Los inodoros secos no terminan de convencer a los residentes de asentamientos irregulares de la capital de Malawi, pese a que no emiten olor, no son muy caros y producen abono.
Dos tercios de los dos millones de habitantes de Malawi residen en barrios hacinados y sin saneamiento. Decenas de personas comparten un solo retrete en los municipios de Mtsiriza, Mgona o Senti.
"La situación es terrible", señaló Alex Makande, quien vive en un complejo habitacional de Mgona con 83 personas más.
"De mañana es peor. La gente hace cola para el excusado y a veces tenemos que usar los inodoros de otros grupos de viviendas vecinas que no están tan atestados", apuntó, Makande, quien trabaja como guardia nocturno en una zona próspera de Lilongwe.
Pocas áreas tienen agua por cañería.
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Un complejo habitacional en esos municipios pobres suele tener unos ocho hogares y un sólo retrete, indicó Monalissa Nkhonjera, de la organización humanitaria WaterAid.
"Promovemos la construcción de retretes con tapa para el pozo y con techo de lata o paja. Las paredes son de ladrillos", explicó Nkhonjera, cuya organización trabaja en asentamientos irregulares de Lilongwe.
Los retretes ecológicos tienen dos pozos. Se usa primer uno y cada vez que alguien lo ensucia tira ceniza para minimizar el olor y acelerar la descomposición de la materia. Después que se llena un hoyo, se utiliza el otro, y se espera que el contenido del primero se convierta en abono.
Letrinas no satisfacen
"Los inodoros con cisterna son más convenientes", señaló Manesi Phiri, de Senti, en las afueras de Lilongwe. "Lo único que hay que hacer después de usarlo es descargarla. Las letrinas con pozo son degradantes", añadió.
Son una marca de pobreza, en cambio los inodoros con cisternas dan estatus. Además, en la ciudad no se usa mucho el fertilizante que producen los retretes ecológicos, puntualizó.
"No tenemos jardines ni cultivamos y no podemos vender el abono en la ciudad. La gente usa químicos porque les repugna que esté hecho de materia fecal", explicó, aunque reconoció que no tiene olor y se parece al otro.
Pero "seguiremos usando los que tenemos a disposición, que son mejores que los retretes convencionales", señaló Makande, pese a que también prefiere los inodoros con cisterna.
Cisternas para nadie
Las personas más pobres no tienen muchas opciones. Pero es probable que todo el mundo termine adoptando los retretes ecológicos, dada la irregularidad en el suministro de agua en las ciudades, no sólo de Malawi sino de toda la región de África austral.
Una cisterna de inodoro descarga entre seis y 11 litros de agua cada vez. Las 640.000 personas afortunadas que tienen una en su casa tiran cientos de millones de litros por el caño que van a parar a la red de saneamiento. Pero es necesario tratar el líquido antes de devolverlo a los cursos de agua.
Richard Gulumba, residente del área 43, uno de los barrios más prósperos de la capital, instaló un retrete ecológico en su jardín para los frecuentes cortes de agua.
"Pero nos cuesta utilizarlo. Me hace acordar a la pobreza de la aldea en la que me crié y no me gusta. Me recuerda malas experiencias. No me gusta usar una letrina ahora que puedo pagar un inodoro con cisterna", indicó Gulumba.
Pese a los prejuicios contra los baños químicos, hay personas pudientes de México a Canadá y de Suecia a Australia que usan inodoros sin agua.
Letrinas con estilo
La compañía sudafricana Ecosan fabrica una unidad que usa la acción de abrir y cerrar la tapa que mueve una hélice que deja pasar la materia en una cámara ventilada donde se transforma en abono sin más.
Nature Loo, de Australia ofrece un sistema con cámaras de abono intercambiables y un ventilador que asegura una adecuada oxigenación para acelerar la descomposición.
Las letrinas que producen fertilizantes y evitan la contaminación del agua subterránea son la mejor opción para los residentes de asentamientos irregulares y comunidades rurales, señaló Nkhonjera.
"Esas zonas no tienen agua corriente, poner inodoros con cisterna no sería realista", añadió.