Santuarios venerados desde hace siglos por los musulmanes sunitas de Egipto fueron atacados por fundamentalistas islámicos que tratan de purgar el país de lo que llaman elementos heréticos, que no se ajustan a su interpretación de la religión.
Decenas de santuarios sufíes, una rama esotérica del Islam, fueron destrozados en las últimas semanas por salafistas, una secta ultraconservadora que propone practicar la religión como, según ellos, fue en sus comienzos.
Los sepulcros fueron construidos en honor a los santos y durante siglos desempeñaron un papel integral en la práctica popular de la religión. Los sufíes visitan los sitios sagrados en busca de guía y bendición espiritual. Algunos de ellos también son venerados por la minoría chiita, la otra gran rama del Islam.
Pero para los salafistas, que proponen una interpretación literal de los textos religiosos, los santuarios son una herejía.
Su estricta interpretación del Corán, libro sagrado del Islam, y de la Sunna, las enseñanzas del profeta Mahoma, prohíbe buscar bendición con personas muertas. También cuestionan la presencia de santuarios dentro de las históricas mezquitas de Egipto porque profanan la santidad del templo, alegan.
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"El culto a los santuarios y los santos está prohibido en el Islam", señaló Mohammad Hussein, integrante del grupo salafista. "El que lo acepta no es un verdadero musulmán", apuntó.
Los ataques comenzaron el mes pasado en la ciudad de Alejandría, sobre el mar Mediterráneo y un bastión de salafistas y sufíes. Por lo menos 16 mezquitas históricas fueron atacadas, incluida la de Abu al-Abbas al-Mursi, donde está el venerado sepulcro de un jeque andaluz del siglo XIII.
En la gobernación de Qalioubia, al norte de El Cairo, residentes locales atraparon a un hombre al que acusaron de ser salafista e incendiar el marco de madera que cubría la tumba de Sidi Izz el-Din.
Días antes, un grupo de jóvenes barbudos con palancas y mazos intentó atacar el sepulcro de Sidi Abdel Rahman. La agresión fue frustrada por vecinos que se juntaron para proteger el santuario y se enfrentaron con los atacantes.
"La descripción física y las acciones de los agresores sugieren que fueron salafistas, pero no podemos descartar a las fuerzas contrarrevolucionarias que pretenden avivar las tensiones entre sufíes y salafistas", dijo a IPS una fuente de seguridad.
El régimen represivo del ex presidente Hosni Mubarak tapó los conflictos ideológicos entre distintas ramas del Islam en Egipto, pero desde que se vio obligado a renunciar en febrero emergen las diferencias.
En este país predomina el sunismo, pero los 72 millones de musulmanes tienen distintas interpretaciones y formas de aplicar las Escrituras islámicas, desde los sufistas esotéricos y liberales hasta los ultra-ortodoxos salafistas.
"Los musulmanes, ya sean sufíes o salafistas, coinciden en principios del Islam como el Corán y la Sunna", explicó el jeque Mohammad el-Shahawi, presidente del Consejo Internacional Sufí.
"Nuestras diferencias radican en la interpretación y la implementación de las Escrituras, los sufíes tienen un enfoque más blando, en tanto los salafistas uno más extremo", añadió.
Alrededor de 14 millones de egipcios son miembros de las 74 órdenes sufíes del país, y otros tienen "tendencias sufíes", como la reverencia a santos musulmanes y adorar sepulcros.
En cambio se estima que los salafistas no son más que unos pocos cientos de miles. Pero su visibilidad aumentó en estos últimos dos meses tras la partida de Mubarak, lo que parece haber envalentonado sus convicciones con acciones.
Las acciones de vigilancia moral de los salafistas incluye el incendio de la casa de una mujer de con "mala fama" y una reyerta entre islamistas y vendedores de alcohol, que terminó con un hombre muerto.
También fueron acusados de atacar a un cristiano al que acusaron de tener un burdel y como castigo le cortaron una oreja.
Líderes sufíes acusan a la rígida y puritana ideología salafí de inspirar el uso de la violencia como forma de reafirmar sus convicciones.
Las rivalidades entre sufíes y salafistas existen desde hace siglos, pero en los últimos 25 años empeoró, señaló Ibrahim Abdel Hafez, especialista en cultura sufí del Instituto Superior de Artes Populares. "Las posibilidades de conflictos sectarios es enorme dada la cantidad de santuarios en zonas rurales", apuntó.
"En cada pueblo encontrarás por lo menos un sepulcro de un santo local", añadió.
Los esfuerzos para reconciliar las diferencias entre dos sectas rivales no logran su cometido.
Líderes sufíes se negaron a firmar un acuerdo de reconciliación en una conferencia realizada la semana pasada después de que representantes salafstas rechazaron su pedido de incluir un artículo que declare que demoler santuarios es haram, está prohibido por el Islam.
Clérigos salafistas negaron en un encuentro anterior su participación en los ataques contra santuarios sufíes. Además acusaron a la prensa de sensacionalista, pese a la falta de pruebas y pocos sospechosos, y avivar el temor al extremismo salafista.
El conocido clérigo salafista jeque Yasser Burhami, de Alejandría, señaló que los miembros de su secta nunca atacarían santuarios con sus propias manos sino que educarían a la comunidad sobre la gravedad de la práctica, "que está lejos de la religión y no es más que un mito".
Una vez que la gente se haya convencido del error, los salafistas pedirán a las autoridades correspondientes que desmantelen los santuarios, añadió.
"Me gustaría creer que los salafistas buscarán canales legales, pero ya hemos visto como recurren a la violencia cuando falla la prédica", señaló Mohammad Ahmed, guardián del santuario de Sayyida Ruqqaya, en El Cairo.
El Consejo Supremo de Órdenes Sufíes señaló a principios de este mes que reclutaría vigilantes voluntarios y prometió reconstruir los que fueron destruidos. Un líder sufí advirtió sobre una guerra civil "que supera la imaginación si se mantenía la práctica".