El último discurso del presidente estadounidense Barack Obama sobre Medio Oriente y el norte de África, en el que prometió reforzar la prosperidad económica y política en la región, no satisfizo plenamente a analistas, pero al menos fue un aperitivo.
"Está en juego no sólo la estabilidad de naciones, sino también autodeterminación de los individuos. El status quo no es sostenible. Las sociedades unidas por el miedo y la represión pueden ofrecer una ilusión de estabilidad por un tiempo, pero son construidas sobre fallas que finalmente se parten en dos", señaló Obama el jueves, en referencia a los regímenes represivos árabes. Sin embargo, décadas de conflictos, corrupción y pérdidas de oportunidades económicas para millones arraigaron la percepción en el Magreb de que Estados Unidos es cómplice, si no el único instigador y perpetuador de esos problemas, una percepción que Obama ha tratado de contrarrestar desde que llegó a la Casa Blanca.
Analistas señalan que es crucial para el mandatario mostrar un cambio en su política hacia la región.
"La vieja forma de hacer negocios en Medio Oriente ya no es sostenible El gobierno de Obama debería redoblar sus esfuerzos para apoyar la transición adoptando un paquete de reformas más completo para Egipto, revivir sus alicaídos y viejos esfuerzos para resolver el conflicto árabe-israelí, y mantener el curso en Irán", escribió el miércoles Brien Katulis, del Centro para el Progreso Estadounidense.
"Actuando con más firmeza, como hizo el presidente con el ataque a (Osama) bin Laden, se crearán más oportunidades de progresos y cambios en la región", opinó Katulis.
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Por su parte, Paul Pillar, ex analista de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), señaló que el discurso no presentó ningún cambio en la política general, pero dejó cierto lugar al optimismo.
"La mayoría de los estómagos, de las diferentes partes involucradas, quedarán insatisfechos con este discurso Pero hay suficientes aperitivos como para crear esperanza y luego, si tiene un segundo periodo de gobierno ( ), el presidente podría servir carne de verdad", escribió Pillar el jueves en el blog Nationalinterest.com.
El discurso condenó las violaciones a los derechos humanos en países como Yemen, donde el gobierno de Obama respaldó una iniciativa del Consejo de Cooperación del Golfo para promover el diálogo entre el presidente Ali Abdullah Saleh y la oposición.
También se refirió a los abusos en Bahrein, donde Washington sigue apoyando un diálogo entre la oposición y el régimen, que ha reprimido violentamente las protestas e incluso detenido a médicos que proveían asistencia a las víctimas.
"El único camino adelante para el gobierno y la oposición (de Bahrein) es participar del diálogo, y no puedes tener un verdadero diálogo cuando la oposición pacífica está en prisión", dijo Obama.
Reconoció la intransigencia de algunos de los más estrechos aliados de Washington en la región al reprimir las protestas, pero no anunció claras consecuencias si los gobiernos mantenían esa postura.
"Estados Unidos tiene que ser creíble. Debemos reconocer que a veces nuestros amigos en la región no han reaccionado a las demandas para un cambio consistente con los principios que hemos subrayado hoy", admitió.
En contraste con el llamado a un diálogo político en Bahrein y Yemen, Obama fue claro en su pleno respaldo a la resistencia en Libia en Siria.
El mandatario no anunció ningún cambio profundo en su postura sobre el conflicto palestino-israelí.
Este viernes, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu se reunió en Washington con Obama, quien le reiteró su postura a favor de la creación de un estado palestino independiente en las fronteras que existían antes de la Guerra de los Seis Días, de 1967.
También apoyó la división de Jerusalén y el regreso de los refugiados palestinos a sus tierras.
Sin embargo, se expresó en contra de la iniciativa para votar el reconocimiento del estado palestino en la próxima sesión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, prevista para septiembre.
El punto claramente ausente en el discurso de Obama fue Arabia Saudita, fuerte aliado histórico de Washington que ha adoptado políticas bien diferentes a las de Estados Unidos frente a los levantamientos populares de la región.
"Las políticas Arabia Saudita y del Consejo de Cooperación del Golfo han cambiado drásticamente en el último par de meses", dijo Gary Sick, ex miembro del Consejo de Seguridad Nacional, en una entrevista el jueves.
"Por un lado tenemos un enorme cambio impulsado por la gente en parte del mundo árabe, y por el otro tenemos un verdadero movimiento contrarrevolucionario", afirmó.