El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, podrá jactarse por ahora de la estabilidad de su gobierno cuando Medio Oriente tambalea en un vacío de poder. Pero muchos israelíes empiezan a dudar de si a mediano plazo su propio líder no perderá el Norte.
Los israelíes se vieron de repente envueltos en una violenta agitación tras un prolongado periodo de calma al estallar las revueltas populares en los países árabes, interrumpirse las conversaciones con la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y la incesante construcción en los asentamientos de Cisjordania.
El primer atentado con bomba en Jerusalén después de tres años le costó la vida a un ciudadano británico y dejó varios israelíes heridos. Luego, cinco miembros de una familia judía fueron asesinados en una de las colonias.
Además, murieron en un solo día cuatro integrantes de una familia palestina y varios combatientes durante un bombardeo israelí en represalia por una descarga de cohetes disparados por Hamás (acrónimo árabe de Movimientos de Resistencia Islámica) contra varias ciudades del sur de Israel, lo que no ocurría desde el ataque de Israel contra Gaza en 2009.
Muchos israelíes añoran la época en que Hosni Mubarak era presidente de Egipto, el principal aliado árabe de Israel en la región, pues es claro que el nuevo gobierno está más preocupado por su propia transición democrática que por la paz entre sus vecinos.
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Autoridades israelíes advirtieron que Irán ejerce su influencia sobre sus vecinos a través de Siria, en especial sobre Líbano y el territorio palestino de Gasa. La República Islámica, sospechan ellos, pone a prueba el vacío de poder que quedó en la región tras la revuelta popular de Egipto.
El argumento de los israelíes se basa sobre episodios como el cruce de una fragata iraní por el canal de Suez rumbo a Siria y el despacho de misiles tierra aire y otras armas de contrabando de Irán hacia Gaza, interceptados hace dos semanas por comandos israelíes.
Al cumplirse dos años de su mandato, Netanyahu es la antítesis de un dirigente exaltado en franco contraste con su predecesor, el centrista Ehud Omert, más favorable a la paz y quien dejó su marca con dos guerras sin verdaderos resultados, una contra el libanés y chiita Hezbolá (Partido de Dios), en 2006, y otra en Gaza con negociaciones de paz inconclusas.
El primer gobierno de Netanyahu (1997-1999) se caracterizó por su renuencia a embarcarse tanto en iniciativas de paz como en operaciones militares. El principal rasgo de su actual mandato es la cautelosa mesura que muestra frente a las presiones de los extremistas de su coalición derechista para que Israel "invada" a Gaza y "elimine a Hamás".
Antes de reunirse con el secretario (ministro) de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, el viernes pasado, Netanyahu declaró que Israel estaba dispuesto a responder con fuerza a los ataques con misiles lanzados desde Gaza, pero su oficina divulgó un comunicado que aclara que en el encuentro el primer ministro se refirió a una reacción "medida".
Netanyahu tiene un limitado margen de maniobra debido al creciente aislamiento diplomático en que vive, producto del fracaso de las negociaciones de paz con los palestinos que, según la comunidad internacional, obedece a su política en los asentamientos.
Difícilmente, el primer ministro israelí pueda justificar una invasión a Gaza cuando la Organización de las Naciones Unidas impone una zona de exclusión aérea sobre Libia, contra el régimen del coronel Muammar Gadafi, que excluye la participación de fuerzas terrestres.
Otra de las razones que motiva la prudencia de Netanyahu es el llamado Informe Goldstone, de 2009, sobre el ataque contra Gaza, que dejó 1.400 palestinos muertos así como 13 israelíes.
Aprobado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el estudio dirigido por el juez Richard Goldstone concluye que Israel cometió "graves violaciones al derecho humanitario internacional", empleó "una fuerza desproporcionada", "apuntó contra civiles palestinos", utilizó "escudos humanos" y "destruyó infraestructura civil".
Israel consideró el informe "tendencioso". Las conclusiones fueron luego neutralizadas en el foro mundial, en gran parte por la presión de Estados Unidos. Pero el documento puede llegar a restringir el uso de la fuerza militar de Israel contra Gaza. Además, el nuevo régimen de Egipto no necesariamente estará de lado del Estado judío.
Atado de manos en materia política, diplomática y militar, Netanyahu recibe cada vez más críticas en el ámbito local. La complacencia que ha demostrado con su política de aferrarse a un statu quo de "sin guerra y sin paz" corre el riesgo de exacerbar aún más la inestabilidad regional, alertó el analista israelí Yossi Sarid.
"Hamás no puede creer la buena suerte que tiene porque Israel hace su trabajo al debilitar a sus propios socios", escribió Sarid, con sarcasmo, en el artículo "Cuando los políticos se distraen, los terroristas avanzan", publicado por el periódico Haaretz.
"Al statu quo siempre le sigue un statu quo ante. La rueda de la fortuna siempre vuelve al lugar de partida. Lo que fue, volverá a ser", añadió, con pesimismo.
"Despídete de la paz", se lamentó el columnista Ari Shavit, también en el periódico Haaretz. "El statu quo se volvió una trampa y todas las vías de salida conocidas fueron bloqueadas", apuntó.
Netanyahu afronta su mayor prueba, según varios analistas. Prometió una "operación audaz para mayo". Pero la mayoría espera que sea otra "forma conocida de escapar" al statu quo, es decir un acuerdo interino con la ANP sobre 50 por ciento de Cisjordania, lo que no va satisfacer a Estados Unidos y menos a los palestinos.
La oposición israelí criticó el estancamiento de las negociaciones de paz porque propicia la reanudación de las hostilidades, a lo que Netanyahu respondió en el parlamento (Knesset) diciendo que los "palestinos no están listos para la paz".
Pero, al parecer, están listos para un Estado.
Tras recibir información sobre Gaza que dio Netanyahu al secretario (ministro) de Defensa de Estados Unidos, éste se reunió con el primer ministro palestino, Salaam Fayyad, para conocer los planes sobre la creación del Estado en septiembre.
El único as que le queda en la manga a Netanyahu es que el continuo lanzamiento de cohetes por Hamás convenza a la comunidad internacional de que si el estado judío se retira de Cisjordania, la zona se convertirá en una plataforma de lanzamiento contra Israel.
Esa puede ser una de las razones que frene el reconocimiento internacional del Estado palestino.
Pero un Estado palestino independiente que siga bajo ocupación israelí hace que este país se ubique entre el statu quo y un vacío de poder creado por él mismo.