojar a muchas de las personas molestas por su respuesta a la manifestación. En cambio, si se demora, la situación económica puede empeorar.

La economía funcionó razonablemente bien antes de la última represión. Las ambiciones reformistas del primer ministro hicieron que la aprobación de su gestión pasara de 45 a 69 por ciento en febrero, según el independiente Centro Merdeka.

Pero al concentrarse en la economía, Najib descuidó problemas sociales y políticos que se agravan desde hace tiempo, como Perkasa, un grupo de presión de extrema derecha que se aprovechó de las inseguridades de algunos malayos que siguen pensando que necesitan programas de acción afirmativa, que gozaron durante décadas en este país.

Los medios sociales desempeñaron un importante papel erosionando de a poco las barreras raciales. Permitieron que los malasios se expresaran, a menudo a gritos, por primera vez. También se volvieron una fuente alternativa de noticias frente a las principales vías de comunicación controlados por el gobierno.

La respuesta dada por el gobierno de Najib a la manifestación mostró que desconoce el sentimiento de muchos malasios, según numerosos politólogos, en especial del creciente sector juvenil que tienen un gran manejo de Internet y no tanto miedo a expresar sus ideas como sus mayores.

"En el siglo XXI, todo el mundo tiene sus ideas y quiere expresarlas. La gente decía somos los jefes, nosotros los elegimos. Pero eso se le escapó al gobierno", señaló Jahabar Sadiq, director ejecutivo del portal de noticias Malaysian Insider.

Peter, quien no quiso revelar su verdadera identidad, contó que se sintió inspirado por las imágenes de una frágil anciana que en una manifestación desafió a vehículos lanza agua y gases lacrimógenos. Así fue cómo decidió crear una página en Facebook llamada tía Berish.

"Soy un tipo común", señaló. "No me había registrado para votar, pero ahora lo haré", comentó en su página.

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