YEMEN: Un aliado incómodo para Washington

Estados Unidos rechazó con firmeza la acusación de que está interviniendo en los alzamientos contra regímenes de Medio Oriente, y en particular de Yemen, cuyo presidente Alí Abdullah Saleh denunció una presunta conspiración de Washington en su contra.

"No creo que buscar un chivo expiatorio sea la respuesta que la población de Yemen y de otros países considera adecuada", dijo Jay Carney, portavoz del presidente estadounidense Barack Obama.

La ola de protestas que sacude al mundo árabe fue "orquestada por Tel Aviv bajo supervisión de Washington", declaró Saleh el martes.

Para numerosos analistas estadounidenses, las declaraciones del atribulado mandatario no son más que un intento de apelar al sentimiento nacionalista en su favor. Saleh gobernó Yemen del Norte a partir de 1978 y, tras la reunificación del país en 1990, pasó a ser su presidente.

Washington ha criticado la violencia ejercida por las fuerzas de seguridad contra los manifestantes, pero al parecer tolera la permanencia de Saleh ante la falta de una alternativa clara que le resulte aceptable y que tenga apoyo de la población.
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"En Estados Unidos, mucha gente espera que sobreviva porque nadie sabe qué vendrá después", señaló Thomas Krajeski, vicepresidente de la Universidad de Defensa Nacional y ex embajador en Yemen, en una conferencia en el Bipartisan Policy Center (BPC, centro bipartidista de política).

El gobierno de Obama ha considerado a Saleh como un aliado clave en la lucha contra la red extremista Al Qaeda en la península Arábiga, ligada a varios atentados terroristas fallidos en territorio estadounidense, en especial el intento de bombardear un vuelo de la Northwest Airlines de Ámsterdam a la ciudad estadounidense de Detroit el 25 de diciembre de 2009.

Washington elevó la asistencia militar y antiterrorista al gobierno de Saleh a más del doble, de 70 millones de dólares, en 2009, pasó a más de 150 millones de dólares el año pasado.

El Comando Central de Estados Unidos propuso en septiembre aumentar la ayuda antiterrorista y a la seguridad a 1.200 millones de dólares en cinco años.

Además, este país y Gran Bretaña anunciaron sus planes de aumentar la asistencia al desarrollo hasta alcanzar 120 millones de dólares en tres años.

Saleh, al frente del país árabe más pobre, afronta el mayor reto político de su larga carrera.

Lo que comenzó a fines de junio como una manifestación estudiantil inspirada en la revuelta popular de Túnez derivó en una verdadera crisis cuando jefes tribales clave que apoyaban al presidente comenzaron a reclamar su dimisión.

El fin de semana pasado, el presidente perdió el apoyo de uno de los más influyentes jefes tribales, jeque Hussein al Ahmar, lo que para muchos especialistas significó un serio golpe a la autoridad de Saleh.

Además, Abdul Majid al Zindani, quien tenía fuertes vínculos con el presidente y fuera mentor del líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, se unió el lunes a las voces que reclaman la partida de Saleh.

"Es grave", afirmó Krajeski, quien regresó hace poco de Yemen. "Saleh hizo todo lo posible por mantener a Al Zindani de su lado", añadió.

"Qué posibilidades tiene de sobrevivir", preguntó, y respondió, "ahora le daría 50 por ciento por sus antecedentes y su capacidad de forjar acuerdos", explicó.

Saleh trató de calmar los ánimos, primero anunciando a principios de febrero que no sería candidato a las elecciones de 2013 y, el lunes, proponiendo la creación de un gobierno de unidad nacional que incluyera a la coalición opositora. Pero su oferta fue sumariamente rechazada.

"La legitimidad del gobierno de Yemen ya estaba en decadencia antes de las protestas, en especial en el sur. Ahora empeoró", señaló el general retirado James Jones, asesor de seguridad nacional de Obama hasta el año pasado, en alusión a las protestas en el mundo árabe.

Washington apoyó al régimen de Yemen, pese a que nunca le cayó bien la resistencia de Saleh a las presiones de Occidente en un intento de promover reformas económicas y políticas.

Además, y no menos importante para Estados Unidos, el presidente yemení desvío fondos destinados a frenar a Al Qaeda hacia la lucha contra la insurgencia houthi, en el norte, y los secesionistas, en el sur, de acuerdo con cables del Departamento de Estado (cancillería) filtrados por Wikileaks.

El cese del fuego anunciado en febrero llevó a una relativa calma en el norte. En las últimas semanas hubo protestas bastante pacíficas en la zona y en la capital. Pero la violencia ejercida por las fuerzas de seguridad en el sur ha sido la "peor desde la guerra civil", señaló Jonathan Ruhe, principal autor del informe "Fragility and Extremism in Yemen" (Fragilidad y extremismo en Yemen), divulgado en enero por el BPC.

La organización de derechos humanos Amnistía Internacional, con sede en Londres, indicó que murieron 27 personas en las últimas dos semanas, 25 en el sur y dos en Sanaa.

"Los acontecimientos en Yemen empeoran. Las fuerzas de seguridad muestran un desprecio irresponsable por la vida de las personas", señaló la organización el viernes.

Al igual que en Bahrein, Egipto y Túnez, el gobierno de Obama urgió al de Saleh a que respete el derecho de reunión pacífica, lo que habría contribuido a avivar su enojo.

"Todos los días escuchamos declaraciones de Obama sobre que Egipto debe hacer esto, Túnez no tiene que hacer aquello", declaró. "Es presidente de Estados Unidos o del mundo", preguntó con ironía.

Pero Washington es renuente a abandonar a Saleh, pese a las críticas, al menos por ahora.

"Ante la posibilidad de que Al Qaeda lance un ataque y dada la colaboración demostrada por Saleh, nos interesa que siga trabajando con nosotros", dijo a IPS, el subsecretario de Defensa para operaciones especiales y combate al terrorismo, Garry Reid.

Pero "no podemos tener socios que arremetan contra sus ciudadanos", añadió.

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