Derecha portuguesa gobernará bajo control del FMI y la UE

La derecha de Portugal ganó el domingo 5 las elecciones legislativas anticipadas, con una diferencia mucho más holgada que la prevista por las encuestas.

A pesar de su contundente victoria, el nuevo gobierno no podrá elaborar una estrategia propia para Portugal, cuya suerte ya está echada por las condiciones del rescate financiero dictadas por la troika del Fondo Monetario Internacional (FMI), la Unión Europea (UE) y el Banco Central Europeo (BCE).

En realidad, el nuevo gobierno se deberá ceñir a una función de alto comisionado de la troika, y el derrotado Partido Socialista (PS) deberá limitar su actividad opositora, ya que fue uno de los signatarios del acuerdo firmado con esas tres instancias internacionales a inicios de mayo.

Lo que nadie esperaba de los comicios eran las tan pesadas derrotas del PS, en el poder durante 14 de los últimos 16 años, y de los ex trotskistas del Bloque de Izquierda (BE, por sus siglas en portugués), que redujeron su votación a la mitad.

El triunfante Partido Social Demócrata (PSD), miembro del grupo conservador de los partidos populares europeos, obtuvo 38,6 por ciento de los votos y por tanto 105 de los 230 escaños del hemiciclo del Palacio de São Bento, sede del parlamento unicameral.
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El nuevo primer ministro será el economista Pedro Manuel Mamede Passos Coelho, de 46 años, que reemplazará al ingeniero civil José Sócrates Carvalho Pinto de Sousa, de 54 años.

Sócrates renunció el domingo por la noche al cargo de secretario general del PS como gesto ante la dura derrota sufrida en las urnas. Su partido pasó de un caudal electoral de 36,6 por ciento en las legislativas de 2009 al actual 28,1 por ciento, lo que reduce su bloque parlamentario de 97 a 73 diputados.

Para acceder al poder, Passos Coelho establecerá una alianza con el Centro Democrático Social (CDS), el partido derechista del abanico político lusitano que, al aportar sus 24 escaños resultantes del 11,7 por ciento de los sufragios, permitirá al primer ministro gobernar con mayoría absoluta parlamentaria.

En la oposición marxista, se consolidó el Partido Comunista, que en alianza con el minúsculo Partido Ecologista Verde, forman la Coalición Democrática Unitaria (CDU), que logró la preferencia de 7,9 por ciento de los electores, lo que les permite contar con 16 diputados.

El BE fue el gran derrotado: consiguió apenas 5,2 por ciento de los votos, en lugar del 9,8 por ciento de 2009 y redujo de 16 a ocho sus escaños.

La abstención se situó en 41,1 por ciento de los habilitados para votar. Pero el padrón electoral está desactualizado y figuran en él 800.000 "electores fantasmas", ya fallecidos. La cifra de 9,4 millones de habilitados no se corresponde a la realidad de un país con 10,6 millones de habitantes.

Hasta este lunes, el PSD no ha presentado un programa y el CDS. Todo indica que lo que harán será aplicar el programa negociado con el FMI, el BCE y la UE.

Las diferencias con el PS ‒que como muchos partidos socialistas se renovó adoptando una línea de liberalismo económico‒ reside más que nada en cuestiones sociales en las que Sócrates marcó la diferencia: aborto, divorcio, paridad de géneros y casamiento de personas del mismo sexo.

En estos últimos seis años de gobierno, Sócrates observó escrupulosamente la defensa de los intereses económicos, y nada hizo para cambiar un modelo económico basado en el gasto estatal en infraestructuras.

En el ámbito del gasto del Estado, se emplearon esquemas como las sociedades público-privadas, que abrieron suculentos negocios para los grandes grupos económicos, en especial los bancos.

El veloz proceso de renovación del PS, o de "reciclaje" como apuntan sus críticos, implicó la aceptación del mercado como principal ordenador de la actividad económica en su versión neoliberal.

Los liderazgos en los mercados se establecieron de modo asimétrico, con el desplazamiento de los intereses públicos o la toma de éstos por parte de actores privados.

La idea era que este método haría funcionar mejor la economía, acelerando el crecimiento del sector privado y creando nuevos puestos de trabajo.

Pero no ocurrió así. El desempleo subió de 4,8 a 13 por ciento en un lustro. Y desde 2002, seis años antes de la crisis mundial ‒que estalló en 2008 en Estados Unidos‒, la economía portuguesa está casi estancada y no han aparecido fuerzas que la empujen.

La salida encontrada fue un endeudamiento incontrolado, favorecido por tasas de interés bajas, con una cobertura motivada por el excelente negocio bancario que fue adquirir capital del BCE con un interés de uno por ciento y prestar al gobierno con un interés de cinco o seis por ciento.

En cuatro años la deuda pasó de 106.000 millones de dólares a 220.000 millones de dólares, con vencimientos programados para los próximos tres años, lo que la convertía en impagable.

Esta elevada suma y su plazo de devolución obligaron a un rescate financiero que contempla la reconversión de la deuda con títulos garantizados por el BCE, el FMI y la UE.

Estas evidencias y la fuerte caída de la popularidad de Sócrates abrieron la crisis política, cuyo desenlace llevó a los portugueses a escoger mayoritariamente a la derecha, con la esperanza de que los saque del atolladero.

Sin embargo, el gobierno conservador no tiene margen para llevar a cabo un programa que no sea el de cumplir lo acordado con la "troika".

Entre esos acuerdos, el nuevo gobierno deberá definir un plan para disminuir la contribución de las empresas a la seguridad social, hoy situada en 23,5 por ciento del sueldo bruto de un trabajador a 19 por ciento.

Esta medida se deberá acompañar de un financiamiento compensatorio de la seguridad social, que se consigue aumentando el impuesto al valor agregado, lo que afecta el bolsillo del consumidor, la capacidad de ahorro y la expansión de la actividad productiva.

La gran interrogante es hasta qué punto Passos Coelho podrá gobernar sin necesidad de renegociar la deuda, sus plazos y tasas, en un país que ya es descrito por la mayoría de analistas y economistas como "protectorado" de la UE, en términos formales, y de Alemania en particular.

En su columna de este lunes en el diario Público, el historiador Rui Tavares señala que "Portugal llegó a estas elecciones desangrado y entregado a las manos impiadosas de la 'troika' y simbólicamente, ya tocó fondo, o así se piensa, porque como muestran los ejemplos de Irlanda y Grecia, este fondo no tiene fondo".

Entre tanto en la izquierda marxista, de la que el historiador hace parte, "debemos hacer un análisis implacable de la crisis", porque "sabemos dónde falló el sistema financiero, dónde falló el neoliberalismo, el centro-derecha y el centro-izquierda y la socialdemocracia".

"Sabemos todo eso y es fantástico que no sepamos cómo responder a ésta pregunta: ¿dónde fallamos nosotros?, porque si no hubiésemos fallado, no tendríamos a la 'troika' a hacerse cargo del país", concluye Tavares.

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