La cumbre del Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos terminó este viernes con muy pocos compromisos concretos, señalaron organizaciones no gubernamentales.
Oxfam llamó al encuentro "Sí-No-Ville", jugando con el nombre de la localidad francesa de Deuville, donde se reunieron los jefes de Estado y de gobierno, e indicó que estos "perdían credibilidad al no mostrar verdadera decisión".
"El G-8 todavía no responde a la realidad del veredicto oficial de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) sobre sus cifras de ayuda, que muestran que la promesa de 50.000 millones de dólares en asistencia no se ha alcanzado por nada menos que 19.000 millones de dólares", señaló el grupo en una declaración.
"Cuando se trata de dar pasos básicos y prácticos, los líderes del G-8 se quedan cortos", dijo Samuel A. Worthington, presidente de InterAction, la mayor coalición de organizaciones de la sociedad civil internacionales con sede en Estados Unidos.
Algunos grupos señalaron que la cumbre no había encarado como debía los temas de la pobreza y de los derechos humanos.
Matt Davis, jefe de políticas de ATD Fourth World, dijo a IPS que su grupo estaba decepcionado porque "no hubo ningún reconocimiento de que la pobreza era un tema, cuando una de cada 12 personas viven con severas privaciones materiales en Europa". "Es un número inaceptable", señaló.
Los líderes de las mayores economías del mundo se concentraron en los últimos acontecimientos en el mundo árabe, sus relaciones con África, la seguridad nuclear, Internet, el cambio climático y la economía mundial.
Apoyaron decisivamente los movimientos democráticos en Egipto y Túnez, y exhortaron a los regímenes de Libia y Siria a poner fin a la violenta represión contra opositores.
"A la luz de los últimos acontecimientos en Medio Oriente, el norte de África y África subsahariana, hemos renovado nuestro compromiso para apoyar la reformas democráticas alrededor del mundo y responder a las aspiraciones de libertad, incluyendo la de religión, y la potenciación en especial de mujeres y jóvenes", señalaron en su declaración final.
"Exigimos el inmediato cese del uso de la fuerza por parte de las autoridades del régimen libio, así como el cese de toda provocación a la hostilidad y de la violencia contra la población civil", añadieron.
Además, señalaron que el líder libio Muammar Gadafi "no había cumplido con su responsabilidad de proteger a la población" y había "perdido legitimidad".
"No tiene futuro en una Libia libre y democrática", subrayaron.
Al hablar con periodistas al término de la cumbre, el presidente francés Nicolas Sarkozy reiteró su postura de que no había posibilidad de mediación con Gadafi.
"El señor Gadafi debe irse", dijo Sarkozy. "Lo que podemos discutir es la modalidad de su salida".
El presidente francés dijo que planeaba visitar la base rebelde en la nororiental ciudad de Bengasi, quizás en un viaje conjunto con líderes británicos.
Para ayudar a promover la democracia, los líderes del G-8 también anunciaron un paquete de asistencia por 40.000 millones de dólares a países del norte de África, particularmente a Túnez y Egipto, aunque otros estados podrían también beneficiarse más adelante.
Por su parte, el ministro de Finanzas de Túnez, Jelloul Ayed, dijo a la prensa que su país estaba "satisfecho con la clara decisión de ayudar". Pero señaló que la promesa de la G-8 no suponía un acuerdo concreto.
Ya hay un acuerdo para un paquete de 1.300 millones de dólares del Banco Mundial, el Banco Africano de Desarrollo y otras instituciones, señaló.
Subrayó que la prioridad de su país era crear empleos para miles de personas.
En una crítica implícita a la forma en que Europa ha tratado a los refugiados tunecinos, algunos de los cuales viven a la intemperie en parques de París, Ayed dijo a IPS que "Túnez ha mostrado su civilidad" por la forma en que trata a los refugiados, particularmente los procedentes de Libia.
Algunas organizaciones expresaron su decepción porque el G-8 no trabajó en forma más estrecha con la sociedad civil para alcanzar las metas de mejorar la vida de los habitantes del mundo árabe y de África subsahariana.
"En base a las lecciones del movimiento popular en el norte de África, habría sido normal preparar esta cumbre no sólo con ministros, sino también con estructuras de la revolución que están preparando la democracia del futuro", dijo Nathalie Dujat, portavoz de Coordination Sud, coalición de organizaciones francesas.
"Durante años, la sociedad civil ha intentado ganarse un lugar en la cumbre, y le ha resultado muy difícil", añadió.