Cuando faltan siete meses para la cumbre sobre cambio climático de Sudáfrica, las organizaciones ecologistas hacen sonar la alarma sobre el futuro del Protocolo de Kyoto, el único tratado mundial que obliga a las naciones industriales a reducir su contaminación de gases invernadero.
"Se hace urgente hablar sobre el Protocolo de Kyoto", dijo a IPS la consejera política de Amigos de la Tierra Internacional, Meena Raman. "Los estados parte están obligados a negociar un segundo período de compromisos", pues el actual concluye en 2012.
Pero en las reuniones que se llevan a cabo en Bangkok entre el 3 y el 8 de este mes se siente la falta de interés del mundo desarrollado en sentarse a hablar sobre más reducciones a sus gases de efecto invernadero, considerados responsables del calentamiento de la atmósfera.
El encuentro es el primero de tres organizados este año por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático antes de la 17 conferencia de las partes (COP 17) que se celebrará en la ciudad sudafricana de Durban a fines de noviembre.
Desde la COP 16, que se llevó a cabo en la ciudad turística mexicana de Cancún en diciembre, los negociadores de los países ricos vienen "soslayando su responsabilidad" mientras el reloj corre hacia el plazo previsto por el Protocolo, explicó Raman.
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"Eso es evidente aquí en Bangkok, y hay peligro de que el Protocolo se deshilache. Eso es lo escandaloso de las negociaciones. Se intenta reemplazar un acuerdo internacional obligatorio por un compromiso voluntario y un sistema de revisión concebido por el mundo desarrollado", agregó.
El Protocolo de Kyoto se firmó en 1997 en esa ciudad japonesa y entró en vigor en 2005. Está considerado como una pieza fundamental de la arquitectura de la Convención sobre Cambio Climático. Su primer período de compromisos obliga a 37 naciones industriales y a la Unión Europea a reducir sus gases invernadero en 5,2 por ciento respecto de los volúmenes de 1990, en un plazo que termina en 2012.
Los expertos creen que Durban será una instancia capital para determinar una segunda y más profunda fase del Protocolo. Esa presión surge de los sucesivos fracasos de Cancún en 2010 y de Copenhague en 2009.
Por eso la secretaria ejecutiva de la Convención, Christiana Figueres, se refirió a la peligrosa "brecha" que podría abrirse en el derecho internacional ambiental si no se adoptan nuevos compromisos antes de que venza el plazo.
"Los gobiernos deben resolver cuestiones fundamentales sobre Kyoto", dijo Figueres a la prensa el lunes 4. "El primer período expira en 2012 y parece muy difícil evitar una brecha".
"Los gobiernos deben definir cómo afrontan este problema y cómo avanzan colectivamente", indicó. "Resolver esto permitirá crear una base más firme para la ambición común de reducir las emisiones".
Japón, Rusia y Canadá no quieren oír nada de eso. Los gobiernos de los tres países se negaron a una nueva fase de obligaciones antes de que llegaran a la capital de Tailandia los representantes de casi 190 países.
Estados Unidos, el primer emisor de gases invernadero por habitante, sigue siendo un obstáculo. Tras negarse a ratificar el Protocolo, el delegado de Washington, Jonathan Pershing, dijo que su gobierno se oponía a cualquier estructura jerárquica de reglas "que alguien más estableció".
La ciencia indica que la humanidad debe reducir las emisiones climáticas en 40 por ciento hacia 2020 y en 95 por ciento hacia 2050 para asegurar que el aumento de la temperatura global no exceda los dos grados Celsius respecto de la media en la era pre-industrial. De lo contrario, el clima planetario podría sufrir cambios catastróficos.
Pero, en los hechos, las reducciones de los países europeos en el marco de Kyoto no son ni siquiera un comienzo, advirtió el coordinador de política climática de Greenpeace Internacional, Tove Ryding. "No se vio un cambio fundamental, no hay una revolución energética".
El éxito de Europa en reducir su contaminación climática en cinco por ciento hacia 2012 "se debe más que nada a la crisis financiera y económica mundial (de 2008), que abatió la producción y por tanto las emisiones", dijo Ryding a IPS.
"Los países europeos también aprovecharon los créditos de carbono, comercializados en el mercado, en lugar de abatir realmente sus emisiones y hacer más verdes sus economías", añadió.
Un intento del mundo rico de dar definitivamente la espalda a Kyoto después de 2012 despertará una dura reacción del mundo en desarrollo, advirtió Tim Gore, consultor sobre cambio climático de la organización humanitaria internacional Oxfam. "Habría implicaciones legales que afectarían la política exterior de esas naciones ricas".