«Una decepción» fue el contacto inicial con su nueva ciudad. Era pequeña, con la mitad de la población de Barretos, de donde venía, y con «luces débiles», dice Marcelo Pelegrini al recordar su mudanza a los nueve años de edad, forzada por el traslado laboral de su padre.
Era 1975 y empezaba el Programa Nacional del Alcohol para sustituir el petróleo por entonces encarecido, cuyas importaciones estrangulaban la economía brasileña. La consecuente expansión de la caña transformó Sertãozinho, en el centro industrial de la principal zona azucarera de Brasil, en el nordeste del estado de São Paulo.
La prosperidad, basada principalmente en sus 550 industrias y siete plantas productoras de azúcar y etanol, hizo triplicar su población desde entonces, al punto que ahora supera los 110.000 habitantes, igualándose a la vecina Barretos, con la ventaja de ofrecer más empleos calificados.
Pelegrini hoy se ríe de su mala impresión inicial de Sertãozinho, incluso porque se hizo un protagonista del dinamismo económico de la ciudad, como secretario de Industria, Comercio, Abastecimiento, Agricultura y Relaciones del Trabajo de la alcaldía, desde 2002.
Pero no administra solo bonanzas. La economía sertanezina sufrió el impacto de la crisis financiera internacional nacida en 2008 en Estados Unidos, reflejada en la pérdida de cerca de 2.400 puestos de trabajo en 2009 en el municipio, después de un auge que generó casi 11.000 nuevos empleos en los cuatro años anteriores, resumió Pelegrini.
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"Fue la peor crisis de nuestra historia. Sin crédito, los clientes perdieron capacidad de pagar", muchos proyectos fueron cancelados o paralizados y "nuestra facturación cayó a la mitad", describió Cristiane Cámara Braz, gerente de Mercadeo de Sermatec, una de las principales firmas fabricantes de grandes equipos para la industria cañera, como calderas o plantas enteras.
Brasil vivió una fiebre de inversiones en el sector de 2005 a 2007, lo cual permitió inaugurar 55 nuevas plantas de azúcar y etanol en 2007 y 2008. La crisis abortó muchos proyectos en los años siguientes, dejando deudas impagables.
Los efectos, que golpearon la industria de Sertãozinho, aparecen también en la actual escasez de etanol, que ha obligado a importarlo de Estados Unidos para abastecer el mercado interno hasta que empiece la cosecha de este año, este mes. Además muchas empresas brasileñas en dificultades tuvieron que vender sus centrales sucroalcoholeras a capitales extranjeros.
Sermatec se recupera tras cambiar su gestión, desarrollando nuevas tecnologías y buscando nuevos mercados, como el petrolero, siderúrgico y minero. Antes, 90 por ciento de las encomiendas provenían del sector cañero, ahora "diversificar es la consigna", indicó Braz.
La empresa tiene actualmente 1.200 empleados directos, tras readmitir parte de los despedidos en 2008 y 2009. Domina 40 por ciento del mercado nacional de calderas de biomasa, demandadas por nuevos proyectos y los viejos en proceso de modernización, y exporta sus equipos, incluso unidades completas a África y a otros países de América Latina.
La industria de base para el sector cañero nació en general de talleres de reparación y mantenimiento de máquinas y equipos azucareros importados. Luego pasaron a fabricar partes y, en algunos casos, como Sermatec, acumularon conocimientos para diseñar y ensamblar plantas enteras.
La historia industrial de Sertãozinho nace en Zanini, un taller fundado en 1950 que se convirtió en importante industria de equipos pesados en los años 70 y desarrolló innovaciones tecnológicas. En los años 90 sucumbió a la crisis del etanol, dejando muchas empresas herederas, que aprendieron a trabajar en conjunto.
Algunas, como Sermatec comenzaron como subsidiarias, otras fueron creadas por ex técnicos de Zanini, cuyo socio y directivo, Maurilio Biagi, es "un visionario que estimuló el espíritu emprendedor y formó nuevos empresarios", reconoció el responsable de Comunicación del grupo TGM Adalberto Marchiori.
TGM, con "dueños y técnicos procedentes de Zanini", empezó prestando asistencia técnica y mantenimiento. En 1994 pasó a producir turbinas a vapor, del que se transformó en "el mayor fabricante de América Latina", exportándolas a 30 países, incluyendo Alemania y Estados Unidos. Cuenta actualmente con 1.100 funcionarios.
La gran escala de producción que alcanzó la caña en el nordeste del estado de São Paulo creó condiciones excepcionales para el nacimiento y expansión de esa industria de base, que emplea 18.000 personas en Sertãozinho, según Pelegrini. Eso representa un tercio de la mano de obra ocupada en el municipio.
La tecnología se desarrolla en estrecha interacción con las centrales azucareras y destilerías, respondiendo a sus necesidades. Las calderas "varían de proyecto a proyecto", según las condiciones y objetivos da cada uno, explicó Braz. La creciente generación de electricidad, aprovechando el bagazo de la caña, amplió las plantas.
Con la demanda constante de trabajadores capacitados, que volvió a crecer pasada la crisis, Sertãozinho atrae mano de obra de otras ciudades y trata de formar nuevos técnicos locales.
Varias instituciones especializadas ampliaron sus instalaciones y cursos en la ciudad y el Centro Nacional de las Industrias del Sector Sucroenergético y Biocombustibles (Ceise) creó en diciembre su Universidad Corporativa, junto con un instituto de enseñanza a distancia.
El objetivo es elevar el conocimiento del sector, promoviendo incluso cursos de bioenergía, para presidentes de empresas, y otros de gestión, de nivel superior, según Janaina Calor, gerente ejecutiva del Centro.
El Ceise nació en 1980 en Sertãozinho como una asociación limitada a las industrias locales. El año pasado decidió convertirse en un ente de representación nacional, agregando Br a sus siglas y asumiendo la misión de estimular el desarrollo del sector industrial sucroenergético.
Para orientar su futuro, creó un Núcleo de Inteligencia Competitiva, con 10 comités de especialistas evaluando aspectos de la cadena productiva, como innovaciones, logística y comercio internacional, y nuevos productos de la caña, como bioquímicos y electricidad. "Será una revolución", espera el presidente de Ceise-Br, Adezio Marques.
Ese sector "era muy desunido e ignoraba el concepto de cadena productiva", con industriales azucareros, los cultivadores de caña y la industria de bienes de capital negociando separadamente con el gobierno nacional, hasta que el Ceise-Br "buscó la unidad", sostuvo.
La mecanización de la cosecha cañera en el estado de São Paulo, que deberá completarse en 2014, amplió el mercado de máquinas agrícolas, en cuya producción Marques estima emplear dos millones de personas en toda la cadena brasileña, que comprende 4.000 empresas, más servicios de logística, proveedores de insumos y otras actividades vinculadas.
En el rubro de equipos para producción de caña se reconoce como gran inventor a Luiz Antonio Pinto, por muchos llamado el "doctor Pardal" del sector, fundador de la empresa Santal en Ribeirão Preto, una ciudad ubicada a 20 kilómetros de Sertãozinho.
Pinto construía cosechadoras, adaptando modelos australianos, desde los años 60, pero "costaban más que la mano de obra" abundante que llegaba entonces del nordeste de Brasil. Esa industria se transformó en viable últimamente, al ganar "más eficiencia y costos más bajos", mientras encareció la mano de obra, explicó.
La prohibición a partir de 2014 de quemar caña, que facilita la cosecha manual, dejará todo el campo para las máquinas. Por eso Santal se apresta a producir cosechadoras de orugas para competir con empresas transnacionales, como las estadounidenses John Deere y Case.
De las cerca de 1.000 cosechadoras vendidas anualmente en Brasil, 95 por ciento son de orugas, que son más estables y compactan menos el suelo. Santal, que hasta ahora las hace con cuatro ruedas motrices, vende solo 30 a 40 unidades al año.
Pero la empresa es pionera en la fabricación de vehículos de trasbordo, que llevan la caña de la cosechadora a los camiones que la transportan a la central azucarera y hace también máquinas plantadoras.
Pero el invento de Pinto que probablemente más contribuyó al éxito del alcohol, como sustituto de la gasolina, fue el densímetro de fácil lectura e instalado en todas las bombas gasolineras, que indica el porcentaje de agua mezclado al etanol, indicando su calidad como combustible automotor.