Miles de pescadores artesanales centroamericanos batallan por subsistir ante los acuerdos comerciales internacionales y las empresas trasnacionales, el surgimiento de megaproyectos turísticos y la contaminación que afecta a las especies marinas.
"La tendencia es que poco a poco nosotros vayamos desapareciendo", dijo a IPS el guatemalteco Oscar Marroquín, presidente de la no gubernamental Confederación de Pescadores Artesanales de Centroamérica.
Esta organización, que data de 1997, aglutina a más de 95.000 pescadores artesanales de Belice, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá en busca del desarrollo productivo del sector.
La tarea ha ido cuesta arriba. Entre los principales obstáculos que debe sortear la pesca artesanal están los acuerdos comerciales internacionales "que privilegian a las grandes empresas", según Marroquín. Y es que la región tiene varios convenios en vigencia. América Central y República Dominicana tiene uno de libre comercio con Estados Unidos desde 2006, mediante el cual obtuvieron arancel cero para la exportación de especies como el atún y la sardina.
Honduras, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Panamá también tienen un tratado de libre comercio con Taiwán con beneficios arancelarios para productos del mar. Y con similares características se encuentra en la recta final la negociación de un convenio de asociación entre el istmo centroamericano y la Unión Europea.
La producción pesquera, destinada principalmente a la exportación, es abarcada por las grandes industrias.
En Panamá, el mayor productor regional, la pesca industrial generó 77,3 por ciento del valor total de la producción pesquera de su país en 2007, mientras que la artesanal aportó solo 16,1 por ciento, seguida por la acuicultura con 6,6 por ciento, según la Autoridad de Recursos Acuáticos de Panamá.
América Central produce 550.000 toneladas anuales de productos del mar, con un valor estimado de 1.900 millones de dólares. De ese total, 60 por ciento es exportado, principalmente a Europa y Estados Unidos, según la Unidad Regional de Pesca y Acuicultura adscrita al Sistema de Integración Centroamericana (Sica).
Pese a las oportunidades que representan las exportaciones, para los pequeños productores esto es algo difícil de lograr.
"Para nosotros es imposible competir contra las grandes empresas como las españolas Calvo en El Salvador, Rianxeira en Guatemala y Pescanova en Nicaragua. Nuestras pequeñas embarcaciones, por ejemplo, van a pescar dos o tres días al mar y hay embarcaciones grandes que pescan hasta un mes", se quejó el dirigente.
"Lo que necesitamos es apoyo para el fortalecimiento organizacional, nuevas tecnologías para hacer más eficiente la producción y mejorar el mercadeo", sostuvo Marroquín.
La federación estima que 25 por ciento de sus agremiados son pescadores de subsistencia, mientras que el 75 por ciento restante comercializa el producto a nivel local.
La pesca artesanal también se ve asediada por la construcción de grandes complejos turísticos y la agroindustria, los cuales llevan su contaminación al mar, según Marroquín.
Esta situación se repite en cada uno de los países de la región.
Saúl Baños, de la no gubernamental salvadoreña Fundación de Estudios para la Aplicación del Derecho, señaló a IPS que un estudio publicado por esa institución en enero evidenció las dificultades para la pesca artesanal y daños ambientales producidos por restaurantes y hoteles en la Costa del Sol, 78 kilómetros en el sudeste salvadoreño.
El documento detalla la contaminación con químicos y aceites producida por embarcaciones de los centros turísticos en el Cantón San Antonio Los Blancos, así como de sus aguas servidas que van a dar al mar, lo cual envenena las especies acuáticas.
También expone las maniobras de la industria pesquera para evadir el pago al fisco y la pesca indiscriminada. "Los barcos industriales desembocan en la costa, descargan la pesca por medio de lanchas independientes y evaden el pago de tributos", se lee en el estudio.
En la costa salvadoreña laboran alrededor de 30.000 pescadores artesanales, cuyo trabajo genera más de 100.000 empleos, según el gubernamental Centro de Desarrollo de la Pesca y Acuicultura.
La más reciente lucha de este sector productivo es una reforma a la ley de pesca en el parlamento salvadoreño para crear una zona de cinco millas marítimas a la largo de la franja costera de uso exclusivo de este sector sin resultados favorables hasta ahora.
En Panamá, mientras tanto, pescadores artesanales rechazaron la entrada en vigencia en diciembre de 2010 del decreto 486 que prohíbe la pesca con palangre, lo cual ha provocado protestas.
Amílcar Rodríguez, de la Asociación de Pescadores de Remedios en Chiriquí, en el oeste panameño, dijo a IPS que la medida que los tomó "por sorpresa" afectó a cientos de pescadores, quienes ahora están en pláticas con el gobierno para solucionar el conflicto.
En Pedregal, Chiriquí, como en otras comunidades donde la mayoría de la población depende de la actividad pesquera, los afectados han salido a las calles a protestar contra la medida que ha dejado a muchos sin empleo.
La lista de desafíos para la pesca regional es larga. Mario González, de la Unidad Regional de Pesca y Acuicultura, indicó a IPS que la captura ilegal, como en todo el mundo, "afecta a la región entre 25 y 30 por ciento de la producción", estimó.
El 10 y 11 de este mes, González y demás delegados regionales del sector pesquero y de la Unión Europea se reunieron en Guatemala para aclarar dudas sobre un nuevo reglamento del bloque europeo para prevenir, desalentar y eliminar la pesca no declarada ni reglamentada, en vigor desde 2010.
La norma exige una serie de requisitos a los países del istmo para poder exportar a esa región, cuyas industrias se alistan para cumplir.
Mientras, los pescadores artesanales naufragan entre los acuerdos internacionales, las grandes inversiones turísticas y la contaminación.