El jefe de Estado de Libia, coronel Muammar Gadafi, camina por la misma senda que derivó en la salida de los gobernantes de Túnez y Egipto al reprimir con violencia las manifestaciones contra su régimen y causar un baño de sangre.
"Ratas", llamó Gadafi a los manifestantes desde su residencia, en un discurso televisado el martes. Además les advirtió que los aplastaría y los condenaría a la "pena capital".
Pero fue la posibilidad de morir lo que hizo que los manifestantes egipcios se afianzaran en su posición en la plaza Tahrir, de El Cairo, hace dos semanas.
Al igual que el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, y el de Túnez, Zine el Abidine Ben Ali, Gadafi interrumpió las comunicaciones en el país y empleó la fuerza contra los manifestantes.
En esos dos países, la respuesta violenta hizo que ciudadanos pasivos y sin intenciones de participar en las movilizaciones se volvieran contra sus gobernantes y que en vez de pedir reformas reclamaran un cambio de régimen.
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Gadafi recurre a mercenarios extranjeros y hombres fuertemente armados para reprimir las protestas, según testigos, en vez de matones a caballo o camello, como Mubarak.
Al igual que en Egipto, el líder libio permitió que francotiradores dispararan contra los manifestantes desde techos aledaños al lugar de concentración. Pero también recurrió a helicópteros y aviones de guerra.
Con esa respuesta, Gadafi renuncia, de hecho, a defender su legitimidad como líder del país.
El empleo de mercenarios extranjeros para aplastar a su propio pueblo muestra que no tiene suficiente apoyo popular y, quizá, ni siquiera en el ejército.
El líder libio está bastante aislado al ser blanco de las condenas internacional contra el régimen y contra su brutal represión, al igual que Mubarak en sus últimos días.
"Sus seguidores en el ejército, pronto se darán cuenta de que no pueden seguir usando armas pesadas ni la fuerza bruta contra sus compatriotas y se volverán contra él", señaló Jaled Mahmud, especialista independiente en asuntos libios, ubicado en El Cairo.
Mahmud se refirió a las deserciones en el cuerpo diplomático y de algunos ministros como indicio de lo que se vendrá.
Por lo menos 12 diplomáticos renunciaron, entre ellos el enviado especial de Libia en Francia, Estados Unidos y la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultural).
"La señal más clara de que Gadafi caerá es la ola de renuncias de varios diplomáticos cercanos y de algunos mandos militares", sostuvo Mahmud. "Está acostumbrado a echar gente, no a que lo abandonen", apuntó.
"El uso de mercenarios también revela que está realmente asustado. No son señales que alguien que tiene confianza del respaldo público", remarcó.
Su amenaza del martes de que está dispuesto a reprimir con más fuerza muestra que no sabe qué rumbo político tomar, escribió Mahmud en el periódico panárabe Asharq Alwasat, con sede en Londres.
El líder libio, quién llegó al poder tras derrocar al rey Idris en 1969, no aprendió nada de sus vecinos, indicó Sohail Ghanoushi, columnista de aljazeera.net.
"Así como Mubarak pensó que Egipto no era Túnez, Gadafi piensa que Libia no es ni Egipto ni Túnez", sostuvo.
"No comprendió la lección, pese a que es sencilla y obvia. El trabajo del gobernante es proteger al país y a sus ciudadanos, no comenzar un holocausto contra ellos", añadió.
Egipcios que vuelven a su país de Libia declararon a la prensa local que los soldados abandonaron muchas posiciones dejando cientos de kilómetros de tierra sin autoridad estatal, en especial en el este país, donde Gadafi ya perdió el control.
Miembros de tres grandes tribus, entre ellas warfla, amenazaron con usar "armas pesadas" contra el régimen si no se detiene el asesinato en masa de sus "hijos", señaló el periódico Libya Al-Youm, con sede en Londres.
Desde el punto de vista político, los discursos de Gadafi y de su hijo, Saif al Islam, fueron agresivos, divagantes y con tono amenazador, al igual que fueron los de Ben Ali y Mubarak.
"La gota que desbordó el vaso fue el discurso de Saif al Islam, arrogante e insultante con el pueblo libio", indicó Abdelmonem al Huniy, ex embajador de Gadafi ante la Liga Árabe en El Cairo, quien renunció hace dos días en protesta por el uso de la violencia contra los manifestantes.
"Con ese discurso, el régimen firmó su propio certificado de defunción", dijo a IPS.