Los atentados con bomba del fin de semana en Nigeria fueron un duro recordatorio para el nuevo presidente, Goodluck Jonathan, de que el país más populoso de África sigue estando fuertemente dividido.
Las explosiones ocurrieron pocas horas después de que Jonathan jurara como mandatario. Al menos 10 personas murieron y más de una decena resultaron heridas en un atentado contra una base militar en la norteña ciudad de Bauchi, y otras tres habrían fallecido en un ataque en Zuba, en las afueras de la capital.
Más de 800 personas murieron en la violencia post-electoral que se desató en el norte del país en abril pasado. El presidente creó entonces un panel para investigar los hechos, pero observadores dudan que pueda lograr mucho.
Kafanchan, una localidad en el norteño estado de Kaduna, donde había un gran número de partidarios tanto de Jonathan como de su principal rival, el general retirado Muhmmadu Buhari, fue una de las más afectadas por la violencia.
"En Kafanchan y en localidades vecinas, la gente no puede dormir bien porque todos los días son conscientes del hecho de que alguien les puede cortar la garganta", dijo a IPS el pastor Emmanuel Nuhu Kure, director del grupo cristiano Throneroom Ministry, desde su localidad a 200 kilómetros de la capital, Abuja.
Cuando los resultados electorales mostraron que Jonathan, procedente del sudeste de mayoría cristiana, había derrotado a Buhari, líder de la mayoría musulmana en el norte, los partidarios de este último denunciaron fraude.
El partido de Buhari, el Congreso para el Cambio Progresista, presentó una petición ante la Corte de Apelaciones en Abuja solicitando la nulidad de las elecciones en 24 de los 36 estados al país. El partido señaló que había clara evidencia de que Jonathan no era el verdadero ganador.
"No hay actividad económica en Kafanchan ahora. Las casas fueron destruidas, el mercado fue incendiado y aplastado. La mayoría de las casas cristianas fueron prendidas fuego y toda la economía ha caído. Necesitan comenzar de cero", señaló Nuhu Kure.
Por su parte, el secretario del grupo Musulmanes Indígenas Jamaa Ummah, Alhaji Saleh Jemaa, responsabilizó a los cristianos de la violencia. "Los musulmanes fueron atacados al azar, y destruyeron sus propiedades", dijo en conferencia de prensa.
Ambas partes acusan a la policía de no haber intervenido rápidamente para detener los enfrentamientos, en los que se habrían usado armas de alto calibre.
Nuhu Kure, quien presenció choques entre cristianos y musulmanes en la localidad donde nació, dijo que se trataba de un conflicto de larga data.
"La religión y la política están mezcladas. La crisis es un reflejo de la religión y la política. Por un lado escuchas a personas diciendo que luchan por la religión, y por otro a los que dicen pelear por poder político", señaló.
Responder a los diferentes reclamos en este país tan diverso será uno de los grandes desafíos del Jonathan en los próximos cuatro años.
Nigeria está dividida casi perfectamente a la mitad entre el sur cristiano y el norte islámico. Ambas partes luchan por poder político a nivel nacional.
La competencia por el control a veces es dura, particularmente en localidades centrales como Kafanchan y Jos, donde hay grandes poblaciones tanto de cristianos como de musulmanes.
Kure perdió a dos miembros de su iglesia durante la violencia post-electoral de abril. Dijo estar cansado de rezar por las familias que perdieron a sus seres queridos.
"¿Puede mi gente confiar en que el gobierno los protegerá o deben prepararse para lo peor? Y prepararse para lo peor significa que deben comenzar a conseguir sus propias armas pelear", señaló.
Este mismo sentimiento fue expresado en otras partes del país.
Para algunos grupos, como la Coalición Nigeriana para la Corte Penal Internacional, los esfuerzos del gobierno para investigar la violencia son un ejercicio inútil. "Legalmente, el panel no tiene el poder de obligar a la gente a testificar, lo que quiere decir que fue creado para dar la impresión de que se está haciendo algo", dijo a IPS el presidente de la Coalición, Chino Obiagwu.