LIBIA: Ajdabiya quiere remedar la paz

A pesar de que el frente oriental sigue estando a sus puertas, la ciudad libia de Ajdabiya trata de recuperar la normalidad bajo la amenaza de un ataque de las fuerzas de Muammar Gadafi y, sobre todo, de los proyectiles sin explotar abandonados en sus calles, casas y jardines.

Una munición sin explotar dentro de una vivienda en Ajdabiya Crédito: Cortesía CIRC
Una munición sin explotar dentro de una vivienda en Ajdabiya Crédito: Cortesía CIRC
Los habitantes de Ajdabiya empiezan a volver poco a poco a sus hogares: ya regresó alrededor de 40 por ciento de la población, estimada en 160.000 personas, pero la mayor parte de las mujeres y los niños permanecen refugiados en la nororiental Bengasi u otras localidades cercanas, porque la guerra sigue librándose muy cerca.

Ajdabiya estuvo bajo el fuego cruzado entre los rebeldes libios y las tropas de Gadafi, que se disputaron su control en marzo y abril. Y en las últimas semanas volvió a ser la última frontera de la zona dominada por los revolucionarios, como al principio de las revueltas de fines de febrero, cuando el este de Libia se rebeló contra Trípoli.

La última posición segura de los rebeldes está a 40 kilómetros al oeste de la ciudad. Y la violencia la ha alcanzado en numerosas ocasiones.

Días atrás, varios misiles Grad ‒que alcanzan precisamente hasta 40 kilómetros‒ impactaron en el núcleo habitado, que había soportado bombardeos de las tropas del gobierno desde la distancia, combates callejeros y ocupación.
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Las consecuencias son evidentes en todos los rincones de Ajdabiya. Muchos edificios tienen impactos de bala, o están perforados por misiles y otros proyectiles de artillería pesada, y la imagen de la ciudad es de desolación y destrucción.

Musa tiene una tienda de ropa para niños en la que no ha entrado ni un solo cliente en los últimos 10 días después de que reabrió sus puertas. "No hay clientes, pero decidí volver a mi negocio para dar una sensación de normalidad", explica.

Cree que si Ajdabiya recupera su rutina, sus habitantes se sentirán más tranquilos y seguros y regresarán, como tiene previsto hacer su familia esta misma semana.

Adel no ha cerrado su carnicería en todo este tiempo y asegura que en las últimas dos semanas las cosas vuelven a la normalidad y los clientes que se fueron están regresando. "Cada día vienen unas 100 personas a comprar carne", que cuesta ahora unos 10 dólares el kilogramo.

Desde el Consejo Local de Ajdabiya, Ali Faraj confirma que no faltan los suministros básicos, que llegan principalmente desde Bengasi, y hay agua corriente y electricidad en todos los barrios, aunque sí hay algún problema con el abastecimiento de gasolina.

"Muchas familias están volviendo", asegura Faraj a IPS y calcula que hasta 45 por ciento de la población ha regresado ya. Se marcharon especialmente cuando las tropas de Gadafi tomaron la urbe durante unas dos semanas a mediados de marzo.

"La ciudad ahora es segura: nuestros hombres garantizan la seguridad tanto en el centro como en los alrededores", donde existen líneas de defensa para evitar que las tropas gubernamentales vuelvan a ingresar, dice Faraj.

Pero estas barreras no son visibles y tampoco demasiado eficaces: la noche anterior, algunos hombres del coronel Gadafi penetraron en un barrio del oeste, donde se produjeron enfrentamientos, cuenta un joven cuya familia fue evacuada de nuevo, tras regresar a su hogar, pensando que el retorno sería definitivo.

Las autoridades rebeldes locales admiten que todavía hay riesgo de que tropas gubernamentales lleguen a Ajdabiya y, sobre todo, de que la ataquen con misiles de largo alcance con los que pueden bombardear desde sus posiciones en el desierto.

Sharifa, una mujer de mediana edad y madre de dos hijas pequeñas, no se siente segura para regresar, porque "la guerra todavía está cerca". Ella y las demás mujeres de su familia, con todos los niños, viven desde el comienzo de los combates en el pueblo de Al Beidan, unos 20 kilómetros al este, donde fueron acogidos en una casa en la que conviven cuatro familias desde hace casi tres meses. Además de la incertidumbre, la principal amenaza para los que regresan son los proyectiles que fueron disparados y no explotaron en su momento.

Un equipo del Comité Internacional de la Cruz Roja se encarga de localizar y desactivar estas municiones que se encuentran en las propias viviendas, en patios y jardines, y en las calles, y pueden herir y matar a cualquiera que las manipule o entre en contacto con ellas accidentalmente.

"Los habitantes vuelven a sus casas, donde se encuentran con estas bombas", explica a IPS el jefe del equipo de limpieza de explosivos de la Cruz Roja, Ivo Palm, que trabaja en Ajdabiya desde fines de abril.

"Es bonito ver que la población está regresando, pero de esta forma se expone a un elevado riesgo que nosotros estamos intentando evitar".

El equipo de Palm va casa por casa en aquellos barrios que se sabe fueron especialmente afectados por combates y bombardeos, y además ha puesto en marcha un sistema para que sean los propios vecinos los que denuncien la presencia de las municiones y requieran asistencia.

Asimismo, han lanzado una campaña de concienciación para que los ciudadanos conozcan los riesgos y el protocolo de actuación en estos casos.

En el hospital de Ajdabiya, el cirujano Suleiman Ridafi cuenta que ha recibido tres víctimas de estos proyectiles. Una de ellas, un niño de 11 años, murió al jugar con una granada de mano. "Llegó sin vida al hospital: la explosión le amputó ambas manos y le impactó en el pecho causándole la muerte en ese mismo instante", detalla Rifadi.

Pero Palm asegura que, por el momento, están muy satisfechos con la marcha de la misión en Ajdabiya. "No es lo común empezar a trabajar incluso antes de que la población regrese", explica. Aún así, asume, queda un largo camino por delante, semanas e incluso meses, antes que de que esta amenaza sea eliminada del todo.

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