El derrocado presidente egipcio Hosni Mubarak se retrató a sí mismo como un paradigma de estabilidad en un país al que una vez describió como un polvorín de malestar sectario. Sin embargo, es posible que su régimen haya sido la fuente de muchos de esos conflictos religiosos.
Los analistas sostienen que hay cada vez más evidencias de que las fuerzas de seguridad de Egipto planearon ataques contra iglesias y clérigos cristianos, o que permitieron que ocurrieran.
El evidente propósito de los ataques fue reforzar ante los gobiernos de Occidente la idea de que, sin Mubarak, las organizaciones islamistas radicales se afianzarían en Egipto y librarían una guerra santa contra su comunidad cristiana.
"Muchas personas creen que los incidentes sectarios que tienen lugar en el país fueron orquestados por las fuerzas de seguridad del Estado", dijo Moustafa Kamel El-Sayed, profesor de ciencia política en la Universidad de El Cairo.
"Algunos se sorprenderían si esto no fuera así", agregó.
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Egipto tiene la mayor comunidad cristiana de Medio Oriente. Los coptos, que constituyen alrededor de 10 por ciento de los 82 millones de habitantes del país, sostienen que son perseguidos y discriminados dentro de la fuerza laboral.
Aunque musulmanes y cristianos han coexistido en Egipto durante siglos, a menudo estalla la violencia sectaria por disputas territoriales entre ambas comunidades, intentos de construir o renovar iglesias, o rumores de conversiones forzadas.
La mayoría de los incidentes se disipan rápidamente mediante una fuerte presencia de personal de seguridad.
El año pasado fue uno de los más sangrientos de que se tenga registro. Se inició con un tiroteo efectuado desde un vehículo en la sureña localidad de Nag Hammadi, en el que murieron seis coptos que salían de una iglesia, y terminó con un aparente ataque suicida en la iglesia de Al-Qiddisine, en la norteña ciudad de Alejandría, mientras los fieles salían de una misa de Año Nuevo.
Murieron 24 personas y otras 100 resultaron heridas en el ataque.
El gobierno acusó del atentado a una organización islamista que operaba desde Gaza y tenía vínculos con la red extremista Al-Qaeda, del saudita Osama bin Laden. Sin embargo, documentos filtrados de la inteligencia británica sugieren que el ataque fue orquestado por un alto funcionario del régimen de Mubarak.
Esos documentos, citados por primera vez en el canal Al-Arabiya, sostienen que el ex ministro del Interior Habib El-Adly creó en 2004 una unidad de operaciones secretas supervisada por 22 oficiales de seguridad e integrada por narcotraficantes, insurgentes islámicos y personal de seguridad.
El rol de esa unidad era llevar a cabo operaciones falsas como pretexto para sembrar la provocación y el sabotaje en todo el país, buscando desviar la atención de la gente de la corrupción política.
A las "milicias El-Adly", como se llamaban, también se las instruyó para que "hicieran estragos en el país si el régimen era amenazado".
Según diplomáticos británicos citados en los documentos, el aparato de la seguridad clandestina estuvo detrás de varios incidentes sectarios en Egipto. Entre ellos, el atentado contra la iglesia de Alejandría.
La unidad organizó el mortal ataque y luego le echó la culpa a una organización islamista extranjera, a fin de estimular el apoyo de Occidente al régimen autoritario de Mubarak, dijeron.
De ser verdad, las revelaciones contenidas en estos documentos serían "explosivas", opinó el abogado Adel Ramadan, quien representó a las víctimas de muchos casos de violencia sectaria.
El informe de inteligencia señala que quienes operaban en El-Adly utilizaron su red de informantes para contactar a la organización extremista islámica Jundullah, ofreciéndole suministrar armas para una operación que buscaba "disciplinar a los coptos".
Así, se reclutó a miembros de Jundullah para estacionar un coche bomba frente a la iglesia de Al-Qiddisine y luego detonarlo por control remoto.
Pero el encargado de activar los explosivos lo hizo antes de que el recluta pudiera salir del vehículo estacionado, lo que hizo que este hecho pareciera un ataque suicida.
Luego los miembros de El-Adly atraparon a Mohammad Abdel-Hadi, líder de Jundullah, y lo transfirieron a un centro del Ministerio del Interior en El Cairo.
El hombre logró escapar junto con otros cientos de prisioneros durante el levantamiento popular egipcio de enero, y pidió asilo en la embajada británica. Fue allí que explicó a los diplomáticos su participación y traición, según los documentos.
El fiscal público de Egipto ha lanzado una investigación sobre los informes relativos a la participación del ex ministro del Interior en el atentado explosivo contra la iglesia de Alejandría.
Si esto se demuestra, corroborará los informes de testigos presenciales en cuanto a que oficiales de policía normalmente de guardia frente a ese templo abandonaron sus puestos menos de una hora antes del ataque.
"La presunción de que las fuerzas policiales se retiraron previo al ataque también se oyó en otros incidentes, entre ellos el tiroteo de Nag Hammadi", dijo Sherif Azer, de la Organización Egipcia para los Derechos Humanos.
Si los fiscales pueden demostrar la complicidad del gobierno, "consideraremos (las peticiones para) reabrir las investigaciones sobre otros ataques contra iglesias", agregó. La revolución iniciada el 25 de enero en Egipto expuso la disposición del régimen de Mubarak a sabotear el orden público para protegerse a sí mismo, según analistas.
Durante varios días, toda la fuerza policial de la nación desapareció de las calles, permitiendo que saqueadores y convictos en fuga aterrorizaran a los ciudadanos.
"Fue un plan diabólico que al sembrar el desorden en todo el país la población no tuviera más opción que dejar de protestar y pedirle al presidente Mubarak que regresara para restablecer el orden", dijo El-Sayed a IPS.
El hecho de que no se produjeran ataques contra iglesias durante este vacío de seguridad reforzó las sospechas de los ciudadanos en cuanto a que los incidentes sectarios que tienen lugar en el país hayan sido ampliamente orquestados por las fuerzas de seguridad.
"Durante la revolución del 25 de enero toda la policía abandonó sus puestos, y no hubo ni una sola iglesia atacada en el país. Hasta las sinagogas quedaron intactas luego de que la policía" dejó de montar guardia en ellas, destacó El-Sayed.