SIRIA: Los desafíos de la segunda «Primavera de Damasco»

El panorama político de Siria, hoy escenario de masivas protestas tanto en contra como a favor del gobierno, es por lejos más complejo que el de Egipto o Túnez, donde manifestaciones populares acabaron con regímenes que llevaban varias décadas en el poder.

Este miércoles, policías vestidos de civil y miembros de la Moukhabarat, el servicio secreto sirio, vigilaban la capitalina Plaza de los Siete Mares. En pocas horas, el lugar se convirtió en escenario de una masiva manifestación de apoyo al presidente Bashar Al Assad, quien luego dio un discurso televisivo en el que acusó a sus opositores de ser parte de un "complot internacional".

Esta muestra de apoyo al régimen se produjo en reacción a una serie de manifestaciones contra Assad realizadas en todo el país en las últimas semanas. Al menos 55 personas han muerto a manos del aparato de seguridad sirio, según la organización Amnistía Internacional. Activistas locales, sin embargo, aseguran que las víctimas fatales ascenderían a 100.

En un país donde una mitad de la población parece espiar a la otra, los sirios en general son renuentes a revelar sus verdaderas opiniones políticas. "Muchos en la clase media se sienten frustrados con la situación. Piden reformas políticas más amplias", señaló Jihad Yazigi, editor del Syria Report.

"Alrededor de 11 por ciento de la población siria vive con menos de dos dólares al día", subrayó.
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La meridional localidad de Daraa, donde comenzaron las protestas, se encuentra en un área rural pobre, azotada por sequías desde hace cuatro años.

Incluso entre empresarios de Damasco crece la frustración con el régimen y su rampante corrupción.

El más flagrante ejemplo de nepotismo lo constituye la influyente familia Makhlouf: como primos maternos del presidente pueden controlar todas las empresas del país y obtienen una parte del pastel. Si no reciben un porcentaje de las ganancias, simplemente bloquean los negocios.

"A una gran empresa internacional de vestimenta que abrió recientemente en Damasco se le impidió operar hasta que aceptara dar alguna de sus acciones a un miembro de la familia de gobierno", dijo un economista que pidió mantener el anonimato.

La ley de emergencia también ha sido motivo de malestar popular. En vigor desde 1963, suspendió en los hechos la mayoría de los derechos constitucionales de los ciudadanos. Casi todos los partidos de oposición fueron prohibidos y la libertad de prensa prácticamente no existe.

A pesar de esta grave situación, muchos sirios parecen todavía apoyar al régimen. "La manifestación a favor de Assad presenciada hoy es muy diferente de la Primavera de Damasco, que era en esencia un movimiento secular", dijo Talal el-Atrache, periodista y co-autor del libro "Quand la Syrie s’éveillera" ("Cuando Siria se despierte").

La Primavera de Damasco fue un movimiento de debate político y social, iniciado con la muerte del presidente Hafez al-Assad en 2000. Pero fue sofocado por el gobierno con una ola de arrestos.

El presidente hoy goza de cierto nivel de apoyo por razones más o menos honorables, señaló Karim Emile Bitar, del Instituto para Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS), con sede en París.

"Muchos sirios aprecian el hecho de que el país sea menos servil a los intereses de Estados Unidos y de otros regímenes árabes (en término de política exterior). Y el presidente es apoyado por varios miembros de su propia comunidad alauí", subrayó.

Al mismo tiempo, otras minorías, como los cristianos y los drusos, creen que el régimen es la única línea de defensa contra el fundamentalismo sunita.

"También hay temor de que, si la inestabilidad prevalece, Siria se acerque a una situación parecida a la de Líbano", país dividido por diversas facciones religiosas, señaló el-Atrache.

Dentro de la comunidad musulmana sunita muchos acusan de los problemas al entorno del presidente, y no a éste, a quien lo eximen de culpa arguyendo que su poder en realidad está restringido a la política exterior.

Según Bitar, si Assad desea salvar su régimen debería introducir reglas para hacer responsables a los miembros del gobierno y adoptar reformas radicales a pesar de que desagraden a los miembros de su propia familia.

"Me refiero específicamente al potencial despido de unos pocos oficiales de seguridad que están relacionados con el presidente y las reformas económicas que van a impactar en los intereses de negocios de la familia Makhlouf", indicó.

"Todavía está por verse si Assad decidirá romper esos lazos y sacrificar los intereses de influyentes miembros de la familia. Si lo hace, podría recuperar cierto apoyo popular", añadió.

Sin embargo, la reciente represión a los opositores dejó poco esperanzas de un verdadero cambio, y el discurso del presidente este miércoles fue otro golpe para los que anhelan una transformación política.

Assad atribuyó la inestabilidad reciente a una "instigación por parte de estaciones de televisión satelital", y añadió que el objetivo detrás éste "complot contra Siria" era "acabar con sus líderes, que resisten a Israel".

También señaló que el gobierno comenzaría a trabajar en reformas, sin especificar tiempo o alcance.

Las nuevas realidades económicas y demográficas, así como los avances en las herramientas de comunicación, dejan a los regímenes autoritarios árabes sin otra opción que adoptar reformas para sobrevivir. Pero, al parecer, el régimen sirio todavía es renuente a aceptar este simple hecho.

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