Cuando arrecian críticas a la intervención en Libia, que ahora lidera la OTAN, el gobierno de Estados Unidos sigue sin definir con claridad su política con respecto a las protestas populares que sacuden a los países árabes, en especial a Bahréin.
El presidente Barack Obama reiteró en una declaración televisada el lunes que la política de su gobierno se atenía a las promesas que había hecho en su discurso de 2009 en El Cairo, donde prometió respaldar a quienes promovieran reformas democráticas y plurales en el mundo árabe.
"No se puede dar la espalda a este movimiento de cambio", sostuvo.
"Tenemos que estar del lado de quienes tienen los mismos principios que nos han guiado en muchas tormentas: nuestra oposición a la violencia directa de un régimen contra su propio pueblo, nuestra defensa de derechos universales, incluida la libertad de expresión y de elegir a sus propios representantes, y nuestro apoyo a gobiernos que respondan a las aspiraciones de su pueblo", señaló Obama.
La actitud de Washington respecto de las revueltas populares en varios países árabes no se ajusta a una visión estratégica integral, según numerosos analistas, sino que depende de las concesiones en relación con las reformas de sus aliados regionales, como es el caso de Bahréin, donde Arabia Saudita teme que un régimen más inclusivo permita a Irán ampliar su esfera de influencia.
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En el caso de Bahréin, el gobierno de Obama adoptó un enfoque totalmente diferente al de Libia, e incluso al de Egipto.
Estados Unidos aceptó las concesiones mínimas que hizo el régimen del rey Hamad bin Isa al-Jalifa, pese a la represión contra civiles y los reclamos populares de reformas políticas. Además adoptó una posición ambigua respecto de la presencia de efectivos sauditas en Bahrein, lo que según algunos analistas, no hizo más que exacerbar las tensiones.
Divisiones sectarias
Bahréin es un país de mayoría chiita gobernado por una minoría sunita. Sin embargo, las protestas populares no nacieron de diferencias sectarias, sino que la situación cambió con la llegada de efectivos sauditas, la mayoría perteneciente a esta última rama del Islam.
Por mandato del Consejo de Cooperación del Golfo, el 14 de este mes, un contingente de Arabia Saudita cruzó la carretera elevada que une a ambos países con el propósito de proteger la infraestructura del régimen, pero terminó oficiando como refuerzo a la monarquía de Jalifa.
La respuesta saudita a la creciente tensión en Bahréin y la indecisión de Washington, sembró dudas en la población bahreiní sobre la política de Estados Unidos en su país.
"Bahréin nunca tuvo problemas sectarios, desde hace años conviven sin problemas sunitas y chiitas", aseguró Husain Abdulla, director de Americans for Democracy and Human Rights (estadounidenses por la democracia y los derechos humanos), con sede en ese país.
"Me preocupa que puedan surgir sentimientos antiestadodunidenses en Bahréin", dijo Abdulla a IPS. "Los bahreiníes consideran que Estados Unidos siempre ejerció poca presión sobre su gobierno", añadió.
Los aviones de Estados Unidos y de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) que vuelan desde la oriental ciudad libia de Bengasi hasta Trípoli, con el presunto objetivo de proteger a la población de Libia, hace desconfiar a los bahreiníes de la presencia de efectivos extranjeros en su país, al parecer con la anuencia de Occidente, indicó Abdulla.
La situación se agrava con la presunta amenaza de una mayor influencia iraní, gobernado por chiitas.
El cuco persa
"El gobierno blandió la carta sectaria cada vez que surgieron reclamos de reformas", indicó Abdulla. "Jalifa menciona a Irán para asustar a Occidente", apuntó.
"Las autoridades de Bahréin no parecen estar interesadas en un diálogo nacional", remarcó la profesora Kristin Diwan, de la Universidad Estadounidense. "Subrayaron que primero está la seguridad y la estabilidad. Aumentan las detenciones y pergeñan casos para relacionar a los activistas presos con Irán y, así, deslegitimar su posición como interlocutores", añadió.
Irán tratará de inmiscuirse en Bahréin si el régimen no realiza reformas, declaró el secretario (ministro) de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, tras reunirse con el príncipe heredero, Hamada al-Jalifa, antes de la intervención del Consejo de Cooperación del Golfo en ese país.
"La mejor forma de limitar la influencia iraní en el Golfo es integrar totalmente a la población chiita en sus respectivos países", alegó Diwan. "Pero es imposible pues las monarquías de la región recurren a la retórica sectaria para confrontar los reclamos domésticos", explicó.
"Irán tuvo cierta influencia sobre los movimientos chiitas bahreiníes tras la Revolución Islámica de 1979 e inspiró a muchos", señaló Diwan. "Pero luego, éstos se concentraron en la política nacional no trasnacional", explicó.
"Temo que vuelva el enfoque trasnacional si el proceso de reforma política se congela y los chiitas no recuperan fuerzas en el parlamento", añadió.
Principios bajados a tierra
Expresar la política estadounidense en términos puramente estratégicos o militares no es una buena señal para los bahreiníes que desean que Estados Unidos sea un socio confiable para promover reformas democráticas.
Las revueltas populares en el mundo árabe pusieron a prueba la capacidad de Obama para llevar a la práctica sus principios declarados. El equilibrio entre valores versus intereses sigue dominando las discusiones políticas como la relacionada con la intervención en Libia porque Washington insiste en que el líder Muammar Gadafi debe retirarse.
"Estados Unidos desearía la estabilidad en Bahréin y que los chiitas gozaran de ciertos derechos, pero al mismo tiempo no creo que Washington quiera que se derrumbe el régimen", dijo a IPS el profesor de estudios de Oriente Próximo Bernard Haykel, de la Universidad de Princeton.
El histórico lugar común sobre el doble discurso de Estados Unidos parece ser cierto en Medio Oriente, según varios analistas.
Ante los acontecimientos en esa región en los últimos meses, la mejor estrategia es la flexibilidad, declaró Obama en su discurso.
Es posible que sea tarde para que Estados Unidos rectifique lo que para la población de Bahréin es su falta de apoyo a las reformas democráticas conforme se agotan las oportunidades para un diálogo nacional. Es prácticamente imposible para Washington escapar de lo que evitó por poco en Egipto: caer del lado equivocado de las reformas.