Obama y Netanyahu no están tan alejados

«Las fronteras de Israel y de Palestina deberían establecerse sobre las líneas de 1967 con intercambios aceptados (…) por ambos estados», fue una de las fases más comentadas del último discurso del presidente estadounidense Barack Obama sobre Medio Oriente y el norte de África.

El primer ministro Benjamín Netanyahu entró de inmediato en escena, incluso antes de su llegada a Washington para su muy anticipada reunión con Obama, y descartó rotundamente la propuesta como algo "indefendible".

Abundaron informes en la prensa israelíes sobre una nueva crisis de confianza entre los dos líderes y sobre un "furioso" intercambio telefónico entre el propio Netanyahu y la secretaria de Estado (canciller) estadounidense Hillary Rodhan Clinton en vísperas de la cumbre.

El lenguaje corporal de Netanyahu y de Obama durante su aparición pública en la Casa Blanca no daba indicios de cordialidad.

El ministro de Defensa israelí, Ehud Barak intentó calmar los temores el viernes cuando afirmó que la cumbre había sido "mucho menos dramática de lo que parecía", y aseguró que las diferencias entre los dos líderes no eran tan grandes.
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"Creo que los estadounidenses conocen los matices de nuestras posiciones", añadió.

Sin embargo, ni las declaraciones de Barak ni las del portavoz del gobierno israelí en Estados Unidos, señalando que se trataba de "diferencias entre amigos", tranquilizaron a la opinión pública en Israel. Con esos amigos quién necesita enemigos, señalaban muchos comentaristas.

Pero, después de todo, ¿cuáles serían esos "matices de posición" que provocaron la ira del primer ministro israelí? Como afirmó un desconcertado funcionario del Departamento de Estado estadounidense, el discurso de Obama fue "bueno para Israel y ciertamente bueno para la visión que tiene Netanyahu de Israel".

Obama directamente rechazó los esfuerzos en marcha para que la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas reconozca a Palestina como estado independiente en su próxima sesión de septiembre.

Además, exigió a los palestinos que explicaran el acuerdo de reconciliación alcanzado semanas atrás entre el partido secular Fatah y Hamás (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica), a la vez que demandó una "respuesta creíble" a las "dudas legítimas" que surgen ante la negativa de la organización musulmana a reconocer al Estado de Israel.

Obama también adoptó la doctrina de seguridad de Netanyahu para una Palestina "no militarizada" y la idea de un "repliegue progresivo" de los territorios ocupados.

Como si fuera poco, lo que el mandatario estadounidense no dijo fue igual de bueno para el líder israelí. No exigió un nuevo congelamiento en la construcción de colonias judías en Cisjordania, a pesar de que Israel acaba de aprobar oficialmente la edificación de 1.500 nuevas unidades de vivienda en Jerusalén oriental.

Ni siquiera hizo mención a la Iniciativa de Paz Árabe de 2002, defendida especialmente por la izquierda israelí, que propone el repliegue de Israel de todos los territorios ocupados, el reconocimiento del Estado palestino independiente con Jerusalén oriental como capital y una "justa solución" a la situación de los refugiados palestinos.

Entonces, ¿qué indignó tanto a Netanyahu?, se preguntaron algunos israelíes, asombrados por la posibilidad de un creciente alejamiento de Washington.

El primer ministro parece haber querido crear una disputa artificial, rechazando rotundamente el principio de "intercambio de tierras" y el concepto de "Estado judío" manejados por Obama.

El mandatario estadounidense había alertado que, si el gobierno de Netanyahu seguía expandiendo sus colonias, tendría en frente a "millones de árabes" y le costaría seguir siendo un verdadero "Estado judío, a menos que hubiera un acuerdo de paz".

Pero, en última instancia, fijar las fronteras sobre las existentes antes de la Guerra de los Seis Días, de 1967, con un "intercambio de tierras", permitiría a Israel en un futuro acuerdo retener grandes bloques de asentamientos que ocupó en Cisjordania en las últimas cuatro décadas.

Y si Israel es reconocido un "Estado judío y patria del pueblo judío", significaría que todos los palestinos en su territorio habrían de trasladarse a zonas palestinas, una demanda clave israelí.

"No creo que el presidente (Obama) dijera que era necesario regresar a las fronteras de 1967, sino más bien que debemos iniciar la discusión sobre la base de esos límites", dijo Barak.

En realidad, el verdadero problema para Netanyahu reside en la sincronización de los elementos en un eventual acuerdo de paz. Obama sugirió que las futuras negociaciones deberían lidiar primero con los temas de seguridad y con la dimensión territorial del conflicto. Otros asuntos, como "el futuro de Jerusalén y el destino de los refugiados palestinos", serían para ser tratados en una etapa posterior.

Los israelíes temen que este orden cree en los hechos un acuerdo interino que nunca resuelva todos los puntos.

Enarbolado con la bandera nacional y con la derecha apoyándolo, Netanyahu intenta desarticular este enfoque de Obama tratando de demostrar su poca efectividad.

Se dice que un buen ataque es la mejor defensa, y Netanyahu implementó el célebre adagio. Su casi ofensiva conducta en la Casa Blanca tuvo el objetivo de neutralizar la amplia visión estadounidense del derecho de autodeterminación de los pueblos en Medio Oriente, con la esperanza de reducir la aspiración palestina a su independencia.

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